Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Buddy Valastro: el rey de las tartas o el éxito de la horterada indigesta

Buddy Valastro con su tarta con forma de Betty White
Buddy Valastro con su tarta con forma de Betty White
Dkiss
Buddy Valastro con su tarta con forma de Betty White

Buddy Valastro es uno de los reposteros más populares del mundo. Y no precisamente por su prestigio como pastelero. La reputación se consigue más rápido si cuentas con el estómago suficiente para protagonizar un reality y creerte tu propio personaje.

En España, el canal DKiss repite sin tregua los capítulos del docushow estrella de Buddy. El programa va de la espectacularidad de ver cómo Valastro consigue hacer realidad encargos de tartas que son aparentemente imposibles. Nada se le resiste: una tarta gigante con forma de coche de carreras, una tarta gigante con forma de coliseo, una tarta con forma de Betty White. Lo que sea. Todo aderezado con esa emoción lacrimógena que gusta tanto a los norteamericanos. Y que fácilmente se indigesta si la ves desde la televisión en otro país.

Buddy tiene más de telepredicador que de repostero y representa, a su manera, eso que llaman el sueño americano. Aunque haya heredado la profesión y pastelería de su familia. Pero la fama y el fanfarroneo le ha llegado gracias a que ha hecho un show mediático de sus tartas.

Sus programas siempre acaban con una marabunta de personas poniendo cara de disfrute al comer la tarta gigante del día. Da igual que tenga una pinta horrenda. Porque, sobre todo, el show de Valastro ha logrado que parezca apetecible un cocinado de dulces que, reconozcámoslo de una vez, por la tele se ven realmente asquerosos. Los bizcochos que sustentan las tartas se observan tan industriales como poco esponjosos. Y las cremas y natas que las hacen más sabrosas, empachan sólo con la sobredosis de colorantes que cobijan.  Un programa de éxito norteamericano que jamás funcionaría si lo hiciéramos así en nuestro país. Debería haber un trasfondo culinario más salubre, al menos.

Al final, El rey de las tartas parece más un documental de la cultura norteamericana del exceso, donde se puede terminar valorando más aquello recargado que empacha sin piedad que el placer que surge del equilibrio exacto de honestidad, tacto y sabor. Por suerte, el espectador de la televisión siempre está dispuesto a creer, porque necesitamos creer. Y aunque las tartas se vean realmente indigestas en pantalla, acabamos pensando que están deliciosas porque para qué vamos a llevar la contraria a lo que dice la televisión. 

Mostrar comentarios

Códigos Descuento