
Amalia Andrade temía en la infancia que le crecieran árboles dentro del cuerpo por haberse tragado una semilla, Franz Kafka masticaba cada bocado treinta y dos veces y Agatha Christie escribía en la bañera.
Como estos escritores, otros genios desarrollaron en su vida manías extrañas e incluso trastornos psíquicos que los acercaron, de alguna manera, a la locura. Esta idea ha obsesionado a Rosa Montero toda su vida, pues siempre se ha sentido diferente, tal y como reconoce en su libro último libro, El peligro de estar cuerda (Seix Barral).
Subraya la autora que "la creatividad no nace de la locura, sino que ambas condiciones muestran puntos en contacto, coincidencias". Se basa en los estudios científicos y las teorías de neurólogos, psiquiatras y psicólogos que ha investigado durante cuatro años para la escritura del libro, en cuyas páginas comparte también memorias propias y ajenas, vivencias de mentes inquietas, imaginativas y desesperadas que sobrevivieron a sus infiernos aferrándose a las palabras. "Hay mucha gente que se va a sentir reconocida en este libro", avanza la escritora a 20minutos. En su voz se percibe una pizca de agradecimiento. Ha escrito el libro de su vida.
¿Cuál es el peligro de estar cuerda? Mi teoría es que hay un 15% de personas que no tenemos podada neuronalmente la cabeza como el resto de los seres humanos. El cerebro tarda mucho en madurar, hasta los 30 años, y en la primera pubertad se produce una poda de las conexiones sinápticas para concentrarnos en lo útil. Sin embargo, hay una serie de personas a las que esto no les ocurre, ya que siguen teniendo el cerebro hiperconectado, y algunas pueden sufrir trastornos mentales. Nos pasa a muchos creadores: la tipología de nuestro cerebro hace que nos sea muy difícil la convención de la realidad. Nosotros nos insertamos en un lugar tembloroso, en una vida inestable, y para sobrevivir echamos mano del fulgor, del arte. Por eso digo que somos unos yonquis de la intensidad. Con una mente así, si quisiéramos tener una vida cuerda, normal, menos excesiva, no seríamos capaces de aguantar la realidad. Creo que esto es a lo que se refería Emily Dickinson cuando hablaba del "peligro de estar cuerda": necesitamos esta especie de aparato eléctrico para poder vivir, porque hay cabezas que no podemos soportar la cordura.
¿Hay que fiarse de quien se defina como una persona absolutamente normal? No, porque la normalidad no existe. Hay un estudio de la Universidad de Yale que dice que esta es una construcción estadística. Todos somos raros, y quien diga que está cuerdo seguramente tenga miedo de aceptar sus propios agujeros. Me fio mucho más de quienes admiten sus inestabilidades.
Empezó la carrera de Psicología porque pensaba que estaba "loca", pero ahora, tras años de introspección, comprende mejor su salud mental. Este libro se siente como un abrazo a una misma al final de un camino largo. ¿Qué significa para usted? Sí, es algo así. Cuando era pequeña ya percibía que en mí algo no estaba bien, y esto se agravó con las crisis de pánico. Necesitaba saber qué me pasaba y en el aprendizaje encontraba una supervivencia, por eso la salud mental ha sido siempre uno de mis grandes temas, igual que la creatividad: es raro que un escritor se encierre en una esquina de su casa a escribir mentiras durante meses, ¿no? Estoy muy emocionada con El peligro de estar cuerda porque es el libro de mi vida. Hace cuatro años decidí escribir exclusivamente sobre la relación de la creación con el trastorno mental y por fin he conseguido contestarme a ciertas preguntas desasosegantes y embelesantes.
"Quien diga que está cuerdo, seguramente tenga miedo de aceptar sus propios agujeros"

Curiosamente, sus ataques de pánico terminaron con la publicación de su primera novela porque se sintió, dice, comprendida. Es impresionante sentir que te entienden. En este último libro yo soy una especie de escarabajo de estudio que utiliza biografías y teorías de otros escarabajos. No basta con escribir, y no todas las escrituras son iguales. Por ejemplo, el periodismo no solucionó mis crisis, y no fue hasta que publiqué ficción cuando se fueron. Escribir es un delirio controlado, y cuando lo sueltas, estás sacando un torbellino interior con el que alguien se puede identificar y emocionar. Esto te ata a la realidad. Nathaniel Hawthorne, quien escribió mi cuento favorito, Wakefield, se pasó doce años encerrado en casa de su madre. Estaba hecho polvo, se sentía un prisionero, pero cuando publicó su primer relato empezó a vivir. Escribir nos salva.
Lo que dice recuerda a esta frase de Rilke: "He hecho algo contra el miedo. He permanecido sentado toda la noche, y he escrito". En esas palabras hay mucha desnudez, son como un espejo. Todos los creadores necesitamos de esa belleza que nos ayuda tanto. Y también los lectores apasionados, porque no hace falta ser siempre el ejecutor.
Cuenta que en los escritores "la necesidad de reconocimiento nace de una colosal inseguridad". ¿El tiempo le ha ayudado a vencerla? No, para nada. Es insalvable, una patología, un enemigo interior. Pero es cierto que ganar premios me ha ayudado. Cuando me dieron el Nacional de las Letras fue sumamente terapéutico, como devolvérsela a ese piojo que a veces me tortura y que suele arreglárselas para volver. Siempre encuentras maneras de torturarte y de pensar que no eres tan buena, y hay que aprender a soportar esa inquietud.
"Siempre encuentras maneras de torturarte y de pensar que no eres tan buena, y hay que aprender a soportar esa inquietud"
El síndrome del impostor hace mucho daño, ¿no? Pues sí, porque en tu vida tienes que hacer las cosas lo mejor que puedas, pero no tienes que ser excepcional. ¿Quién te obliga a matarte para llegar a eso? Si te empeñas en ser perfecto, te puedes quedar en el camino.
Se ubica entre las Personas Altamente Sensibles. En 2018 ya lo contaba en El País: "Comprendo que es mejor saberse honrosamente PAS que aguantar que un cretino te llame histérica". ¿Cómo se siente la vida con este rasgo de la personalidad? Muy bien. Hay gente que me ha escrito diciéndome que sufre muchísimo, pero supongo que eso no se debe a la alta sensibilidad, sino a otra cosa. Esto es simplemente una forma de ser. A veces voy por la calle y, de repente, cuando me pica una etiqueta, la tengo que arrancar a tirones porque no la soporto. Y hay veces en las que me he llegado a ir de restaurantes porque el ruido me echaba de una patada. A veces estás arriba y otras abajo, pero si eres PAS, la vida la gozas más, porque la sientes más, y eso es estupendo. Tiene sus partes cómodas e incómodas, pero yo no me cambiaría por nada.
ROSA MONTERO GAYO
- Nacida en Madrid en 1951, Rosa Montero Gayo cursó Periodismo y Psicología. Entre sus libros destacan títulos como 'La loca de la casa' o 'La carne'. Su obra se ha traducido a más de 20 idiomas. Entre sus premios cuenta con el Nacional de las Letras.
Son personas con un alto grado de empatía... Sí, y eso me encanta. Yo disfruto mucho de los demás, del viaje al otro. Así vivo de una forma mucho más rica.
En varios capítulos habla de "la otra", una mujer que, según cuenta, suplantó su identidad en numerosas ocasiones. ¿Qué papel juega en el libro? Reconoce que en él hay una pizca de ficción… Admito que en esa historia hay una parte de realidad y otra de ficción, y el lector escogerá lo que quiera creer... ¡Y hasta ahí puedo contar! Lo que consigo con 'la otra' es contar de una forma mucho más profunda mi relación con la realidad. La parte de ficción que hay en este libro es, realmente, una parte muy verdadera, porque marca la zona resbaladiza, la frontera entre lo real y lo imaginario.
"Ser PAS tiene sus partes incómodas, pero no me cambiaría por nada"
En el libro comparte datos interesantes. Por ejemplo, que los escritores tienen hasta cuatro veces más de posibilidades de sufrir un trastorno bipolar. ¿Hay algún dato que le impactara especialmente? Hay muchas cosas que no sabía, porque la neurociencia ha avanzado de manera brutal en los últimos 15 años. En La loca de la casa decía que, en la adolescencia, a los niños de imaginación frondosa se les dice que tienen que abandonar ciertas imaginaciones para poder crecer. La mayoría lo hace, pero existe un porcentaje que sigue con ellas. Siempre he apoyado esta idea partiendo de mi experiencia, pero ahora me he enterado de que hay una poda neuronal a esa edad que hay gente que no tenemos. ¡Esto me ha deslumbrado!

Como periodista ha realizado más de 2.000 entrevistas. ¿Podría nombrar una que le dejara una gran lección? Me da la sensación de que me han gustado más las personas anónimas que los famosos. Me gustó mucho entrevistar a Muhammad Yunus, el creador del microcrédito, porque creo que es uno de esos personajes alucinantes de la historia. Y también me gustó hablar con Paul McCartney, por ejemplo.
¿Por qué? Porque me pareció una persona muy viva pese a todo lo que había pasado en su vida. Este tío y Linda Eastman, después de que se metieran todos los ácidos del mundo, se fueron cinco años a una granja en Escocia. Tenía solo dos habitaciones, y ahí tuvieron cuatro hijos. Lo hicieron para aterrizar en lo básico y volver a entender el valor de la vida. Es fascinante... Pero bueno, afortunadamente, las entrevistas las voy olvidando, porque si no no tendría sitio en el disco duro. ¡Y menos mal!
¿No las echa de menos? Nada, cero. He acabado muy cansada de las entrevistas. Empecé con 19 años, y han pasado 52 desde entonces. Me encanta el periodismo, pero llega un momento en el que quieres hacer otras cosas.
Este último 8M hubo dos manifestaciones distintas en Madrid y usted decidió no unirse a ninguna. ¿Entiende los conflictos que se están dando dentro del feminismo? Me parecen algo artificial y muy momentáneo. El movimiento feminista es histórico y ha supuesto un cambio brutal en el pensamiento social, y esto son solo pequeñas alteraciones en el camino.
"Los conflictos que se están dando en el feminismo me parecen algo artificial y muy momentáneo; son solo pequeñas alteraciones en el camino"
Hay quien opina que la ley trans supone dar pasos hacia atrás. ¿Qué opina? La ley trans tiene cosas que se pueden arreglar, pero también es cierto que la sociedad se mueve cada vez más hacia el dogmatismo. En los feminismos, esto, desgraciadamente, también se está viviendo.
¿Qué sería de Rosa Montero si le arrebataran la palabra? Uf, eso me haría mucho daño. Ya estuve cuatro años bloqueada. Perdí la imaginación, que es lo que me hace sentir las cosas. Si no escribo no siento la vida.
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