¿Cómo surge la LGTBIfobia si no nacemos intolerantes? La educación, los referentes y la ficción son la llave hacia la normalización

Varios niños juegan en el recreo.
Varios niños juegan en el recreo.
Isabel Infantes / Europa Press
Varios niños juegan en el recreo.

¿Habría causado el mismo revuelo el beso entre dos mujeres en la película animada Lightyear de Disney si los mismos que se escandalizan hubiesen normalizado desde pequeños otras realidades sexuales y de género? ¿Seguiría viéndose la salida del armario como un proceso arduo si existiese más representación del colectivo LGTBI? Pese a que el avance de las últimas décadas ha sido innegable y se ha dado a pasos agigantados, hay datos y reacciones sociales que evidencian que todavía queda camino por recorrer. El asesinato de Samuel Luiz a sus 24 años a golpe de "maricón" o la retirada de los colegios en Castellón de una treintena de libros de texto en los que se expone la LGTBIfobia son ejemplos de ello.

La pregunta es cómo surge el rechazo si no nacemos intolerantes. La respuesta es compleja e intervienen en ella muchos factores, pero todos desembocan en el mismo asunto: la educación y la familia. "Si nos limitamos a los actores directamente relacionados con el entorno del niño, la familia nuclear y los centros educativos a los que acuden son los que más peso tienen a la hora de influenciar en la formación de opinión", explica a 20minutos Kike Esnaola, psicólogo y orientador educativo especializado en colectivos de diversidad sexual y de género. Ya desde un prisma más general, el entorno "totalmente heteronormativo" que, apunta Esnaola, permanece todavía en la sociedad hace que lo distinto se perciba muchas veces como una amenaza que despierta "defensas" materializadas en forma de prejuicios o estereotipos.

Ya sea en forma de burla, insultos, aislamiento o violencia física, la LGTBIfobia es todavía un motor de acoso escolar. Más allá de la gravedad de lo que representa el bullying en sí, el miedo a convertirse en víctima es una de las razones de represión. Una encuesta elaborada por 'GoStudent' a alrededor de 300 tutores revela que el 62% de los docentes piensa que sus alumnos se enfrenta a numerosas barreras a la hora de expresar su orientación sexual. El 64% afirma que nunca les han pedido ayuda, y el 44% que los propios estudiantes tampoco son tolerantes con sus compañeros.

"Al final, los niños y adolescentes están en edades en las que están configurando su identidad, y hoy en día tienen acceso a mucha información. Los adultos deben responsabilizarse en que no normalicen unas opiniones que van en contra de los Derechos Humanos", asegura a este diario Ángela de Castro, coordinadora de formación en COGAM EDUCACIÓN (el colectivo LGTB+ de Madrid). Pero más allá de internet, la información más directa es la procedente de la educación que se recibe en casa y en el entorno. "Si cuando somos como esponjas se nos enseña qué es lo supuestamente normal, todo lo que queda fuera genera miedo. Y el miedo, muchas veces, genera odio e ignorancia", añade.

Es por eso que ambos expertos coinciden en la importancia de combatir la intolerancia desde el fomento de referentes y asegurando "puntos seguros" a los que puedan acudir en caso de dudas, confusiones y miedos. Es ahí donde, entre otras cosas, entra la educación afectivo-sexual, cuya inclusión en los nuevos currículos educativos está generando tanto revuelo. "Se está politizando un tema que tiene que ver con la salud, y esto siempre es peligroso", lamenta Esnaola, señalando la evidencia científica que demuestra que la formación en estos temas previene el contagio de enfermedades de transmisión sexual, previene embarazos de riesgo y, en última instancia, fomenta una mayor responsabilidad afectiva.

Prevenir, visibilizar y atajar el odio desde las aulas

A juicio del psicólogo, la intolerancia en las aulas debe abordarse a través de dos tipos de medidas: compensatorias, por un lado; y pedagógicas y preventivas, por otro. "Con compensatorias nos referimos a visibilizar las agresiones. No es lo mismo una agresión LGTBIfóbica que una machista o racista, y todas deben ser nombradas por su nombre", subraya. En ese sentido, Esnaola afirma que hay que promover "consecuencias" a ese tipo de violencias, pero yendo más allá del castigo y atendiendo de forma individual, pero también implicando al aula en todo el proceso.

En la educación está el único cambio posible, y el camino para combatir el odio es visibilidad con conocimiento

Aun así, señala el orientador educativo, la agresión suele ser el último paso en una situación de acoso y, por ende, refleja únicamente la "punta del iceberg" de lo que puede estar sucediendo si no se han impulsado otras medidas preventivas. "Se trata de ofrecer una educación sexo-afectiva, ajustada a la edad. Es decir, que en un problema de Matemáticas, por ejemplo, aparezca en el enunciado que 'la madre de Carlos y su mujer han ido a comprar patatas', en aras de asegurar una representación real. Y, por supuesto, que haya también un modelado por parte del profesorado".

En definitiva, se trata de desmontar prejuicios con conocimientos y, para los más pequeños, intentar que crezcan sin ellos. "En la educación está el único cambio posible, y el camino para combatir el odio es visibilidad con conocimiento", asevera De Castro. "En el momento en el que alguien abandera con orgullo una de sus cualidades, las burlas pierden sentido. Por eso es esencial que quien tenga grandes altavoces lo exprese, porque no sabe a cuánta gente puede ayudar siendo visible". añade.

La ficción como espejo

Una de las herramientas más poderosas para normalizar la diversidad es la ficción. Y es que una de las secuelas que padece todavía el colectivo LGTBI es la falta de referentes durante toda la etapa de desarrollo. "No han podido imaginar un futuro esperanzador donde construir su persona en base a una identidad sexual que se escapa de la norma. Por tanto, la ficción va a cumplir esa función", explica Esnaola.

El colectivo LGTBI existe, tanto si se les refleja en una pantalla como si no

Pero esto es un asunto que todavía levanta ampollas en una parte de la población. El escándalo que ha provocado un beso entre dos madres en una película de dibujos animados es tan solo un ejemplo de las reticencias que despierta todavía representar al colectivo en series o películas. "No porque quiten ese beso van a evitar que los niños y adolescentes se hagan preguntas. El colectivo LGTBI existe, tanto si se les refleja en una pantalla como si no. Es una realidad que no se puede esconder. Así que cuanto antes des esa información, antes estás dando a un niño el poder de conocerse y entenderse", apunta la coordinadora de formación en COGAM. 

Es, en palabras de la experta, una vía hacia la tolerancia también para los que no formen parte del colectivo. "No se va a 'convertir' por la película, o por verlo en la calle, sino que simplemente apoya a quien necesita ver algo validado en un medio público y obliga a quien crea que eso es malo a entender que existe y que no pasa nada", afirma.

Adolescencias robadas

Todo lo que se vive en las primeras etapas de la vida siembra una semilla para el comportamiento adulto. Y con este asunto sucede lo mismo. Es cierto que cada vez hay más tolerancia en las aulas, pero todavía hay una proporción importante de personas que ocultan su orientación sexual durante años. Esconden una realidad que, en parte, les hará retrasar vivencias que aquellos situados dentro de lo que todavía se considera normal, sí que viven acorde a su edad.

Para Esnaola, es una cuestión de accesibilidad. "El colectivo normalmente no tiene tanto acceso a experiencias socializadas. Las experiencias sexuales o afectivas se van a vivir de forma oculta, sin poder compartirlo con sus iguales. Y eso es algo que no ocurre con las personas heterosexuales y que produce un desajuste entre la adolescencia cronológica y la adolescencia psicológica, que llega mucho más tarde", explica el psicólogo. Según cuenta, y tal y como ha podido ver en su trabajo, no es hasta la veintena cuando las personas del colectivo empiezan a vivir su adolescencia.

"Muchas de las experiencias compartidas del colectivo son adolescencias robadas. Incluso en personas que se han criado en familias abiertas, si luego llegan al instituto, tienen que sobrevivir, y lo hacen creándose un personaje. Acaban escondiendo quiénes son, y cuando pasan los años eso tiene un efecto adverso", explica De Castro. Pierdes años de vida, de madurez y oportunidades. Y eso es bastante doloroso", concluye. 

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