Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Mujeres bandera

Una mujer bandera con su nieta.
Una mujer bandera con su nieta.
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Una mujer bandera con su nieta.

Mientras volvíamos de la cabalgata recibí la llamada de mi amigo Fernando. Me pedía un favor especial, delicado y sutil. Le dije que sí. Me explicó que el rey Melchor tiene la costumbre de llamar por teléfono a casa de Charo, la suegra de mi amigo, nada más terminar la cabalgata. Es costumbre en esa familia juntarse en casa de la abuela después de ver a los Reyes. Melchor llama por teléfono para hablar con los niños antes de ponerse a trabajar. Ese año, el rey no iba a poder llamar y mi amigo, animado quizá por Pilar, su mujer, me pedía que me encargara yo.

Tengo un amigo que imita de maravilla a Emilio Gastón, que fue abogado, político, poeta, fundador del PSA, Justicia de Aragón y nubepensador. Aunque falleció en 2018, la imitación tenía más de una década y es un homenaje cariñoso muy lejos de cualquier burla. Pensé que Melchor hablaría de un modo parecido a Gastón, con cierta lentitud y parsimonia, con silencios en momentos insospechados y con una elegancia sobria y divertida. También pensé que Gastón se sentiría honrado.

"Estas mujeres toman la bandera de la identidad, de la familia y el hogar y consiguen convertir el dolor en felicidad para los demás"

Llegó el momento. Bajé al coche. Me encerré. Hice un par de ensayos. Marqué el número y surgió la magia. Imité al imitador y funcionó. Al terminar el trabajo, no sé muy bien por qué motivo, Melchor saludó a Charo. Hablaron brevemente y ella le dijo, feliz y responsable como una niña, que se había portado bien. Melchor, sin darse mucha cuenta le dijo “ya lo sé, yo siempre estoy contigo” y los dos se despidieron.

Charo acaba de cumplir ochenta años. Sus hijas le han hecho una fiesta sorpresa con toda la familia. Se le ve feliz en las fotos, con cara de sorpresa y bien acompañada. Es una de esas mujeres que vio morir a su marido, que se encontró un futuro inesperado y un vacío que llenar. Se quedó sin un brazo al que agarrarse, sin el compañero de su vida, sin un Melchor que llame a su propia casa el día cinco de enero. Lejos de arrugarse, estas mujeres toman la bandera de la identidad, de la familia y el hogar y consiguen convertir el dolor en felicidad para los demás. No se quejan, piensan en los otros y son, siempre con sus defectos, un ejemplo y un refugio. Feliz cumpleaños, Charo, mujer bandera. 

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