La monarca con el reinado más largo de la milenaria historia británica, la decana de todos los soberanos reinantes, festeja estos días, con toda la pompa y solemnidad que la ocasión requiere, sus 70 años en el trono.

La reina Isabel II, durante estas siete décadas, ha llevado con dignidad y determinación el peso de la Corona. Ha conseguido mantener intacta su popularidad y el respeto de su pueblo sin que los escándalos y desavenencias familiares la hayan salpicado. Y no ha sido fácil, especialmente en los últimos tiempos, en que han tenido que ser apartados de todas sus funciones institucionales el príncipe Andrés, del que siempre se dijo que era su hijo favorito, y su nieto Harry, que desde su matrimonio con Meghan Markle no ha dejado de crear problemas.

El duque de York y los duques de Sussex siguen siendo miembros de la familia, pero ya no forman parte de la familia real. Y en un difícil ejercicio de protocolo no han estado presentes en el balcón de palacio para la foto oficial de los festejos del Jubileo, pero se les concederá un lugar más discreto en la celebración de la misa de Acción de Gracias en la Catedral de San Pablo. Allí podrán hacer acto de contrición y pedir perdón por sus pecados.

En la calle, la diversión está asegurada. El Trooping the Colour abrió los festejos y al desfile militar siguen estos días carreras de caballos, música y actuaciones de artistas famosos, pícnics en los parques y jardines en todo el país y 22.000 invitados en el Palacio de Buckingham brindando a la salud de la reina.

Los ingleses saben hacer estas cosas a lo grande.