Iñaki Ortega Doctor en economía en la Universidad en internet UNIR y LLYC
OPINIÓN

Espiados y expiados

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante la sesión de control en el Parlament.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès.
ACN
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante la sesión de control en el Parlament.

Dos amigos de un instituto de Haifa diseñaron en 2010 una aplicación para reparar teléfonos a distancia. En esa localidad portuaria, hoy centro tecnológico de referencia en Israel, encuentran todas las facilidades para madurar su innovación. Básicamente buscaban que, en lugar de tener que llevar tu dispositivo móvil a una tienda, un programa informático pudiese hacerlo en remoto. El invento funcionó, pero inopinadamente con la incorporación de un exmilitar se convirtió en la empresa espía más famosa del mundo, Pegasus. O lo que es lo mismo, la forma más eficaz de conseguir información confidencial de cualquier persona gracias a un virus en su teléfono móvil que escucha, lee y ve todo. 

Es entonces cuando el gobierno de Israel, el país de estos emprendedores, les obliga a que los clientes de la compañía solo puedan ser Estados para poder seguir operando. Pegasus ha espiado a mandatorios y empresas internacionales y también a delincuentes de toda condición, siempre con la aprobación del gobierno hebreo y previo pago de un precio –no pequeño– a la compañía de esos viejos compañeros de instituto. Lógicamente, entre los clientes de Pegasus están las agencias de información de Estados de medio mundo, siempre que se lleven bien con Israel.

Aunque la lista de espiados se conoce hace tiempo, ahora ha vuelto a ser noticia para poner en apuros al Gobierno de Pedro Sánchez. Parece ser que el propio presidente o alguno de sus ministros autorizaron al CNI espiar a independentistas catalanes y vascos que sostienen su propio Gobierno. El resto te lo puedes imaginar porque en esta legislatura no es la primera vez que pasa. El enfado inicial de los socios parlamentarios de Sánchez se desvanece por obra y gracia de un indulto a presos, una rebaja de multas a condenados cuando no unas generosas partidas presupuestarias o, como esta vez, meter a los que más odian España en la comisión de secretos oficiales. Hasta la siguiente, o no.

El enfado inicial de los socios parlamentarios de Sánchez se desvanece por obra y gracia de un indulto a presos

Por eso mismo y como en ocasiones la memoria nos falla, me atrevo a decir desde estas líneas y con motivo del caso Pegasus, que los espiados no son la causa de los problemas de este Gobierno sino los expiados. Los socios espiados y los ministros expiados. Me explico recordando que expiar en lengua castellana es lo mismo que borrar las culpas a través de algún sacrificio. Sánchez fue elegido presidente en 2018 gracias al apoyo de Podemos y los independientes catalanes y vascos, pero ha querido gobernar como si ese 'pecado original' no existiese. 

Sus socios, cada poco tiempo le recuerdan la cruda realidad y el presidente no tiene otro remedio que expiar sus culpas con sacrificios, que por su bruxismo en el escaño del Congreso de los Diputados, no debe ser nada agradable para él. La expiación es el precio que tiene que pagar por seguir en Moncloa. La duda es si en unas de estas expiaciones, el sacrificio sea tan grande que decida acabar con la agonía y por tanto con la legislatura. Quién lo sabe.

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