Si se tratara de un partido de tenis se hablaría de una bola de partido. Ese es el panorama. A ambos lados de la mesa, Emmanuel Macron y Marine Le Pen llenaron el espacio de gestos y de miradas, con alguna sonrisa que denotaba tensión. El cara a cara, sin red, se elevó como la última oportunidad para ambos antes de la segunda vuelta del domingo. Las presidenciales francesas están envueltas en un aura distinto, y distinta será Francia dependiendo de quién gane el 24 de abril. Macron y Le Pen solo tienen, si acaso, una cosa en común: ambos quieren sentarse en el Elíseo. Y el debate de este miércoles sirvió, precisamente, para que se vieran sobre todo las diferencias.
De 2017 solo quedan las mismas caras, porque ni el ya no tan joven candidato liberal ni la líder de la derecha radical que quiere parecer menos radical son lo que eran hace cinco años. El primero, porque acusa el desgaste y carga con la losa sobre todo de sus primeros años de gestión; la segunda porque ha necesitado vestirse de moderación para tratar de conseguir lo que no consiguió su padre en 2002: ganar. Con todo, ocho bloques coparon las más de dos horas y media de intercambio: poder adquisitivo, internacional, modelo social, medioambiente, competitividad, juventud, seguridad e inmigración e instituciones.
El primer bloque, el económico, se abrió con Le Pen diciendo que "lo mejor de Francia es su pueblo" y que ese pueblo, en estos cinco años, "está preocupado por el declive que ha sufrido" bajo el mandato de Macron. El poder adquisitivo trató de ser un pilar para la candidata: "Seré la presidenta del renacimiento y de la concordia restaurada entre los franceses". La líder de RN enumeró todo lo que iba a abarcar si accede al cargo, llamando a los votantes con transversalidad. Macron, por otro lado, confrontó reconociendo "las dificultades" que atravesó y atraviesa Francia con la pandemia y la guerra. "He dirigido nuestro país tomando decisiones, y voy a seguir haciéndolo. Podemos hacer que nuestro país sea más independiente y más fuerte" para, sostuvo, "mejorar la vida diaria" de los ciudadanos. Macron quiere que Francia sea "una gran potencia" en todos los sentidos.
Dos modelos, dos Francias
"Tengo que ser la portavoz de los franceses, porque yo solo he visto franceses que me decían que no llegan a final de mes", expresó Le Pen, sacando a relucir la, dijo, negativa política económica de Macron. "Quiero hacer del poder adquisitivo la prioridad de mi próximo quinquenio, bajando los impuestos y los gastos fijos. De forma perenne". Esa fue la apuesta económica de la candidata ultraderechista, que quiso reivindicar "el valor del trabajo" y de las ayudas sociales. Así, trató de elevar su perfil de candidata "de la gente".
En frente, el presidente se desmarcó, apostando por ejemplo por bloquear el precio de la energía. "Usted votó en contra de esto", espetó Macron, que quiso diferenciarse de Le Pen apostando "por medidas eficaces frente a la crisis". Reivindicó además la creación de 1,2 millones de puestos de trabajo. El actual inquilino del Elíseo tiró de datos para respaldar su gestión, aún reconociendo que muchas medidas "son de crisis" frente a las de RN, que busca, entre otras cosas, abandonar el mercado energético europeo de la electricidad, algo que Macron ve "un error porque estamos interconectados".
En un tono por momentos cordial, ambos candidatos confrontaron su programa económico sin estridencias, pero más radical en el caso de Le Pen, que busca un cambio drástico a lo que plantea Macron. Acabaron enrocados en sus propuestas sobre cómo aumentar el poder adquisitivo y el presidente ‘desnudó’ que Le Pen votó en su momento en contra de lo que ahora apoya. Ella sentenció que las medidas del presidente "son ineficientes y están mal calibradas", y le recordó las revueltas de los chalecos amarillos.
El mayor choque, a cuenta de Putin
Al entrar en el capítulo internacional, empezaron los mayores roces. "Estamos viviendo momentos que son de extrema gravedad", dijo Macron sobre la guerra. Sobre el papel de Francia y de Europa, el presidente defendió el "apoyo a Ucrania para evitar que Kiev caiga". Se vistió de mediador para evitar "una escalada" y llamó a "reforzar los contactos con los aliados". Le Pen, dejando de lado su vínculo con Putin, celebró los intentos de Macron y defendió la ayuda a Ucrania, pero al mismo tiempo dijo que no está de acuerdo con las sanciones a la energía rusa. Le Pen no quiere un bloqueo energético "porque tendrá consecuencias cataclísmicas contra los particulares y contra las empresas". Avisó, así, de que Europa “no puede hacerse el harakiri”. Macron recogió el guante y tiró de hemeroteca para precisamente desenmascarar a Le Pen: "Usted depende del poder ruso". Fue este el apartado más tenso, y el presidente sostuvo que él siempre ha recibido a Vladimir Putin "como un jefe de Estado y no como un banquero".
Creo en Europa y creo en el eje franco-alemán. Nos ha permitido avanzar
En cuanto a la Unión Europea la distancia volvió a ser sideral. "Creo en Europa y creo en el eje franco-alemán. Nos ha permitido avanzar", empezó un Macron cómodo en este capítulo. El proyecto de Le Pen no va por ahí: ella considera que "no hay Unión Europea porque no hay pueblo europeo", y en todo caso buscará “una alianza de naciones”, por lo que tendrá que reformar el proyecto actual. Además, aseguró que no quiere que Francia esté sujeta "a lo que diga la Comisión Europea". Macron se limitó a recordar que la UE "somos 27 y si se sale, se sale usted sola". Habló del brexit sin mencionar el brexit. "Quiere salir de la UE, pero no lo dice. Puede pintar la fachada del color que quiera", sentenció.
Quemada la baza internacional y europea, el debate siguió endureciéndose con las políticas sociales. No hubo acuerdo entre ambos ni sobre la edad de jubilación: Le Pen con un sistema progresivo (entre los 60 y los 62 años) y Macron sin tocar demasiado el modelo existente, con una bajada de cuatro meses al año. Él, de hecho, se centro no tanto en cuándo jubilarse, sino en un reforzamiento de las pensiones. Y volvió a tirar de cifras de esta legislatura: "Soy creíble, no he subido los impuestos, los he bajado". Para la aspirante, el balance económico, cifras mediante, "es muy malo". ¿Y entonces? Le Pen insistió en que hay que Francia necesita un cambio.
Más comodidad de Le Pen al hablar sobre inmigración
Otro de los bloques en los que confrontaron del todo fue el de la inmigración, que se planteó en conjunto a la seguridad. Le Pen, más cómoda, reforzó ahí su discurso y pidió "controlar la inmigración masiva", poniendo el foco "en quienes roban y agreden", al mismo tiempo que defendió "el derecho a la legítima defensa". La candidata pidió "certezas" respecto a las penas de cárcel, y que estas se cumplan: "Más vale una pena de seis meses que se cumpla que una de muchos años que no".
En el otro lado, Macron se comprometió a reducir la delincuencia y la violencia. "Es evidente", sostuvo el presidente. Sobre esto, esgrimió que ha cumplido sus compromisos en cuanto a la creación de puestos de gendarmes. "Hemos cumplido, los medios están ahí y esto da resultado", defendió el inquilino del Elíseo, enarbolando también su "buena labor en la lucha contra el terrorismo". Eso sí, en el futuro quiere actuar más "para frenar los feminicidios", porque representan "el 80% de los casos de violencia". Además, rebatió a Le Pen en cuanto a las penas de prisión: "Su propuesta no es útil".
No lucho contra el islam, que es una religión con cabida, sino contra el islamismo
"El riesgo terrorista está sumamente presente", prosiguió Le Pen para defender su objetivo "de luchar contra el islamismo", algo que Macron, dijo, no ha hecho "de forma eficaz". Quiso hacer una distinción la candidata: "No lucho contra el islam, que es una religión con cabida, sino contra el islamismo". Y para ello propone una ley específica. Macron acuso a su rival de "mezclar todos los temas" a la hora de hablar del velo islámico y la acusó de "no respetar la Constitución" en lo que se refiere al laicismo. Y Macron elevó el tono muchísimo: "Usted lo que ha provocado es una guerra civil", le espetó mientras ella defendía, como ya hizo durante toda la campaña, la celebración de un referéndum sobre la inmigración.
En el toma y daca, y pese a intentar arrastrar al votante verde, ninguno de los dos candidatos movió demasiado el avispero para convencer a los electores de Jean Luc Mélenchon, un 22% llamado a decidir las elecciones. Macron defendió "una planificación energética y territorial" con un primer ministro que tenga esto como pilar fundamental. Ella le terminó llamando "climatohipócrita" y repitió que no está en contra de cumplir con los pasos que marca el Acuerdo de París. Además, dio un giro hábil al hablar de "defender el localismo" y de "defender a los animales".
Con todo, ya casi metidos en la madrugada, todo el pescado quedó vendido. El debate no removió nada, pero al mismo tiempo todo pareció quedar bastante claro. La siguiente cita ya será el domingo, urnas mediante, y Francia elegirá su destino para el próximo lustro. Y el camino elegido es distinto dependiendo de quién gane. Macron o Le Pen, Le Pen o Macron. No va más.
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