OPINIÓN

Pedro Sánchez surfea la marejada

Pedro Sánchez, tras convalidarse el plan económico contra la guerra.
Pedro Sánchez, tras convalidarse el plan económico contra la guerra.
EFE
Pedro Sánchez, tras convalidarse el plan económico contra la guerra.

Este primer experimento de Gobierno de coalición desde la Segunda República está ofreciendo episodios políticos sugestivos y hasta fascinantes. Que el líder de uno de los partidos que lo conforman decidiera dimitir solo catorce meses después de acceder al cargo –cuando lo había buscado desesperadamente durante siete años y cuatro procesos electorales–, solo es el primero de los muchos momentos pintorescos a los que hemos asistido. Pero hay algo que tiene más calado que esa tentación fuguista. Porque esta legislatura será recordada por las extrañas relaciones entre los socios de coalición, y entre ellos y sus socios parlamentarios.

A lo largo de los casi dos años y medio que dura este mandato presidencial, Pedro Sánchez ha tenido que gestionar a sus amigos políticos con maña de hilandera. No resulta chocante que dos partidos, aunque sean socios, mantengan diferencias de criterio. Es más significativo el gusto de Unidas Podemos por hacerlo saber a todos, a veces con métodos campanudos. Y es aún más llamativo que estando en contra de casi todas las decisiones en asuntos de Estado que adopta el Gobierno al que pertenecen –monarquía, guerra de Ucrania, aumento del gasto militar, Sáhara Occidental…–, la voluntad de mantener el cargo sea mucho más férrea que cualquier principio político o ético.

Esta legislatura será recordada por las extrañas relaciones entre los socios

No es menos intensa –al menos, hasta ahora– la determinación del principal socio parlamentario de Moncloa. Esquerra Republicana de Catalunya muestra cada día su sentimiento de rechazo al trato que recibe del Gobierno, bien porque no se les informa lo suficiente sobre asuntos importantes, o bien porque las políticas del presidente van en contra de los deseos del independentismo. Y, sin embargo, los trece diputados de ERC en el Congreso gestionan sus votos con la delicadeza debida para no dejar caer a Pedro Sánchez: votan en contra cuando saben que eso no supondrá que el Gobierno de coalición se venga abajo. Solo ahora, con el escándalo del espionaje, Esquerra ha elevado el listón de sus amenazas al asegurar que la legislatura puede acabar aquí. Quizá hablen así porque no recuerden un hecho muy relevante: cuando aprobaron los Presupuestos Generales del Estado entregaron a Pedro Sánchez el mando completo, y el presidente solo convocará elecciones cuando crea que más le beneficia. Eso no necesariamente coincidirá con el momento en el que Oriol Junqueras dé la orden de retirar el apoyo de Esquerra a la coalición.

Entretanto, Pedro Sánchez surfeará el oleaje –que a veces es una intensa marejada, más por culpa de sus socios que de la oposición– con suerte diversa, pero con el convencimiento de que la duración de la legislatura depende, únicamente, de su voluntad. 

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