Después de la tormenta siempre llega la calma. Ortega Cano está acostumbrado a que tras el ruido avanza el silencio. Si bien es cierto que los últimos tiempos no han sido nada fáciles, parece que las piezas van encajando. Lo suyo con Ana María Aldón está más tranquilo y lo que antes eran reproches ahora parecen complicidades. Aunque hay quien todavía sostiene que ese matrimonio está tocado de muerte, ellos insisten en que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. 

Eso sí, lo que todavía sigue sin resolverse son las diferencias que mantienen con la familia de él. Ana María no perdona que la señalen como responsable de los problemas de su marido y, mucho menos, que la sigan tachando de aprovechada y descarada.

Los dos están viviendo un renacer profesional. Ana María destaca en televisión como colaboradora del programa Viva la vida, es imagen de un gazpacho y tiene varias propuestas comerciales. Las empresas se la rifan porque ven en ella una naturalidad que, para otros, es estudiada y fingida pose.

Por su lado, José está muy contento con su colaboración con la Comunidad de Madrid y, además, ha fichado a un joven torero del que es apoderado. Se trata de Álvaro Burdiel, un apuesto novillero que pronto vivirá su día grande. Ortega Cano está convencido de que Burdiel, alumno de la escuela de tauromaquia José Cubero, tiene talento y un futuro muy prometedor sobre el albero.

Por el momento, Álvaro también triunfa en las redes sociales en las que, además de subir recuerdos de sus faenas, comparte fotografías fuera de la plaza. Todo un modelo.