La severa 'factura' económica de un mes de guerra: gasolinas por las nubes, más inflación y una recuperación amenazada

Civiles huyen con sus enseres de los ataques rusos en la ciudad ucraniana de Mariúpol.
Civiles huyen con sus enseres de los ataques rusos en la ciudad ucraniana de Mariúpol.
MAXIMILIAN CLARKE / ZUMA PRESS / EUROPA PRESS
Civiles huyen con sus enseres de los ataques rusos en la ciudad ucraniana de Mariúpol.

El horror que se vive en Ucrania desde hace 31 días parece una cruel interpretación de aquello de que las desgracias nunca vienen solas. Cuando el mundo comenzaba a asomar la cabeza tras superar los momentos más duros de una pandemia que ha dejado millones de muertos tras de sí, una potencia nuclear se decidió a invadir a su vecino a las puertas de la Unión Europea.

En estos momentos es todavía imposible cuantificar la dimensión de la tragedia que está sucediendo en Ucrania, como también lo es evaluar los daños que ha provocado sobre el tejido productivo. Parece claro que Ucrania y Rusia sufrirán una fuerte recesión, y que la recuperación de la economía mundial se resentirá. Pero la profundidad de las heridas en el resto del mundo dependerá tanto de la duración y del alcance del conflicto como del desarrollo de la guerra económica entre Occidente con la potencia invasora.

De entrada, la invasión rusa ha convertido en papel mojado todas las previsiones de los analistas. La economía mundial -y particularmente la europea- crecerá menos de lo esperado y las subidas de precios se quedarán entre nosotros por más tiempo. El escenario de inmensa incertidumbre hace que pocos expertos se atrevan a mojarse. 

El Banco Central Europeo (BCE) es uno de los escasos analistas de renombre que se ha lanzado a cuantificar el impacto. La institución con sede en Frankfurt prevé que el crecimiento de las economías del euro se reducirá entre medio y dos puntos porcentuales por el efecto de la guerra. Esto implica que, en el peor de los casos, el rebote del PIB se reduciría casi a la mitad. En el caso de los precios, el BCE sostiene que la guerra sumará entre dos y cuatro puntos porcentuales a la inflación, que podría alzarse hasta el 7,1% de media este año, con picos mensuales todavía más elevados.

Llenar el depósito es prohibitivo

Las subidas en los precios de las materias primas son una de las consecuencias más tangibles de la guerra. La economía internacional llevaba meses sufriendo una crisis de precios originada tras el fuerte rebote de la demanda surgido después de que fueran decayendo las restricciones pandémicas más severas. El encarecimiento de la energía y la ruptura de la cadena de suministros ya preocupaban antes de la invasión, pero la guerra ha elevado estos asuntos a la categoría de urgentes.

Rusia es el mayor exportador mundial de gas y el segundo de petróleo -y la Unión Europea es su principal cliente-. Pero su influencia va más allá. El 30% del trigo que se exporta en el mundo procede de Rusia o de Ucrania, al igual que ocurre con el 20% del maíz. La potencia euroasiática también juega un papel clave en el comercio de fertilizantes y carbón, así como de varios metales como el níquel, el paladio, el platino o la esponja de titanio, que son fundamentales en las cadenas globales de suministros.

El temor a que el propio desarrollo de la guerra o las sanciones puedan provocar escasez en esas materias disparó con fuerza los precios de estos bienes, especialmente los días inmediatamente posteriores al conflicto. En algunos casos esas espectaculares subidas se han ido mitigando en los últimos días, pero no siempre ha ocurrido así.

Llenar el depósito de un vehículo de gasolina cuesta ahora casi un 12% más que cuando estalló la guerra y un 37% más que hace un año. En el caso del diésel, estos porcentajes se elevan al 17 y al 53% respectivamente. El gran culpable de estas subidas es el petróleo Brent -la materia prima con la que se producen estos combustibles- que en el mes posterior a la invasión se ha encarecido un 20% en comparación con el promedio del mes anterior a ella.

En lo tocante al gas y la electricidad, el shock ha sido todavía mayor, aunque las subidas parecen haberse moderado en los últimos días. Tras la invasión, los precios del gas en el mercado mayorista holandés -que marca la referencia en Europa- han sido, en promedio, un 61,5% más elevados que en el mes anterior. Por su parte, la electricidad en el mercado mayorista español -cuyo precio en la UE lo determina el gas- se ha encarecido un 45% en el periodo antes señalado. En lo que respecta a otra fuente de energía clave como el carbón, los precios en los mercados internacionales se han disparado un 89% respecto al mes anterior a la guerra.

Otra de las derivadas que preocupa de esta crisis es el potencial que tiene para desatar una catástrofe humanitaria en forma de hambrunas en algunas regiones del planeta. Como ya se ha mencionado antes, Rusia y Ucrania son el 'granero' del mundo y tienen un peso crucial en las importaciones de trigo de muchos países. Y el conflicto no ha tardado en hacerse notar en los precios. Desde que estalló la guerra, el trigo que se comercia en los mercados internacionales es un 40% más caro que antes.

En el caso de los fertilizantes -un producto químico fundamental para la agricultura y la ganadería- el encarecimiento ronda el 22% en los últimos 31 días en comparación con el mes prebélico. Además, a diferencia de otros productos que han moderado su escalada, los fertilizantes no han dejado de encarecerse en las últimas semanas.

Las bolsas europeas se resienten

El conflicto ha perjudicado también a los mercados financieros, especialmente a las bolsas europeas, que se han llevado la peor parte. Con datos de cierre del 23 de marzo, el valor de los activos del Ibex 35 estaba 3,4 puntos por debajo del promedio del mes anterior a la invasión. En los casos del CAC 40 francés y el DAX 30 alemán, las caídas son de 5,2 y 6 puntos porcentuales respectivamente. 

En cambio, el índice más importante de Estados Unidos, el S&P 500, ya se encuentra en cifras superiores a las de antes de la invasión tras registrar un impacto mucho menor que el de sus homólogos europeos.

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