Jesús Villanueva Psicólogo sanitario y subdirector de la clínica Recurra-Ginso
OPINIÓN

Control parental: prevenir los riesgos de las nuevas tecnologías en la población infanto-juvenil

Un niño mira su teléfono móvil.
Un niño mira su teléfono móvil.
GTRES
Un niño mira su teléfono móvil.

El fácil acceso a nuevas tecnologías se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de los padres que se enfrentan a la compleja tarea de educar a sus hijos en un mundo hiperconectado. Las redes sociales han transformado la forma en que nos relacionamos, dotando a la sociedad de una gran variedad de posibilidades potencialmente positivas, pero también peligrosas. La red alberga numerosas amenazas que pueden afectar gravemente al usuario, especialmente si se trata de un niño o un adolescente que todavía no es capaz de calibrar la magnitud del riesgo.

El hecho de que la población infanto-juvenil actual haya nacido en un contexto social en el que las nuevas tecnologías están integradas no implica que sepan utilizarlas correctamente, ni tampoco que sean conscientes de los riesgos a los que se exponen al hacer uso de ellas. A través de internet, tanto niños como adolescentes pueden acceder a multitud de contenidos banales que, lejos de ser constructivos para el proceso de desarrollo personal en el que se encuentran inmersos, ofrecen una imagen distorsionada de la realidad que condiciona su percepción. Por ejemplo, la influencia o el afán de popularidad generan una gran presión entre los jóvenes que buscan la aceptación social, despertando en ellos emociones contradictorias que pueden perjudicar su salud mental.

Resulta primordial que tanto padres como profesionales de la educación actúen de manera coordinada

Pero la red también dispone de infinidad de entornos, aplicaciones, contenidos y materiales de calidad que, desde un punto de vista didáctico, pueden incentivar el aprendizaje de niños y adolescentes en un mundo virtual. En este sentido, para prevenir cualquier posible riesgo, resulta primordial que tanto padres como profesionales de la educación actúen de manera coordinada, supervisando la actividad de los más jóvenes en el entorno digital para que aprendan a hacer un uso responsable de las nuevas tecnologías. Sin embargo, quienes se enfrentan al reto de educar a este segmento de la población desconocen -en su gran mayoría- el alcance de la tecnología; por ello, es necesario que cuenten con el apoyo y las herramientas necesarias para orientarles en esta compleja tarea.

Según una sentencia del Tribunal Supremo, los padres no solo tienen derecho a indagar sobre el uso que hacen sus hijos de las nuevas tecnologías, sino que es una obligación. Pero la realidad es que muchos padres no son conscientes del contenido que consumen sus hijos en la red ni del peligro al que están expuestos. Esta falta de implicación ha permitido que tanto niños como adolescentes recurran sin limitación alguna a sus dispositivos electrónicos hasta llegar a tal punto en que el hábito se convierte en una adicción. La dependencia a las nuevas tecnologías, así como a las redes sociales, es cada vez más frecuente entre los más jóvenes. Como prevención, el mejor control parental consiste en el acompañamiento, la supervisión y la educación por parte de padres y educadores, limitando el tiempo de exposición de ocio a dispositivos electrónicos. Para ello, se pueden apoyar además en herramientas informáticas que les permiten estar atentos a cualquier indicio de adicción para poder intervenir a tiempo.

Los adultos deben permanecer en alerta ante cualquier comportamiento del menor dentro y fuera de la red

El seguimiento parental, junto a una educación exhaustiva en el ámbito digital, ayuda, por tanto, a identificar y combatir cualquier amenaza presente en las redes sociales como el ciberacoso. Este tipo de acoso en el que uno o varios individuos hacen daño verbal y/o psicológico a una víctima de manera consciente y repetida es cada vez más común entre los jóvenes. La rápida difusión, la permanencia de la huella digital y el posible anonimato de los agresores convierte este tipo de acoso en uno de los más dañinos, perjudicando gravemente la salud mental de quien lo sufre. Las secuelas psicológicas pueden afectar al desempeño escolar, la autoestima, las relaciones sociales y familiares e, incluso, provocar un trastorno depresivo e ideaciones suicidas. Por ello, los adultos deben permanecer en alerta ante cualquier comportamiento del menor dentro y fuera de la red; identificar los cambios bruscos de actitud podrá permitir la detección de situaciones de ciberacoso hacia ellos mismos o personas de su entorno.

En el ámbito afectivo-sexual también es necesario controlar los contenidos a los que pueden acceder los más jóvenes

Por otro lado, en el ámbito de las relaciones afectivas y sexuales también es necesario controlar los contenidos a los que pueden acceder los más jóvenes y filtrarlos en función de su edad. Socialmente se ha extendido el mito de que los menores consumen pornografía a partir de Secundaria; sin embargo, recientes informes aseguran que un 40% del alumnado de Primaria ha visto contenido sexual en internet sin querer, mientras que tan solo un 12% afirma que le han introducido el tema afectivo-sexual en casa o en el colegio. Estos datos ponen de manifiesto una preocupante realidad: si no educamos a nuestros hijos en esta área, aumentará el riesgo de que su desarrollo se vea influido por el consumo de materiales inapropiados, sesgando su percepción de lo que deberían esperar de las relaciones afectivo-sexuales.

El proceso educativo, por tanto, debe incorporar la adecuada utilización de las nuevas tecnologías para asegurar el correcto desarrollo personal de nuestros jóvenes en un entorno hiperconectado que está repleto de amenazas. La cercanía y atención por parte de los adultos de referencia, ya sean padres o profesionales de la educación, son la receta para disminuir la probabilidad de que los menores se vean envueltos en un problema que -si no se interviene a tiempo- va a ir a más.

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