OPINIÓN

Ciudadanos del PP

Albert Rivera dimite como presidente de Ciudadanos tras los malos resultados en
Albert Rivera dimite como presidente de Ciudadanos tras los malos resultados en las elecciones de noviembre de 2019
Eduardo Parra - Europa Press
Albert Rivera dimite como presidente de Ciudadanos tras los malos resultados en

Cuando un grupo de personalidades relevantes creó en Cataluña el partido Ciutadans, lo hizo con la voluntad de defender una posición españolista desde el progresismo. De alguna manera, parecía que su objetivo no era el votante del PP, sino aquel del Partido de los Socialistas de Cataluña que tuviera menos veleidades nacionalistas, porque la nueva fuerza política se consideraba a sí misma socialdemócrata.

El crecimiento del partido y su expansión por España hizo ver a sus promotores que, en realidad, cuando salían del marco catalán lo que conseguían era el apoyo de votantes centristas que encontraban refugio en Ciudadanos, huyendo del PP por los casos de corrupción. Fue entonces cuando Albert Rivera optó por definir a su partido como de centro liberal. 

Ciudadanos consiguió 57 escaños en el Congreso, en las elecciones de abril de 2019. Siete meses después, en la repetición electoral de noviembre, se quedó con solo 10. Y esa deconstrucción de Ciudadanos ha derivado en una masiva fuga de votantes, mayoritariamente hacia el PP del que procedían. La pregunta que deben hacerse ahora los populares es qué habría de suponer esta realidad para el partido que ahora dirige Alberto Núñez Feijóo.

Una lectura posible es que el PP trata de ser el contenedor de votos del centro derecha. Y esto es importante: centro y derecha. Es decir, no solo derecha conservadora, sino también centro liberal. Y no es una cuestión de matiz. Porque el PP tradicional ha tenido, en ocasiones, la tentación de caer hacia posiciones alejadas del respeto a las libertades individuales de las personas en materias como la sexualidad, la maternidad o la religión. 

Todavía hoy, los populares mantienen vivo, por ejemplo, el recurso contra la reforma de la ley del aborto, dejándose llevar por su alma más conservadora y vaticanista, mientras que los votantes de Ciudadanos se acercan en estos asuntos a las posturas propias de la izquierda moderada. Porque el liberalismo no es solo una forma de pensar la economía. Pretende ser también, y de modo muy destacado, el respeto a las libertades de todos para gestionar su forma de vida: sus sentimientos, sus relaciones y sus valores morales.

Si, como ha ocurrido ya en Madrid, Castilla y León y Andalucía, los votantes de Ciudadanos se refugian en el PP, el PP deberá asumir que tendrá que respetar, defender y –muy importante– representar a esos nuevos votantes. No servirá la doctrina de Manuel Fraga cuando describía a su partido como "liberal en lo económico y conservador en lo social". Ahora el PP tiene muchos votantes que son liberales en lo económico y en lo social. Feijóo se enfrenta al reto de hacer compatibles esas dos posiciones, que no son tan fáciles de conectar.

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