La fotógrafa Ana Palacios inauguró el pasado 1 de junio la exposición Armonía, en el marco de PHotoESPAÑA en el Círculo de Bellas Artes, un relato visual que busca acercar a la ciudadanía las realidades de los santuarios de animales a través de 60 piezas.
La Sala Minerva albergará hasta el 4 de septiembre la exposición del proyecto ganador de la 1ª edición del Premio f/DKV a la fotografía con causa, un ensayo de fotografía documental que explora la vida en los santuarios de animales y que busca acercar a la ciudadanía las realidades cotidianas de estos desconocidos lugares.
Hablamos con Palacios para conocer un poco más sobre este proyecto y la exposición, así como su perspectiva sobre la relación entre humanos y animales, el veganismo y la labor de los trabajadores y voluntarios de los santuarios de animales.
Ana Palacios
- Zaragoza. 29 de noviembre de 1972 (49 años)
La exposición nos acerca a la vida en los santuarios de animales, ¿era este el único objetivo del proyecto?Sí. El objetivo era contar el día a día de los trabajadores, fundadores y voluntarios con los animales, su relación, la labor que hacen, básicamente, documentar lo que hacían. Siempre me ha interesado mucho esa interacción entre los protagonistas, en este caso entre los humanos y no humanos.
¿Por qué debería la gente conocer más la labor de los santuarios?Al convivir los humanos con los no humanos se establecen muchos vínculos y unas relaciones estrechas de empatía, cariño y comprensión. Con esta exposición he visto lazos que no estaba acostumbrada a ver. Creo que es importante que la gente sepa que se puede tener otra perspectiva sobre los animales de granja. Convivir con ellos y sentir que puedes tener la misma relación con una cabra, cerdo u oveja es sorprendente y enriquecedor.
Entonces, ¿por qué cree que no empatizamos de la misma forma con todos los animales?Porque no estamos acostumbrados a convivir con ellos. La vida se desarrolla en las gradas ciudades y, por tanto, el mundo rural, la España vaciada, es cada vez más pequeña. La mayoría del mundo estamos vinculados a que la leche venga en un brik, disociamos mucho la carne con el animal del que proviene.
¿Considera que la relación que podemos tener con nuestras mascotas puede ser la misma con los animales de granja?Sí. Para mí puede ser exactamente igual. Por ejemplo, durante la documentación de Armonía una de las cabras a la que llegué a coger mucho cariño murió y hasta puse su foto en mi foto de perfil de WhatsApp. Si alguien me hubiera dicho que iba a poner la foto de una cabra en mis redes sociales no me lo habría creído. Hasta que no empatizamos no establecemos ese vínculo.
¿Por qué el nombre Armonía?Es el nombre de la oveja que aparece en una de mis fotografías, la que aparece con la pata vendada morada. Creo que en esa foto están todos los elementos que creo que orbitan en el proyecto: el cuidado de los animales, la empatía por la mirada de la oveja, la armonía que transmite al estar en un espacio seguro y la ternura que sientes por poder cuidar a otro ser sintiente y mejorar su calidad de vida.
¿Cuánto tiempo le ha llevado realizar este proyecto?Armonía está hecha en los santuarios El Hogar Animal y Gaia, en septiembre de 2020, pero el proyecto lo continúo en Mallorca con el santuario Edén y en Valladolid en el santuario Scooby. Todo el conjunto lo he titulado Wild Love (Amor salvaje), porque es lo que sentí al realizar estas fotografías, lo que vi, una entrega absoluta y un amor salvaje de los trabajadores y voluntarios que daban la vida por esos animales.
Por último, ¿ha sido duro en algún momento?Ha sido duro abrir los ojos y conocer lo que está detrás de la ganadería intensiva. El trato que se les da a los animales del que conocemos tan poco al ser muy difícil llegar a este tipo de granjas. También ha sido duro sentirme cómplice de ello.
Por otro lado, es difícil ver que estos santuarios tienen muchas lagunas legales y, por tanto, lidian contra vecinos, hábitos alimenticios de la sociedad (ser vegano es muy difícil, al menos en España, donde el 99% de las cartas en restaurantes es carne y pescado), granjas cercanas o la línea política (que protege muy poco, aunque ahora empiezan a haber más leyes de protección animal).
Además, cada día en los santuarios es una sorpresa: hay operaciones que hacer de repente, tratamientos que proporcionar... Y ellos no tienen más fuentes de ingresos a parte de las donaciones particulares, de hecho, tras la pandemia, muchos santuarios están al borde de cerrar.
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