
Cuando Laura Luengo y Eduardo Terrer fundaron Santuario Vegan en 2011, no se imaginaban cuánto iba a cambiar su vida y cómo los animales que han cuidado desde entonces les transformarían en personas diferentes, haciéndoles evolucionar emocionalmente y forzándoles a aprender, para bien y para mal, cómo es el mundo en el que vivimos.
Aunque era una idea que tenían en la cabeza, los fundadores de Santuario Vegan no se pusieron a escribir las vidas de los animales que rescataban y cuidaban (las cuales ya compartían en las redes sociales del santuario) hasta que Grupo Planeta les contactó y les propuso la idea. Fue así como nació Solo les falta hablar, una recopilación de historias que demuestra cómo aman y sienten los animales.
El caballo Fresno, el toro Marius, el pollito Little, la cerdita Sakura y otros muchos protagonistas se convierten en estas páginas en amigos con nombre propio que, aman, sienten y sufren como cualquier otro ser vivo, además de demostrar que las segundas oportunidades pueden cambiarlo todo. Este diario habla con Laura Luengo, cofundadora de Santuario Vegan y coautora de Solo nos falta hablar sobre cómo es la vida dedicada al rescate y cuidado de animales y cómo se viven desde dentro los momentos más duros.
Solo les falta hablar es una lectura dura que refleja la vida en el santuario y expone las diversas maneras de maltrato animal, ¿con qué propósito escribisteis estas historias?
El contacto de la editorial proponiéndonos la escritura de un libro que contara lo que nosotros ya estábamos mostrando en redes sociales fue la excusa perfecta para ponernos a escribir, algo que teníamos en la cabeza desde hacía mucho tiempo. Queríamos que la gente conociera las historias de los animales para que así pudieran entender qué emociones tienen y cómo se vive desde dentro.
El propósito sería intentar dar una visión personal de cómo hemos llevado a cabo el Santuario y cómo hemos cambiado desde entonces, por las experiencias vividas. Cuando te vinculas a estos animales te enfrentas también al mundo, el cual no los tiene en cuenta y los trata como a objetos.

Usted misma menciona en la novela que la vida en el santuario es de un 'sabor agridulce', duro y reconfortante a la vez, ¿cómo se vive eso?
Emocionalmente es muy duro porque, por desgracia, no puedes salvar a todos los animales que te llegan. Muchos llegan en muy malas condiciones, te vuelcas en su recuperación y hay veces que no es posible salvarlos (esta parte quizás sea la peor). Tú quieres que tengan algo de dignidad antes de morirse, que tengan otro tipo de vida antes de decir adiós, pero no siempre es posible.
Sin embargo, de los casos en los que los animales sí salen adelante, aprendes mucho pero te vuelves práctico, al menos en el sentido de que sabes que emocionalmente es una montaña rusa. Todos los días pasan cosas, se ponen enfermos, se hacen mayores... Así que lo terminas viendo de manera práctica: tu misión es ayudar a esos animales por encima de cómo te sientas tú y que el día que se vayan lo hagan de manera natural, con cuidados y al lado de sus familias.

Habiéndoos dedicado toda la vida al rescate y cuidado de los animales, ¿cómo sería un mundo ideal?
Es algo muy complejo. Para mí sería aquel en el que todos los seres sintientes fueran tenidos en cuenta (sus intereses, el deseo de vivir...) y esto está relacionado con la sostenibilidad. Al final, el mundo es un hábitat en el que todos vivimos y tenemos que encontrar una balanza que permita que nos cuidemos entre nosotros, desde la alimentación hasta el cuidado de los ecosistemas (que no se destruyan espacios donde viven animales, por ejemplo).
¿Qué podría mejorarse en la industria animal para alcanzar un mundo como ese? ¿Entrarían en él las granjas ecológicas o los apoyos del Estado, económicos o con mejores leyes?
Nuestra experiencia como centro que acoge animales nos ha demostrado que en los modelos más ecológicos también se dan casos de maltrato animal, ya que en el momento en el que éstos dejan de ser productivos, son desechados. Al final los animales solo son dinero y cuando dejan de ser rentables, son abandonados a su suerte. Cuando al menos podrían darles una muerte digna, pero claro, cuidar animales tiene unos costes brutales que no están dispuestos a asumir (una buena alimentación, veterinario, mantenimiento de los espacios donde éstos se encuentran...).
"El consumo de productos animales tiene un impacto enorme en los ecosistemas"
Es cierto que un modelo ecológico causa menos sufrimiento a los animales que uno industrial, pero viviendo en el siglo XXI me parece completamente insuficiente, ya que podemos optar por un modelo de alimentación diferente que es completamente válido.
Además, el consumo de productos animales tiene un impacto enorme en los ecosistemas ya que, somos tantas las personas demandando estos productos que, los animales terminan por insertarse en el campo, el cual ha sufrido un cambio brutal para poder acoger a esas vacas, ovejas o caballos. Les hemos arrancado ese hábitat natural a animales salvajes para poner a los animales que nosotros nos vamos a comer, es decir, hemos desplazado (y a veces incluso matamos) a esas especies salvajes por nuestro capricho. Por culpa de esto el mundo ha perdido mucha biodiversidad.
En una parte de la novela hablas de la problemática que existe con los veterinarios y el sacrificio de animales, ¿cómo debería ejecutarse esta práctica y bajo qué criterios?
La eutanasia se realiza mucho incluso en casos en los que los animales se pueden recuperar, como por ejemplo, las fracturas. Se ha demostrado que un animal con una discapacidad puede llevar una vida plena, solo que va a necesitar más apoyos por parte de los humanos que los cuidan (tal y como pasa con las personas).
Nuestra experiencia nos ha enseñado que ellos quieren vivir, por ello intento que las personas que lean el libro hagan un ejercicio de empatía y se pongan en su piel, tal y como hago yo. Aunque cuando se habla de animales hay muchos condicionantes, como el peso, por ejemplo, ellos no quieren la muerte, quieren que les ayudes.

En la novela compara muchas veces a los cerdos con los perros, por ejemplo. ¿Considera que las personas podemos tener la misma relación con animales de granja como con nuestras mascotas en casa?
Sí, porque en lo básico son iguales. Todos son cariñosos si les das una oportunidad, si les acaricias, les hablas, les cuidas... Ellos van a crear un vínculo contigo igual que la que estableces con un perro o un gato. Si les llamas, te responden, aunque de esto se sorprende mucho la gente, no es común ver a una oveja contestando a una llamada por su nombre. Al final, los animales nos hablan, pero hemos perdido la capacidad comunicativa con ellos, pero solo hay que prestarles atención y podemos entenderlos.
Para finalizar, en el libro menciona algunos casos de explotación animal, ¿considera que los animales pueden realizar trabajas siempre que se respete su bienestar?
No, creo que no debería ser así, ya que ellos no pueden negarse a realizar el trabajo, no tienen esa voz que por ejemplo sí tenemos las personas. Además, al final se trata de un abuso ya que vivimos en una sociedad en la cual tenemos el desarrollo tecnológico suficiente para prescindir de los animales.
Considero que, en el momento en el que se da un caso de explotación frente a un individuo que no puede comunicarse, simplemente no se debe hacer. Lo más importante y donde debemos pararnos (y lo que hemos intentado comunicar en el libro) es que se haga un ejercicio de empatía y que nos pongamos en su lugar en vez de mirar tanto por nuestras necesidades. Es tan fácil como preguntarnos a nosotros mismo, ¿cómo me sentiría yo si me hicieran eso?
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