'Orgullo Loco': "Si la gente fuese consciente de la violencia que sufrimos, no lo aprobaría"

  • Pacientes psiquiátricos se unen contra los tratamientos extremos.
  • Denuncian prácticas violentas en centros como medicación forzosa, inmovilización o ingresos involuntarios.
fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Orgullo Loco. Plataforma creada para exigir un trato más humano a personas con problemas psiquiátricos
Alberto Cordero (izq.), Fatima Masoud y Rafael Carvajal, activistas de Orgullo Loco Madrid.
Jorge París
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Sus amigos le notaban nervioso, actuando de forma extraña, pero él no percibía lo mismo que en las crisis que había sufrido en el pasado. No había pensamientos delirantes ni se sentía en un "universo paralelo". A pesar de todo, Rafael Carvajal, que ahora tiene 57 años y, entonces, 51, decidió ir por su propio pie a su hospital de referencia para hablar con un psiquiatra.

"Pensaba que estaba bien, no veía ningún problema, no había hecho nada malo ni estaba teniendo pensamientos delirantes, pensaba que hablaría con un psiquiatra y a lo mejor me cambiaría la medicina o algo", declara Carvajal, que, sin embargo, vivió una experiencia muy diferente a lo que pensaba: "A los 10 minutos estaba atado a una cama".

La enfermera de urgencias siguió, probablemente, un protocolo, dados los antecedentes de Carvajal, diagnosticado de bipolaridad de tipo 1 y que había sido ingresado de manera no voluntaria en varias ocasiones en los años anteriores. Tras ingresar en la planta de psiquiatría, Carvajal pasó una semana ingresado, según asegura, sin posibilidad de abandonar el hospital y fuertemente medicado sin su consentimiento.

"Dije que no me gustaba lo que estaba pasando y que me quería ir y lo que era algo voluntario se volvió involuntario, me dijeron que me quedaba", relata Carvajal. "Es una deshumanización, lo único que hacen es llenarte de químicos, de pastillas hasta que ya no puedes más, ves al psiquiatra una vez a la semana y el resto del tiempo tienes dos opciones o sentarte a ver la tele o dar vueltas por el pasillo, es todo lo que hay".

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Rafael Carvajal acudió por su propio pie al hospital, pero al llegar le ataron a una silla y le mantuvieron ingresado contra su voluntad durante una semana.
Jorge París
"Dije que no me gustaba lo que estaba pasando y que me quería ir y lo que era algo voluntario se volvió involuntario"

Locos y orgullosos

Métodos como el de atar a los pacientes psiquiátricos -técnicamente llamado contención mecánica-, los ingresos involuntarios o la medicación forzosa son algunas de las prácticas que el colectivo Orgullo Loco, del que Carvajal es activista, está denunciando como una "violencia psiquiátrica que no es puntual" dentro del sistema sanitario público.

El caso de Andreas Fernández, una joven de 26 años que murió en 2017 de meningitis tras 75 horas atada a una cama de un hospital habiendo sido erróneamente diagnosticada con una enfermedad mental, encendió la primera luz de alarma sobre la pervivencia de métodos que podrían atentar contra los derechos básicos de los pacientes psiquiátricos.

Recientemente, el Gobierno anunció que buscará impulsar una reforma legal para eliminar los internamientos forzosos a enfermos psiquiátricos y buscar "medidas alternativas" más basadas en los Derechos Humanos.

Orgullo Loco, formado por personas diagnosticadas con enfermedades mentales y que busca apropiarse del término "loco" siguiendo el ejemplo del movimiento LGTBI, nació en Canadá en los años 90. En España aterrizó en 2010 en Asturias, en unas jornadas que se conocieron como El Escandalazo y, desde 2018, se celebra un día del orgullo loco con actos y manifestaciones en diferentes puntos del país.

"La idea es resignificar la palabra loco que siempre ha sido un insulto y que hace pensar que los locos son peligrosos, que hay que encerrarlos y cometer violencia contra ellos y nosotros nos apropiamos de esa palabra y nos sentimos orgullosos por haber sobrevivido al sistema psiquiátrico y seguir sobreviviendo", declara Fátima Masoud, portavoz del movimiento en Madrid.

Las manifestaciones convocadas el 28 de mayo llevaron como lema "Contra las violencias psiquiátricas" y reunieron en Madrid, Barcelona, Valencia o Zaragoza a centenares de personas. "Queremos que se empiecen a visibilizar las violencias porque la sociedad española en su conjunto no aprobaría ese tipo de violencias si fuesen conscientes de que se dan continuamente en el sistema", concluye Masoud.

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Fatima Masoud es portavoz del colectivo Orgullo Loco Madrid.
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"Nosotros nos apropiamos de la palabra loco y nos sentimos orgullosos por haber sobrevivido al sistema psiquiátrico"

"O dejas de llorar o no te marchas de aquí"

"Nadie acaba en el psiquiátrico por decisión propia", declara Alberto Cordero, de 24 años y que, con 18, fue ingresado en una planta psiquiátrica por primera y única vez en su vida.

"Para mí fue una situación super dura, venía de una situación de bullying y acoso en mi pueblo y los profesores se portaban mal conmigo porque era un alumno que no valía, a partir de ahí empezó a trasladarse esa violencia a casa, y, al poco, mi padre asumió que lo que estaba mal era yo y me dijo que fuera al psiquiatra y, claro, yo no acabe en el psiquiatra por mi propio pie", relata este joven, también activista de Orgullo Loco.

Ante el psiquiatra, Cordero, que había sido recientemente diagnosticado de un trastorno psicótico no específico, describió su estado de ansiedad por su situación personal y también dijo que "quería morir". Aunque él ahora le quita hierro a esa afirmación, "lo típico que dice un adolescente", señala, el médico consideró que debía quedarse internado.

"Me llevaron a un pasillo, mi madre venía conmigo porque mi medico me dijo que en la planta de psiquiatría me dejaban estar con mi madre y con el móvil, pero al poco de entrar ahí, vino un celador y le dijo que se fuera para casa y me quitaron el móvil", descubre Cordero. "Siempre he tenido mucho amor por mi madre, iba a todos lados con ella y, cuando me separaron de ella, me quedé bloqueado y estuve toda la noche llorando".

La psiquiatra que le visitó por la mañana, según su relato, se mostró tajante con él: o dejaba de llorar o no le dejarían irse. Estuvo cinco días ingresado hasta que recibió el alta. "No sé hasta qué punto podía ayudarme eso, obviamente, no me dio ganas de vivir y menos el estar encerrado en una habitación con llave y con barrotes".

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Alberto Cordero fue ingresado a los 18 años y, frente a lo que se le dijo en un principio, no se le permitió estar acompañado de su madre ni tener su móvil.
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"Obviamente, no me dio ganas de vivir y menos el estar encerrado en una habitación con llave y con barrotes"

La libertad del paciente psiquiátrico

La falta de autonomía de los pacientes psiquiátricos a la hora de decidir sobre su tratamiento e internamiento es otra de las cuestiones denunciadas por Orgullo Loco y que genera más polémica entre los propios profesionales de la salud mental.

"Tienen todo el derecho del mundo y la inmensa mayoría de los enfermos que tratamos de salud mental, nosotros decimos: ‘¿Quieres tomar esta medicación? ¿No quieres tomar esta medicación? ¿Quieres ingresar? ¿No quieres ingresar?", explica Víctor Pérez, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica.

"Lo que pasa es que hay momentos en la vida de los enfermos con trastornos mentales graves en los cuales tienen un riesgo para ellos o un riesgo para la sociedad y alguien tiene que tomar esa decisión -la contención mecánica o el ingreso no voluntario- y, en este momento, esa decisión le toca a los médicos que estén de guardia", declara Pérez, que subraya que los ingresos involuntarios deben ser aprobados por un juez.

El derecho a renunciar a un tratamiento está amparado por la ley de autonomía del paciente, que literalmente otorga a todo usuario "a negarse al tratamiento, excepto en los casos determinados en la Ley".

Entre estos supuestos está "cuando existe riesgo inmediato grave para la integridad física o psíquica del enfermo y no es posible conseguir su autorización", un resquicio legal que, los activistas denuncian que se ha convertido en habitual en el caso de los enfermos psiquiátricos.

"Lo que ocurre es que esto deja de ser tan excepcional y acaba siendo una cuestión que se produce bastante en el día a día muchas veces por la falta de medios", declara María Fuster, abogada especialista en salud mental y vicepresidenta de la Asociación Española de Neuropsiquiatría y otros profesionales de la salud mental (AEN).

"Estamos intentando trabajar en una serie de herramientas que puedan facilitar el que ellos y ellas, en el caso de que estén pasando por una situación de crisis en la que no puedan manifestar cuál es su voluntad o como querrían ser tratados, hayan dejado constancia en algún sitio de esa información", declara Fuster, que señala que

"Hacen falta más recursos y también más especialización y que los profesionales que intervienen en procesos de acompañamiento sociosanitario al colectivo sean necesariamente profesionales especializados en salud mental es completamente necesario para revertir el sistema actual", añade la jurista.

"Hacen falta más recursos y también que los profesionales que intervienen en procesos de acompañamiento sociosanitario sean especialistas en salud mental"

Compañía, conversación y tiempo

Carvajal y Cordero llevan varios años sin acudir al psiquiatra y aseguran estar en su mejor momento en mucho tiempo. Ambos reivindican su derecho a tener una vida autónoma y funcional aún asumiendo su condición de "locos".

"La locura no me impide hacer nada, ni me aboca a nada, a pedir una pensión, a estar escondido en casa de mis padres, no me limita en el plano político, a la hora de encontrar una pareja, mi vida es plena", asegura Carvajal, que lleva ocho años trabajando como profesor de inglés.

Alberto empezó a estudiar Filosofía y Ciencias Políticas por la UNED desde su pueblo de Extremadura por recomendación de su psiquiatra, que consideraba que no podía alejarse de su casa y necesitaba ir periódicamente a consulta. Un año después, se trasladó a Madrid, donde continúa actualmente con sus estudios. "Me vine y la verdad es que Madrid está siendo de los mejores momentos que he pasado en mi vida".

Para ambos, el tratamiento que mejor ha funcionado en sus momentos de crisis ha sido sencillo: compañía, conversación y tiempo. Un método que requiere de unos medios de los que el sistema sanitario público probablemente carece, pero también un cambio de paradigma en la forma de afrontar los problemas de salud mental.

"La última vez que tuve una crisis, estaba viviendo con una mujer loca y ella se dio cuenta de que no estaba bien y me llevó a dar un paseo por el barrio, me habló, me hizo hacer afirmaciones, escribir 'yo soy un hombre válido', fuimos a mi psiquiatra para hablar de medicina y se me pasó la crisis", declara Carvajal. "Lo que he aprendido por activismo es que el que mejor puede ayudar a un loco es otro loco".

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