Refugiados ucranianos en España y su odisea para escapar de la guerra: "Mi hija ve un avión y pregunta si van a disparar"

Yuriy, Elena, Andrey y Nastya en la casa de José, en Murcia.
Yuriy, Elena, Andrey y Nastya en la casa de José, en Murcia.
20MINUTOS
Yuriy, Elena, Andrey y Nastya en la casa de José, en Murcia.

Natali recibe en su móvil continuos mensajes de pánico, la guerra en Ucrania no cesa y su ciudad, Mykolaiv, está devastada. “Los rusos ahora están bombardeando a civiles” dice entre lágrimas mientras ve imágenes de sus compatriotas abatidos por el ejército de Putin que otros ciudadanos ucranianos comparten. Natali ha huido junto a su marido y su hijo de Ucrania en un largo y duro camino que les ha traído hasta España donde una familia de Murcia ha decidido abrirles las puertas de su casa.

Yuriy también es ucraniano, él escapó de su país con Elena, la madre de su hija Nastya y con su hijo Andrey en un viaje que, al igual que la familia de Natali, también comenzó en Mykolaiv, ciudad situada al sur de Ucrania, un lugar clave para el avance ruso hasta Odesa. La confluencia de dos ríos -el Bug Meridional y el Inhul- donde se encuentra la ciudad también conocida como Nikolayev fue imprescindible para el refugio de la familia de Natali, quienes pasaron 8 días resguardados en la cafetería de unos amigos “muy cerca del agua”, resalta Natali al contar su historia de supervivencia.

9 días de travesía

El ataque ruso comenzaba a intensificarse en Mykolaiv donde las explosiones sonaban cada vez más cerca y con más frecuencia, así que tanto la familia de Natali como la de Yuriy hicieron las maletas, y prácticamente con lo puesto, salieron a la calle con el objetivo de cruzar la frontera con Moldavia huyendo del horror que les estaba causando una guerra que solo acababa de empezar. El 3 de marzo, recorrieron el sur de Ucrania en coche, permanecieron atascados en una cola de 30 kilómetros en dirección al este hasta un punto en el que se vieron obligados a terminar su camino hasta la frontera moldavo-ucraniana caminando. Yuriy recuerda los 8 kilómetros que anduvo con dureza, “Elena llevaba a mi hija Nastya en un carrito, el cual tuvimos que tirar en la frontera”, una imagen que le viene a la cabeza al pensar en cómo hubieran hecho el trayecto con una niña de 3 años a pie. “Mi hijo Andrey –de 9 años de edad- iba por detrás para filmar con el móvil”, asegura mientras reproduce el vídeo mencionado donde se ve una hilera de personas cargadas de equipaje por el arcén de una carretera donde los coches están acumulados.

La familia de Yuriy anda hasta la frontera con Moldavia.

Inmersa en un cúmulo de emociones, la familia de Yuriy llegó a Moldavia para subirse a un autobús gratuito que les llevaría hasta Rumanía; la de Natali se trasladó a ese mismo país en tren. Una vez en la capital rumana, Bucarest, decidieron descansar en un centro habilitado para refugiados del que Natali está muy agradecida, “nos recibieron con comida, los refugiados en Rumanía están muy bien atendidos”.

Ambas familias decidieron continuar con su viaje que, por motivos diferentes, desembocaba en un mismo destino: España. “En el campamento de Rumanía había un ayudante que cada mañana informaba de los autobuses que salían a países como Alemania o Hungría”, dice Yuriy que no se lo pensó y compró los billetes a España, “el precio estaba en unos 500 euros por persona”, asegura el padre de familia. Yuriy trabajó años atrás en la ciudad alicantina de Elche, así que, ya conociendo el idioma y la geografía del mediterráneo español, pensó como buena opción volver, esta vez con Elena y sus dos niños. En el caso de Natali, fue su hijo quien eligió el lugar donde comenzar una nueva vida, “a mi marido y a mí nos daba igual pero mi niño quería venir a España, hace tiempo estuvimos de vacaciones en Mallorca y nos encanta el mar”, afirma convencida de la decisión.

La noche del viernes 11 de marzo el trayecto llegó a su fin, los siete ya estaban en Murcia donde dos familias les ofrecerían sus casas para que pudieran descansar pero para ello tuvieron que atravesar Europa en un autobús “donde la gente llevaba hasta a sus perros”, menciona Yuriy. El camino se les hizo largo aunque también tuvo momentos muy emotivos, “en la frontera italiana estaba esperando Cruz Roja, la gente lloraba y nos hacía fotos”, relata Yuriy mientras sonríe al recordar que los voluntarios “tenían cajas de pizza” para alimentarles. Además, en el paso fronterizo con Italia, los agentes policiales pararon al autobús en el que Yuriy viajaba, “le enseñé a la policía nuestros pasaportes pero nos dijeron que no era necesario”, confirma él mismo.

'Padres solteros' para evitar luchar en Ucrania

Yuriy y el esposo de Natali obtuvieron permiso para abandonar Ucrania en calidad de ‘padres solteros’ y, de esta forma, no ser obligados a combatir con el frente ucraniano en la guerra contra Rusia. “Tenemos mucha suerte, mi hijo tiene el apellido de su padre y no el mío, así mi marido fue liberado como padre soltero”, asegura Natali. Yuriy, de la misma forma, comparte su apellido con su hija Nastya, sin embargo, en el documento de identidad de Andrey aparece el mismo apellido que el de su madre Elena. A pesar de que Yuriy hizo el servicio militar en su juventud, se niega a enfundarse en un uniforme y luchar en Ucrania. Por el contrario, el marido de Natali sí está dispuesto a hacerlo pero es ella quien, con seguridad, recalca “no le dejaré entrar a Ucrania por ahora, mi hijo y yo no tenemos a nadie más”.

Yuriy abraza a su hija Nastya en la casa de José, en Murcia.
Yuriy abraza a su hija Nastya en la casa de José, en Murcia.
20MINUTOS

“Putin no se detendrá”, afirma convencida Natali mientras dice que en su cabeza era imposible que ocurriera una guerra en su país. “El presidente ruso no quiere que Ucrania entre en la Unión Europea pero para nosotros es mejor”, reflexiona Yuriy después de hablar con un antiguo compañero ruso, de Moscú, para hablar de la guerra originada por Putin. Su sorpresa llegó cuando su conocido le negó que el Ejército ruso estuviera atacando a la población y al territorio ucraniano, “es mentira, se trata de propaganda”, recibió Yuriy como respuesta desde la capital de Rusia. También explica que los niños son conscientes de lo que han vivido los últimos días, “mi hija cuando ve un avión pregunta si van a disparar”, cuenta con especial dureza.

Elena mantiene la esperanza de volver a su vida en Ucrania, quiere continuar trabajando como abogada y fiscal mientras que Natali se plantea la posibilidad de haber perdido su compañía de transporte en un bombardeo, “todo lo tenemos allí, nuestra casa y nuestra empresa”. Sus vidas han cambiado y ahora su prioridad es encontrar trabajo en España con la dificultad que supone la barrera del idioma. “Mi marido tiene una experiencia de 35 años como conductor de camión”, dice Natalie con la esperanza de que alguna empresa española les contrate en su estancia en el país.

La familia de Elena y Yuriy no han podido huir de Ucrania así que se encuentran en el sótano de sus viviendas refugiados, tal y como les cuentan en los constantes intercambios de mensajes y llamadas que realizan con ellos. La noche del sábado han vivido continuas explosiones en Mykolaiv, la hermana de Elena asegura que la ciudad está completamente rodeada por las tropas rusas, “está cercada, no se puede salir”, afirma Yuriy. El abastecimiento de comida es prácticamente nulo, así puede verlo Elena a través de los vídeos que su hermana le envía desde los supermercados, “las estanterías están vacías y una barra de pan cuesta 4 euros”.

La importancia de "dar amor y un techo"

La familia de Natali como la de Yuriy llegó a España sin un lugar donde dormir pero lo que no sabían es que dos familias murcianas ya tenían sus casas preparadas para acogerles. Olama, una ciudadana ucraniana que vive en Murcia desde hace años, fue la encargada de encontrar mediante un comunicado en Facebook a gente dispuesta a abrir las puertas de sus casas a aquellos que estaban huyendo de la guerra en Ucrania. Así, Eloísa, una vecina de la pedanía de Alquerías, situada al nordeste de la Región de Murcia, se ofreció a “dar amor y un techo” a Natali, su marido y su hijo mientras que José acomodó una zona de su casa para la familia de Yuriy.

Eloísa y Natali cocinan juntas.
Eloísa y Natali cocinan juntas.
20MINUTOS

La noche del viernes, Natali conoció a las tres mujeres que iban a ser parte de su familia el resto de su vida, Eloísa y sus dos hijas estaban esperándoles con la cena preparada y una habitación para descansar en una noche en la que, como Natali le confesó a Eloísa, “iban a dormir sin escuchar disparos”.

“El planeta está conmocionado y nosotros quisimos aportar una ayuda íntegra”, afirma José que, junto a su pareja y sus dos hijas, comparte su casa con Elena, Yuriy y los pequeños Nastya y Andrey. “La gente está colaborando”, dice Eloísa quien con ayuda de una abogada ha presentado la documentación requerida de los miembros de la familia de Natali en Extranjería. A la espera de encontrar una vivienda de alquiler para ellos y un trabajo con el que intentar rehacer sus vidas, Eloisa y José continúan ofreciendo sus casas como un lugar acogedor donde ambas familias ucranianas puedan permanecer.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento