El BCE sube los tipos de interés al 0,5%, el doble de lo que había previsto, para intentar luchar contra la inflación

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.
EFE/EPA/STEPHANIE LECOCQ
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.

El Banco Central Europeo (BCE) ha dado este jueves un puñetazo sobre la mesa que ha pillado con el pie cambiado a propios y extraños. El organismo que preside Christine Lagarde ha aprobado una subida de los tipos de interés de 50 puntos básicos, el doble de lo que la institución había telegrafiado a los mercados a comienzos de junio. La decisión llevará irremediablemente a una subida de las hipotecas y de los préstamos bancarios.

La inflación desbocada, que en junio alcanzó un nuevo récord del 8,6% en la eurozona (10% en España) y la aprobación de un 'escudo' para aplacar las primas de riesgo han sido los detonantes de una decisión inesperada que ha dado un brusco giro de timón en la política de comunicación que ha sido la seña de identidad del BCE en la última década. 

"Esperamos que la inflación siga indeseablemente alta por algún tiempo por las continuas presiones de la energía y los alimentos", ha expresado Lagarde, que ha añadido que los últimos datos disponibles "apuntan una desaceleración en el crecimiento, nublando las perspectivas para la segunda mitad de 2022 y más adelante". Sin embargo, desde el BCE descartan por el momento una recesión. "En el escenario base no hay recesión ni este año ni el siguiente", ha agregado Lagarde, quien, no obstante, ha reconocido que "el horizonte está nublado".

No solo se trata del primer alza de tipos en la última década (algo con lo que ya se contaba), sino de la mayor subida en toda la historia del euro. La última vez que el BCE aprobó un incremento similar fue en junio del año 2000, cuando la moneda única todavía no circulaba por los bolsillos de los europeos. Tras la subida, los tipos abandonan el terreno negativo por primera vez desde la crisis del euro.

"El Consejo de Gobierno ha considerado que es adecuado dar un primer paso en su senda de normalización de los tipos de interés oficiales más significativo de lo indicado en su reunión anterior. Esta decisión se basa en la valoración actualizada del Consejo de Gobierno de los riesgos para la inflación", ha explicado el BCE en el comunicado en el que resume su decisión.

La autoridad monetaria ha agregado que considera que en las próximas reuniones "será apropiada una normalización adicional de los tipos de interés". Es decir, que seguirá subiendo tipos en los próximos meses, con un alza "posiblemente mayor a 25 puntos básicos" en septiembre, según ha avanzado Lagarde. Sin embargo, a diferencia de lo que ha venido ocurriendo durante los últimos nueve años, el BCE decidirá ahora "reunión a reunión" y no irá telegrafiando en cada cónclave las medidas que se tomarán en el siguiente.

Además, el BCE ha aprobado su esperada herramienta para combatir las subidas en las primas de riesgo que se puedan producir tras el endurecimiento de la política monetaria. Un mecanismo bautizado como Instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI por sus siglas en inglés), que se ha aprobado por unanimidad y que implica compras de deuda a los países más necesitados sometidas a condicionalidad fiscal y macroeconómica.

Tras esta subida de tipos, el BCE se suma, aunque con retraso, a la senda que marcan los principales bancos centrales del mundo. La Reserva Federal estadounidense (Fed) comenzó a subir los tipos en marzo de este año, mientras que el Bank of England hizo lo propio en diciembre del año pasado. 

Estos dos bancos centrales van mucho más avanzados que el BCE en su senda de endurecimiento de la política monetaria. El tipo principal de la Fed se sitúa ya en el 1,5% y los mercados apuestan porque se aprobará una subida todavía mayor que podría rondar los 75 puntos básicos antes de que acabe el mes. Por su parte, el Bank of England se sitúa en el 1,25% y una subida de 50 puntos básicos más está sobre la mesa para agosto.

Los tipos de interés oficiales son una tasa que los bancos centrales cobran a la banca convencional a la hora de concederles préstamos o por tener dinero depositado en sus cuentas. Esto les convierte en la herramienta más potente que tienen los bancos centrales para influir sobre la economía. Cuando los bancos centrales deciden subir tipos, el efecto se traslada a la banca convencional, a quien le resulta más caro tomar prestado. Los bancos repercuten esas subidas en los préstamos a los consumidores y empresas, a quienes les acaba resultando más caro tomar prestado, lo que desincentiva la inversión, enfría la economía y, en última instancia, acaba bajando los precios.

El gran dilema del BCE

Que al BCE le haya llevado bastante más tiempo aprobar subidas de tipos que a otros bancos centrales es un reflejo del complejo escenario que afrontan las economías del euro. A diferencia de lo que ocurre con la Fed o el Bank of England, el BCE debe tomar decisiones para 18 países con políticas fiscales y mercados de deuda diferentes.

Uno de los peligros más claros de pasarse de frenada son las primas de riesgo. Las subidas de tipos encarecen el coste de financiación de los países y si a esto se le suma que el BCE ha decidido dejar de comprar deuda pública, los Estados se ven más expuestos a los inversores privados que exigen rentabilidades más altas, especialmente a los países más endeudados. El recuerdo de la crisis del euro, cuando los mercados cerraron el grifo del crédito a los países del sur, lo que a punto estuvo de acabar con la moneda europea, está todavía muy presente.

Otra de las razones por las que el BCE avanza con pies de plomo es la fragilidad de la recuperación económica tras la pandemia. La media de los países del euro ya se ha recuperado del golpe infligido por la Covid, pero algunos -especialmente España- todavía están lejos de sus niveles de PIB previos al virus. Subir los tipos puede ser útil para aplacar la inflación que todavía crece de forma desbocada en el Viejo Continente, alimentada por la guerra en Ucrania. Pero el precio a pagar es un frenazo en la actividad económica, que puede acabar provocando una recesión en Europa de dimensiones todavía inciertas.

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