Zamora enmudece al paso del Cristo yacente para oír el 'Miserere' con mascarilla

Procesión de la Penitente de Jesús Yacente, en Zamora.
Procesión de la Penitente de Jesús Yacente en Zamora, este jueves.
MARIAM A. MONTENOS / EFE
Procesión de la Penitente de Jesús Yacente, en Zamora.

Zamora enmudeció esta madrugada al paso del Cristo muerto por los barrios bajos y el casco antiguo de la ciudad, en un silencio que solo se rompió tras dos horas de procesión en la plaza de Viriato por el más de un centenar de voces cofrades que han entonado, mascarilla en boca, el canto del Miserere.

La procesión de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente sacó con una cuidada estética a la talla de la primera mitad del siglo XVII de la que adopta el nombre la cofradía, a la que acompañaban los hermanos vestidos con túnica y caperuz de estameña blanca con ribete y fajín morados.

El momento culminante del desfile se vivió en la parte final del itinerario, a la una de la madrugada, con el canto a capela del Miserere y el avance lento del Jesús Yacente portado a hombros por ocho penitentes mientras todos los cofrades le hacían pasillo dispuestos alrededor de la Plaza de Viriato.

Procesión de la Penitente de Jesús Yacente, en Zamora.
Procesión de la Penitente de Jesús Yacente, en Zamora.
MARIAM A. MONTENOS / EFE

Miserere mei Deus, secundum magnan misericordiam tuam et..., las palabras en latín del antiguo Salmo 50 convertidas en canto gregoriano rompieron el silencio de la noche para rogar piedad en la conmemoración del duelo antes de la Resurrección.

Esas voces se hicieron aún más profundas en el ambiente al salir tras la mascarilla y estar arropadas por un desfile procesional de los más icónicos de Zamora por su recogimiento, su estética austera o detalles que rememoran la muerte de Jesús, como el sonido de las campanillas del viático o la exhibición de unos clavos plata y la corona de espinas.

El canto piadoso, del que es autor el padre José María Alcácer, se introdujo por primera vez a mediados del siglo XX y ha tenido tanta aceptación entre penitentes y público que se ha convertido en uno de los símbolos de la Semana Santa de Zamora, que está declarada de interés turístico internacional y Bien de Interés Cultural.

Este año, por primera vez, el emblemático canto del Miserere y el desfile pudieron ser contemplados por personas con problemas de movilidad que padecen esclerosis múltiple desde la sede de la Diputación de Zamora en la plaza de Viriato, en una iniciativa para hacer accesible este acto a personas con discapacidad.

Entre los elementos más sobrecogedores de esta procesión zamorana destacaron las tres pesadas cruces de madera a tamaño real que son arrastradas por penitentes, dos de los cuales lo han hecho además descalzos.

Igualmente, zamoranos y visitantes pudieron apreciar en este desfile que se celebra desde la postguerra cómo los cofrades portaban un hachón con vela y llevaban en los pies unas sandalias franciscanas sin calcetines, en el mejor de los casos, ya que muchos de ellos optan también por desfilar descalzos en señal de penitencia.

Tras dos años sin salir a las calles a causa del coronavirus, la procesión extremó este año las medidas de protección frente a la covid-19 y todos los cofrades, a pesar de llevar un largo caperuz de casi un metro que les cubre por completo el rostro, salieron con mascarilla, como lo hicieron también los integrantes del coro.

Además, el recorrido fue inédito para evitar algunas de las calles más estrechas del casco histórico de Zamora y por ello la procesión partió en esta ocasión de la iglesia de San Andrés, en vez de la de Santa María la Nueva, el templo románico en el que se guarda habitualmente el Jesús Yacente sacado en procesión. 

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