
La última vez que se vieron fue hace dos años. Felipe VI y Juan Carlos I se reencontraron ayer en la Zarzuela en la más estricta intimidad. Nunca un encuentro privado ha tenido tanta trascendencia pública. El emérito, que se negó a dar explicación pública o disculpa alguna sobre los asuntos turbios que determinaron su marcha a Abu Dabi, habrá sido algo más comunicativo con su hijo al que tanto daño ha causado. También cabe imaginar que en el reencuentro familiar habrán tratado de regular sus futuros movimientos aquí en España para evitar circos mediáticos como el de Sanxenxo. Qué menos.
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