OPINIÓN

Problemas de 'millennials'

Jóvenes de la generación 'millennial' en una reunión de trabajo.
Jóvenes de la generación 'millennial' en una reunión de trabajo.
PEXELS
Jóvenes de la generación 'millennial' en una reunión de trabajo.

Somos la resistencia, los supervivientes de la negación de una vida mejor que la de nuestros padres a base de crisis económicas y problemas de toda variedad. Se cataloga como millennials a los nacidos entre 1981 y 1993, gente que en la actualidad está en la treintena, la etapa de formalización. El pesimismo se está adueñando de una generación que debería relucir con la barra de energía cargada. El conformismo ya es una realidad, y eso no es buen síntoma. Hay un ideario colectivo cuyos mensajes radican en que va a ser muy complicado que nuestros hijos dispongan de lo mismo de lo que gozamos nosotros en su día. Ahora bien, nadie nos va a quitar una infancia y una adolescencia mejor que la de la generación posterior.

Cogimos las primeras comodidades tecnológicas de la sociedad. La Game Boy pocket y su versión más avanzada en color entretenían las tardes entre el fútbol con balones costrosos y el divertido juego del rescate. Todo el mundo sabía lo que era una 'alemana' o esconderse para 'liebre'. Nos transferíamos pokemons de unos aparatos a otros por un cable, nos pasábamos pantallas de Super Mario Land y trepábamos con Donkey Kong. Algunas niñas jugaban con muñecas Bratz. A la hora de la comida teníamos un ritual. Poner Antena 3 con Los Simpson, e incluso si llegábamos antes ver Futurama. Un tiempo después esta costumbre se complementaba con Padre de familia en la siesta. Y si llegaba el verano, había una noche que era sagrada; la del Grand Prix con Ramón García, las vaquillas, las patatas calientes y los paisanos pueblerinos. Felicidad absoluta a la que se sumaban series como Los Serrano, El comisario, o Médico de familia.

Nos transferíamos pokemons de unos aparatos a otros por un cable, nos pasábamos pantallas de 'Super Mario Land'

Vimos a nuestros padres con los primeros teléfonos móviles, dejando atrás los famosos 'busca'. Nos entreteníamos jugando a la serpiente en el Nokia 3310 mientras esperábamos en el portal a que bajase nuestro amigo tras tocar el telefonillo. El My Space nos enseñó que se podían subir fotos, el Fotolog que se podían escribir textos, y el Tuenti nos hacía crear una gran comunidad de amigos. Ahora bien, el mayor recuerdo de interacción era el del Messenger, con aquellos primeros emoticonos y zumbidos desesperantes. Podías ponerte en modo ausente, o como hacían los más guays del momento, en modo 'No disponible' para evitar que saliesen mensajes en el escritorio. Quedábamos para ir a un local con ordenadores en red llamado ciber a jugar al 'counter' o al Battlefield. Ver vídeos de Youtube era la última moda, e indescriptible era tener un mp3 con canciones de Sonia y Selena, raps de Nach Scratch, reivindicativas de Ska-P o los Nikis, algo de música 'poki o bakalao' e incluso primeros temas de reguetón como Pobre diabla. Algunos, de hecho, no se quitaban uno de los cascos a la hora de hablar con el resto de la pandilla en el parque.

Con una infancia y adolescencia como esas, solamente quedan por resaltar los flequillos hacia un lado que se lucían en locales como But o las melenas de coletilla y laterales rapados. El estilo de vestimenta variaba entre camisetas de El niño con zapatillas Sparco o pantalones por debajo de la cadera con Vans anchas de cordones de colores. Cada grupo de amigos tenía su estilo, y las estéticas eran cambiantes. No todos sabíamos idiomas, ni jugábamos online desde nuestras casas, ni tampoco teníamos aplicaciones para ligar; pero éramos felices. No hace tanto tiempo de todo esto, hoy parece lejano y a los de la generación millennial, por muchos problemas que nos depare el futuro, nadie nos quitará una de las mejores juventudes que se han tenido. Bajo mi punto de vista, la mejor.

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