Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

La cólera de Francia y España

La candidata ultraderechista a la presidencia de Francia, Marine Le Pen, este domingo tras conocerse las estimaciones de las elecciones francesas.
La candidata ultraderechista a la presidencia de Francia, Marine Le Pen, este domingo tras conocerse las estimaciones de las elecciones francesas.
IAN LANGSDON / EPA / EFE
La candidata ultraderechista a la presidencia de Francia, Marine Le Pen, este domingo tras conocerse las estimaciones de las elecciones francesas.

Siempre se dijo que cuando Francia se constipa toda Europa estornuda. España es un país vecino y aunque cursemos esos catarros de distinta manera, el contagio de cualquier influencia negativa puede causarnos una pulmonía política. Pasado el tiempo de alegrarse por la abultada victoria de Macron sobre Marine Le Pen y conjurado el riesgo de un vuelco inesperado que entronizara a la líder ultra en el Elíseo, conviene observar aspectos muy preocupantes que esos comicios presidenciales evidenciaron y que no nos son ajenos. El primero es el desinterés creciente del electorado por participar del sistema democrático substanciado en esa abstención del 27,6%, la más alta en Francia desde 1969. Que cada vez acuda menos gente a las urnas facilita el que prosperen los populismos y un posible acceso al poder de las opciones más radicales, disparatadas o autoritarias.

Eso que ocurre en Francia desde hace años es lo que en España anima a Vox

Pero, por encima de todo, lo que las presidenciales galas patentizaron es la ruptura social entre la Francia que está conforme con su vida y la de los cabreados. Es más que dudoso que ese 41,7% del electorado que votó a Le Pen lo haga por sus convicciones ultraderechistas. En tan alto porcentaje hay muchos ciudadanos que, algún día, se declararon o se tuvieron por progresistas y que, decepcionados por la política, expresan su rechazo votando a quienes más golpean o gritan. El suyo no es un voto ideológico sino de castigo, de ahí que la ultraderecha haya logrado captar apoyos en poblaciones y barriadas obreras que antes eran caladeros de la izquierda. Eso que ocurre en Francia desde hace años es lo que en España anima a Vox a trabajarse con denuedo los llamados cinturones rojos de las grandes ciudades en los que, por ahora, aún está lejos de obtener los frutos recolectados por sus amigos ultras del vecino país.

Emmanuel Macron, a quien su arrogancia no ayudó a calmar el descontento por asuntos tan terrenales como la pérdida de poder adquisitivo, además de mostrarse reconciliador la noche de los Campos de Marte, tuvo el acierto de admitir que hay mucho por recoser en un país brutalmente polarizado asumiendo que debe reaccionar ante la cólera que condujo a millones de franceses a optar por la Agrupación Nacional de Le Pen.

Esa enorme expresión de enfado le obliga a pisar más la tierra y dar respuestas eficaces que aparten a la gente de la demagogia populista y las soluciones milagro. Aunque Bruselas respiró ante la perspectiva de un nuevo quinquenio con la tracción de Francia en favor del proyecto común europeo, a nadie se escapa el nuevo avance experimentado por la ultraderecha y que Marine Le Pen presentó como una victoria con la mirada puesta en las elecciones legislativas del próximo mes de junio, donde ya ha empezado el baile de las alianzas.

Le Pen ha entendido que la única forma de ampliar su espectro electoral pasa por no dar miedo

Le Pen ha entendido que la única forma de ampliar su espectro electoral pasa por no dar miedo. Con ese objetivo corrigió a la baja sus propuestas más radicales como la de sacar a Francia de la UE. La irrupción en la política francesa de alguien aún más radical que ella como Éric Zemmour ha contribuido a centrar su imagen y hacerla electoralmente más fácil de asimilar. Una estrategia de la que están tomando nota sus homólogos en España. Vox, que invitó a Marine Le Pen y al autócrata húngaro Orbán a su cumbre de Madrid, acaba de entrar en el Gobierno de Castilla y León y todo indica que aprovechará esa posición para transmitir una imagen de moderación y resultar más digeribles de cara a las elecciones andaluzas de junio y a los próximos comicios generales. Agitarán la cólera pero con piel de cordero, como Le Pen.

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