Kiko Matamoros ha llegado pletórico de su aventura en Honduras. Tres meses ha sido tiempo más que suficiente para darse cuenta de que su estilo de vida no era el más adecuado y que es momento de resolver aquellas cuestiones que se habían quedado en barbecho.

Aunque le cuesta verbalizarlo, desde su entorno confirman que quiere reconquistar aquellos afectos, como el de su hija Ana, que se dejó por ese camino de piedras que alguien dispuso entre los dos.

Aunque ha regresado combativo y con el machete entre los labios, dicen que ya no tiene ganas de saltar de balcón a balcón ni enzarzarse en polémicas estériles.

Su novia Marta, con la que ya nadie descarta próxima boda, le está haciendo recapacitar y hacerle ver que solo lo importante debe parecer importante. La modelo ha demostrado que sus sentimientos son reales y que está dispuesta a todo por él. Observarles desde la clandestinidad es una lección de amor.