Francisco Aranda Diputado por Barcelona y miembro de la Diputación Permanente en el Congreso
OPINIÓN

Las voces de Catalunya

"Catalunya tiene muchas voces y se expresa en una voz plural"
Con el lema 'Recuperem el seny', han marchado exhibiendo multitud de banderas españolas, catalanas y europeas desde la plaza Urquinaona, pasando por la Via Laietana hasta la avenida Marquès de l'Argentera, donde se han pronunciado los discursos.
Banderas españolas, europeas y catalanas.
Quique García / EFE
Con el lema 'Recuperem el seny', han marchado exhibiendo multitud de banderas españolas, catalanas y europeas desde la plaza Urquinaona, pasando por la Via Laietana hasta la avenida Marquès de l'Argentera, donde se han pronunciado los discursos.

Una de las constantes universales que rigen en la política catalana, y que ‘mutatis mutandi’ se refleja en la política española, es la permanente asociación, vinculación y asimilación que se hace de Catalunya, de la totalidad de catalanes y catalanas, con los posicionamientos, intereses y objetivos partidistas por parte de no pocos portavoces de los partidos nacionalistas e independentistas.

En la historia de Catalunya desde la Transición y la recuperación de la autonomía y la democracia, los ejemplos son numerosos, y como una herencia que pasa de padres a hijos, los sucesores de aquellos que se arrogaban la palabra y el pensamiento de todo un país, ejercen los mismos argumentos, las mismas palabras para, amparándose en esa supuesta portavocía de Catalunya, justificar cualquiera de sus argumentos. “Porque si somos Catalunya, lo que decimos es cierto.”

En el Congreso de los Diputados hay especialistas en adornar sus intervenciones con advertencias, admoniciones y avisos de que criticarlos a ellos, es criticar a Catalunya. Y, por extensión, sus proyectos, propuestas y posicionamientos son el resultado de traer la voz de Catalunya al Congreso. Y, ciertamente, hay una distancia bastante considerable con la realidad.

La primera de ella, la propia naturaleza plural de Catalunya, donde nadie ostenta la preeminencia sobre nadie y es esta propia pluralidad la que refleja nuestra realidad. En segundo lugar, porque la realidad es tozuda y la última vez que los catalanes fuimos a votar en unas elecciones para el Parlament el partido vencedor fue el PSC. Eso no gusta a algunos y algunas de los autoproclamados portavoces de la verdad absoluta y el dogmatismo ideológico.

La última vez que los catalanes fuimos a votar en unas elecciones para el Parlament el partido vencedor fue el PSC

Cierto es que en el Congreso nos encontramos diputados y diputadas catalanes de todo el espectro ideológico y no podemos ninguno de nosotros erigirnos en nada más que en portavoces de nuestros votantes y defensores de una pluralidad que nos fortalece. 

Es nuestro trabajo representar lo mejor posible a aquellos que nos dieron la confianza, como es también nuestra responsabilidad trabajar para construir espacios de diálogo, de esfuerzo conjunto y de políticas que beneficien al conjunto de la ciudadanía de Catalunya, sin exclusiones. Pero no desde una bandera inexistente que se agita más para tapar las propias carencias del discurso que por querer de verdad abarcar a todos. Máxime cuando hay quienes son especialistas en dividir, en olvidar a la mitad de su población y en ningunear a los representantes políticos.

La reciente sentencia del Tribunal Constitucional dando la razón al PSC y a Miquel Iceta ante el atropello de los derechos políticos que sufrieron los votantes socialistas cuando la mayoría parlamentaria independentista vetó la designación de Iceta como senador autonómico, es un ejemplo de esta confusión entre mayoría electoral y respeto a las instituciones.

Porque, y dicho desde la distancia ideológica y el respeto político, es obvio que a los socialistas catalanes nos separa de los partidos independentistas no sólo lo que creemos que ha de ser Catalunya y la relación de ésta con el resto de España, no solo cómo han de ser las relaciones entre gobiernos e instituciones, o cómo entendemos el respeto de las instituciones de autogobierno catalanas, sino que, en muchas ocasiones, nos separa también la política real. La política que hace avanzar las sociedades, la política que mejora las condiciones de vida de nuestros conciudadanos. La política que aprueba leyes que benefician a todos y especialmente a quienes más lo necesitan. La política que aprueba la reforma laboral o el paquete de medidas económicas para hacer frente a las consecuencias de la guerra en Ucrania. Ahí nos encontraran siempre.

Creemos tanto en nuestra posición y en lo que trasladamos a la ciudadanía española y catalana que no necesitamos apelar a ser los portavoces de todos. Sólo sus servidores. Muchas veces hemos visto como nos han hablado con displicencia política, con un desdén continuo, con una pose surgida de esta construcción de una realidad mental paralela que no tiene traslación en el mundo real. El mundo real de las decisiones políticas que mejoran la vida de nuestros ciudadanos, vivan donde vivan, piensen lo que piensen. La política real de quienes buscan el acuerdo, el diálogo, el consenso y el progreso.

La voz de Catalunya no es propiedad de ningún partido. Por supuesto no del mío, pero tampoco sin el mío esa voz está completa. Catalunya tiene muchas voces y se expresa en una voz plural.

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