Trabajando en la calle en plena ola de calor: "Es tremendo, tiene que morir alguien para que hagan caso"

Trabajadores a pie de calle relatan a 20minutos cómo es su día a día durante la ola de calor.
Trabajadores a pie de calle relatan a 20minutos cómo es su día a día durante la ola de calor.
Jorge París
Trabajadores a pie de calle relatan a 20minutos cómo es su día a día durante la ola de calor.
Trabajadores a pie de calle relatan a 20minutos cómo es su día a día durante la ola de calor.
JORGE PARÍS

Más agua y más paradas. Y buscando siempre la sombra. Las personas cuyo lugar de trabajo es principalmente la calle están poniendo a prueba su organismo estos últimos nueve días de alerta por temperaturas extremas. En algunos casos, como para el personal de jardinería de la capital, la solución se antoja difícil. "Prefiero pasar calor que cortarme un brazo", explica a 20minutos un podador vestido con botas y pantalón anticortes. Este periódico ha salido a la calle para conocer las circunstancias y necesidades de los empleados y empleadas que pasan la mayor parte de su jornada en la vía pública y sin apenas opciones para resguardarse de la ola de calor.

Ni él ni sus compañeros están autorizados para dar sus datos, por lo que prefieren mantener el anonimato. Cuentan que están "muy expuestos durante todo el año, con calor y con frío", en alusión a la borrasca Filomena que dejó una copiosa nevada en Madrid que paralizó la capital. "Pero es nuestro trabajo", asumen. Estos días están cargando con más agua -que pagan de su bolsillo- de la habitual, y no se olvidan de las gorras que les ha facilitado la empresa para la que trabajan. 

Equipado con un pesado arnés de protección, este podador es uno de los operarios que, sierra en mano, se sube a una grúa para cortar las ramas de los árboles. "Llevo chaqueta, pantalón, guantes y botas anticortes, más el casco. Es nuestro equipo de protección individual (EPI). Calienta, sí, pero es nuestro trabajo y tenemos que conservarlo". Este trabajador asegura que "alguna vez he bajado mareado. No solo es el calor, también es el asfalto, los coches y el estrés".

A pocos metros de él pasa César (21 años), un repartidor de MenSOS, una empresa de mensajería sostenible. La bici eléctrica le ayuda a recorrer la veintena de kilómetros que realiza al día -que equivalen a unas 75 entregas- cargado, además, con una mochila a la espalda. "Suelo parar en fuentes a beber mucha agua. Si no, no lo soportaría", explica junto a su bicicleta cargada de paquetes. Su turno es de 8.00 a 16.00 horas, con una parada sobre las 14.00 horas para comer. "El otro día me sentí un poco mareado, pero me mojé la cabeza y pude seguir", afirma. Uno de sus compañeros, "más mayor", sí necesitó irse a casa.

Este martes, mientras sindicatos y empresas estaban reunidos para acordar la supresión del turno de tarde para los trabajos de mayor esfuerzo, como el barrido manual, cuando se den episodios de altas temperaturas (por encima de los 39 °C), otro operario de 58 años que trabajaba en Arganzuela se desplomaba en la calle y era hospitalizado en estado grave a causa de un golpe de calor. Peor suerte corrió su compañero, que murió tras sufrir un golpe de calor el pasado viernes mientras trabajaba en el distrito de Puente de Vallecas.

Chicho tiene 59 años y trabaja como cartero. Carrito en mano, explica otro aspecto que también sufre: "Entras en una oficina donde están a 22 ºC cuando llegas de la calle donde hay 43º C y es un choque tremendo". Él va buscando portales donde refugiase, aunque recalca que su turno es por las mañanas, por lo que se 'ahorra' muchas horas de calor extremo. 

"La gente que trabaja en un despacho con aire acondicionado no se preocupa por nosotros". Aprovecha que tiene un micro delante para solicitar que las empresas "empaticen" y tengan en cuenta a los trabajadores a la hora de tomar decisiones como los cambios de uniforme. "Hasta hace poco llevábamos polos de algodón y ahora llevamos estos de poliéster que no transpiran nada". Todas las personas preguntadas expresan su consternación por la muerte de dos trabajadores y por que otro esté grave en el hospital. "Es tremendo, tiene que pasar una desgracia como que muera alguien para que empiecen a hacer caso. Hay que evitarlo, la prevención es antes que todo. Que haya gente trabajando en la calle a las tres de la tarde es una barbaridad", lamenta.

Entrando y saliendo a la terraza de un bar se encuentra Elene, que trabaja de camarera y tiene 35 años. Asegura que estos calores los lleva "fatal" y los combaten con "mucha agua con hielo" y turnos de rotación entre los compañeros, para repartirse el tiempo que pasan en la barra y en la terraza y "no saturarnos tanto". Estos días han notado un incremento de personas que solicitan comer en el interior, refrigerado, pero no por ello han registrado menos clientes en la terraza, pues tienen la "gran suerte" de tener una carpa que les proporciona sombra. 

En una mesa de un local cercano está realizando un descanso una empleada del Servicio de Estacionamiento Regulado (SER) de Madrid que prefiere también no dar su nombre. Mientras toma un café con hielo asegura que la empresa les ha "autorizado para realizar todas las paradas que necesitemos durante los episodios de calor o frío extremo", una medida que el departamento de prevención de riesgos laborales adoptó "hace tiempo". En su caso, hace unas tres pausas durante la jornada, la falta de hierro le obliga a cuidarse.

Epifanio pasa su rato de descanso y almuerzo a la sombra de un árbol, sentado en un banco de una pista de deportes de Madrid. Tiene 65 años y lleva 16 años limpiando los parques y jardines de la capital. Estos días, los jefes les han pedido que vayan por la sombra todo lo que puedan y se hidraten bien. Él cumple: lleva "dos botellas de agua con hielo" en la mochila y moja la gorra para enfriarse la cabeza.

Por su parte, Yogimbor (40 años) pasa la mañana en una pequeña gasolinera en la que da el sol por la mañana. A los escasos minutos de estar junto a él se sienten las gotas de sudor caer por la espalda. Su antídoto contra el calor es "estar en la sombra o la caseta, con el aire acondicionado, todo el tiempo que puedo" y beber "tres o cuatro litros de agua al día". "No tengo otra", dice. La empresa les ha pedido que permanezcan "lo menos posible" en la calle, pero el cambio del uniforme es innegociable, pues es ignífugo y previene de riesgos laborales ante posibles accidentes con su material de trabajo. Y así lo acepta: "No se puede tener todo en la vida".

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