Entrevista

Carlos Totorika: "Queríamos que la violencia de ETA fuera cosa del pasado, pero existe el riesgo de perder la memoria"

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Carlos Totorika. Alcalde de Ermua en 1997
Carlos Totorika, alcalde de Ermua en 1997.
Jorge París
fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Carlos Totorika. Alcalde de Ermua en 1997
Carlos Totorika. Alcalde de Ermua en 1997.

El 10 de julio de 1997 el teléfono sonó en el Ayuntamiento de Ermua. Al otro lado, el delegado del Gobierno, Enrique Villar, le daba al alcalde la peor de las noticias: ETA había secuestrado a un concejal de esa localidad vizcaína y amenazaba con asesinarlo en 48 horas si el Ejecutivo de José María Aznar no acercaba a los presos de la banda a cárceles del País Vasco. En ese momento arrancaban dos días frenéticos que acabaron con el peor de los desenlaces. 

Aquel alcalde era el socialista Carlos Totorika y el concejal, el popular Miguel Ángel Blanco. El atentado contra un joven de 29 años, humilde y anónimo, indignó de tal manera a un pueblo que el espíritu de Ermua se instauró como símbolo de repulsa contra el terrorismo. Veinticinco años después, Totorika se sigue emocionando en más de una ocasión cuando ve las imágenes que se sucedieron en aquellos días y recuerda "el volcán que tenía bajo los pies". "Aquello forma parte del patrimonio personal y el bagaje de quienes lo vivimos", afirma en una entrevista con 20minutos, en la que habla del pasado, pero también del presente y del futuro. 

Carlos Totorika. Alcalde de Ermua en 1997.

CARLOS TOTORIKA

  • 15 de febrero de 1956 
Nacido en Ermua (Vizcaya). Es padre de dos hijas. Se licenció en Ciencias Económicas y Economía General y Urbana en la Facultad de Sarriko, en Bilbao. En 1974 se afilió al Partido Socialista de Euskadi y en 1991 llegó a ser alcalde de su pueblo por primera vez. Al frente de ese Ayuntamiento estuvo de forma ininterrumpida hasta 2018.

¿Cómo gestionó aquellas 48 horas a nivel personal?Desde que me comunicaron el secuestro estuve absolutamente angustiado porque conocía cómo utilizaba ETA el asesinato como herramienta y tuve la sensación de que las probabilidades de que Miguel Ángel saliera vivo eran pocas. Teníamos que movilizarnos y hacer todo lo posible para que lo liberaran. Y con toda la presión que vivimos cada uno de los vecinos de Ermua, cuando uno es el alcalde se es muy consciente de la responsabilidad de que todo aquello salga bien, porque eran momentos muy dramáticos y angustiosos.

Una vez que se fueron los focos, ¿el pueblo recuperó la normalidad?
Lo anterior, si a eso le llamamos normalidad, no se recuperó. Ermua fue distinto a partir de ese momento. ETA todavía siguió matando durante más de diez años y con cada uno de esos asesinatos aquí salíamos a la calle varios miles de personas, cuando en otros municipios eran muy pocas o en las grandes capitales la misma cantidad. Ermua siguió muy sensibilizada respecto a que el terrorismo era inadmisible y que los ciudadanos iban a responder con gritos en vez de con silencio, resignación y parálisis. Todos los que participamos de aquello nos sentimos más libres y más a gusto con nosotros mismos.

¿Cómo es Ermua 25 años después?La presencia de medios de comunicación, las movilizaciones constantes tras cada acto violento de ETA, han dejado un cansancio. Queríamos que la violencia fuera cosa del pasado y es compresible pero a la vez es una debilidad porque la memoria es necesaria. Contar la verdad histórica por desgracia sigue siendo necesario porque todavía hay gente que cree que los terroristas que salen de la cárcel por asesinar son héroes a los que homenajear. Si queremos construir una convivencia desde la pluralidad y el respeto no podemos permitir que se sigan sembrando semillas de violencia como quienes reciben como héroes a los etarras.

¿Se conmemorarán los 30 años? ¿O teme que se difumine aquel recuerdo?Lo sucedido ha sido muy doloroso para mucha gente y esas ganas de mirar para adelante nos influyen a quienes hemos sufrido el terrorismo y a los terroristas, que quieren que se olvide el pasado. Ahí hay un riesgo de perder memoria. ETA hacía sufrir a muchos para limitar la libertad e imponer un proyecto político totalitario y excluyente. Eso hay que contarlo y el papel de las escuelas debe ser relevante, y hoy todavía no lo es. Aquí tenemos un centro concertado donde sé que se ha hablado de ello pero no son nacionalistas.

Pero Ermua no es especialmente nacionalista.
No, pero hay una parte muy significativa que no quiere contar esto. Encontrar a alguien dispuesto a hacerlo enfrentándose a sus compañeros de trabajo y a la presión es difícil.

¿Sigue habiendo esa presión?Absolutamente. No son amenazas de violencia pero sí de exclusión, de mirar para otro lado, de considerarte español… Cuando tienes las cosas muy claras es más fácil porque estás dispuesto a aceptar que haya quien te mire mal. Pero cuando no se tienen unas convicciones profundas resulta difícil.

En este punto también es importante el ámbito familiar en el que vivan los chavales.
Lo que se oye en casa también es básico. Es más que probable que la gente de HB siga considerando que el uso de la violencia se justifica por el conflicto, la patria… Alrededor de un 20% de la población está recibiendo ese mensaje en casa.

Se han intentado elaborar unidades didácticas sobre el tema.
Pero es el Gobierno vasco el que tiene que gestionarlo. El Gobierno central en el ámbito competencial no tiene nada que decir para la articulación de los contenidos que se trasmiten ni para la formación de los profesores. Yo no digo que no lo intente pero los resultados hasta la fecha no son buenos en absoluto.

¿Cómo era Miguel Ángel Blanco como compañero en el Ayuntamiento?Era una persona cualificada, que en el ámbito político institucional estaba empezando y tenía ilusión por aprender. De sus intervenciones recuerdo una muy significativa. HB solía introducir una moción sobre los presos al menos una vez al año y Miguel Ángel les dijo que los presos estaban bien en la cárcel porque lo estaban por asesinar. No era habitual oír algo así. Era más cómodo callarse o hacer una intervención meliflua. Los enfrentamientos con HB se intentaban esquivar porque el día a día de la presión en Euskadi era duro. En Ermua creo que siempre respondimos y eso iba marcando una diferencia. Defendíamos la pluralidad de personas que habían venido de Galicia, Extremadura, Castilla, y que no tenían por qué sentirse intimidadas ni esconder su origen. Ayudamos a la creación de cinco centros regionales en un pueblo más bien pequeño.

¿Eso influyó en que aquí la repulsa frente a ETA fuera de aquella magnitud?No tengo ninguna duda.

¿En otro pueblo del País Vasco hubiera pasado lo mismo?Creo que no. Teníamos una sociología en la que había mucha gente de fuera pero también todo ese trabajo cotidiano de resistencia frente a ETA, de no callarnos. Y eso se notó. El primer día que llamamos a la movilización ya había 3.000 o 4.000 personas en la calle.

¿Pensó en ese momento que la víctima podía haber sido cualquier de ustedes?Sin duda, porque el objetivo de ETA cuando secuestraba y amenazaba a una persona era intimidar a miles. Identificarnos con Miguel Ángel era lo más natural como ser humano y como político que estaba defendiendo unas ideas y al que se le quería tapar la boca también.

¿Cómo logra vencer el miedo?En Ermua hicimos algo que también fue distinto a lo anterior en ese campo. Desde el minuto cero hablé del miedo. La sociedad estaba atemorizada y decirlo no solo era contar la verdad sino que ayudaba a superarlo. El miedo es lo más humano del mundo. El asunto está en que si a la vez se tienen unos valores igual uno se atreve a superarlo.

ETA tardó 14 años en ser derrotada. ¿En algún momento pensó que la reacción social contra el asesinato de Miguel Ángel no había servido de nada?
No. Siempre tuve el convencimiento de que aquellas movilizaciones merecieron la pena. Abrimos una ventana de esperanza. Tuve muy claro que a partir de aquel momento a ETA le rompimos el espinazo. Cada acto violento la debilitó. Hubo que construir muchos peldaños, como la Ley de Partidos, y funcionó. El resultado está aquí. Cuando vieron que cada atentado les suponía unas pérdidas importantes en su proyecto político [Arnaldo] Otegi cerró la persiana, no por convencimiento.

Hay vecinos que critican que el espíritu de Ermua se instrumentalizó y se utilizó de forma partidista. ¿Opina usted lo mismo?
Hubo momentos en los que se utilizó de forma partidaria pero prefiero no profundizar porque siempre he intentado que la unidad de los demócratas sea un elemento que construyamos entre todos. Las dinámicas partidarias perjudican claramente a la democracia. De ese tema he preferido públicamente huir aunque en privado y en los foros que correspondía he dicho lo que pienso.

A partir de aquellos días de julio estuvo en el centro de los focos. ¿Ha pensado cómo habría sido su vida si aquel atentado no se hubiera perpetrado?
Me influyó notablemente porque metió más presión a una vida que tenía ya bastante. Este municipio tenía problemáticas que algunos hemos pensado que deben ser parte de la vida municipal aunque no son nuestra competencia. Los temas de empleo, desarrollo económico… son muy importantes pero la defensa de la libertad también. Viví en la transición lo importante que era. Ser alcalde de mi pueblo me exigía trabajar en esa materia que parecía que solo era un asunto del Parlamento o de las fuerzas de seguridad.

¿Cómo lo ha llevado su familia?
La he metido en una pequeña hipoteca por el tiempo que le he dedicado a esto. Requiere un esfuerzo descomunal. Ahora estoy atendiendo a medios de comunicación. Pero hace diez años también, y quince, y veinte… Fue meterse en una vorágine. Nosotros colaboramos de manera activa en la creación e impulso del Foro de Ermua y de ¡Basta Ya! porque creíamos que la movilización se tenía que hacer desde la unidad. Y apoyamos la Ley de Partidos, que era decisiva para que HB no pudiera jugar entre apoyar a ETA e irse a las instituciones. Hubo mucho trabajo. Pero cuando lo haces por convencimiento tienes la enorme ventaja de que a pesar de todo el esfuerzo crees que merece la pena la apuesta.

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