La precariedad laboral de las mujeres que lleva a tener empleo pero no hogar: "El trabajo ya no asegura que puedas sostenerte"

Una persona sin techo come en zonas exteriores de las instalaciones del hospital de campaña perteneciente a la parroquia de Santa Anna, en Barcelona.
Una persona sin techo come en zonas exteriores de las instalaciones del hospital de campaña perteneciente a la parroquia de Santa Anna, en Barcelona.
David Zorrakino / Europa Press
Una persona sin techo come en zonas exteriores de las instalaciones del hospital de campaña perteneciente a la parroquia de Santa Anna, en Barcelona.

"Hace unos años, habitualmente tener un trabajo garantizaba poder sostenerte, pero ahora ya no es así". Elena Sala, responsable del programa Dones amb Llar de la entidad Assís, habla así de la situación de muchas de las mujeres a las que atienden, que, pese a tener empleo, no pueden acceder a una vivienda y, en muchas ocasiones, tampoco a servicios básicos como la alimentación, la higiene personal o la capacidad para coger transporte y moverse.

De hecho, casi la mitad de mujeres atendidas por Assís -entidad que actúa ante el 'sinhogarismo' en Barcelona- se encuentran en esta situación; en concreto, un 48,7%, una cifra que contrasta con la de los hombres, que es de un 10%. Sobre las causas de esta problemática y también de esta diferencia entre sexos, Sala apunta a una doble vulnerabilidad estructural: por una parte, la dificultad para acceder a una vivienda por la situación del mercado y, por otra, la precariedad laboral que es "especialmente precaria en los ámbitos más feminizados".

Estos ámbitos, en los que trabajan mayoritariamente las mujeres atendidas por Assís, son básicamente los cuidados en un sentido amplio, como la limpieza y los servicios domésticos. Son "trabajos precarios, con una elevadísima tasa de temporalidad y de parcialidad y donde las trabajadoras tienen muy pocos derechos", apunta Sala. Por lo tanto, señala, "pese a tener trabajo, estas mujeres no pueden salir de la situación precaria en la que se encuentran". Sobre el servicio doméstico, además, añade que es "el máximo exponente de la precariedad y donde suceden muchas relaciones de abuso y desprotección".

El 'sinhogarismo' femenino no siempre es no tener un techo

Sala explica que las características del 'sinhogarismo' femenino son distintas al masculino. Y es que, señala, "cuando pensamos en personas sin hogar, acostumbramos a pensar en la persona que vive en la calle, pero el fenómeno es mucho más amplio". En este sentido, dice que "en una ciudad como Barcelona en la que las mujeres que viven en la calle nunca han estado por encima del 15% cuando todos los indicadores de pobreza se disparan por razón de género, la pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Dónde están las mujeres?".

"Las mujeres están invisibilizadas", apunta, ya que a ellas les afectan otras formas de 'sinhogarismo' "que no se expresan de forma tan evidente en la vía pública": mujeres que intercambian servicios a cambio de un techo, que viven en casas de amigos o familiares obligadas a pasar el día fuera para no molestar y que no las echen, que viven en habitaciones realquiladas o incluso mujeres que inician o mantienen relaciones profundamente tóxicas para no acabar en la calle.

Y es que el objetivo es ése: evitar a toda costa acabar en la calle, porque la situación, siempre muy dura, lo es aún más para ellas. El año pasado, Assís señalaba que el 64% de las mujeres sin hogar de Barcelona había sufrido violencia en la calle, más que los hombres (52%), pero además destacaba que la violencia sufrida era distinta: un 28% había sufrido violencia sexual y, además, las mujeres en esta situación padecían más violencia relacionada con el trato intimidatorio, humillante y de ejercicio de poder.

Es por eso que las mujeres tardan más en llegar a la calle, pero en el proceso viven este 'sinhogarismo oculto' a menudo cargado de violencia. Por una parte, señala Sala, las mujeres "tenemos más capacidad de movilizar recursos personales en momentos críticos", pero, por otra, "también tenemos más capacidad de resistencia, nos adaptamos mejor a la precariedad y estamos dispuestas a aguantar situaciones que pueden llegar a ser muy límite antes de quedarnos en la calle".

"Hay mujeres que están aguantando situaciones de abuso y de violencia física, psicológica y sexual para tener un techo"

Y, en estas situaciones, llega la violencia "en un sentido amplio, ya no sólo dentro de la pareja, sino también mujeres que están aguantando situaciones de abuso y de violencia física, psicológica y sexual para tener un techo. Pero, además, también sufren violencia en el ámbito laboral, en el ámbito social y comunitario y violencia institucional cuando no se reconoce su situación". 

Según los datos de Assís, el 68,3% de estas mujeres dice haber sufrido múltiples formas de violencia a lo largo de su vida y, entre ellas, el 50% señala la violencia sexual. Esto hace que, en el caso de llegar a la situación de vivir en la calle, lo hagan en peores condiciones por toda la trayectoria vivida, señala Sala, que añade que "por los trabajos que desarrollan estas mujeres, muchas veces tienen problemas de salud física y, por sus trayectorias, también de salud mental".

"Democratización de la precariedad"

Sobre esta situación de 'sinhogarismo oculto', que no significa directamente "no tener un techo, pero sí no tener un hogar", Sala cuenta que se trata de "una realidad que, como sociedad, nos impacta, porque, cuando imaginamos una situación de 'sinhogarismo', no imaginamos que pase porque una persona, aunque tenga donde dormir, tenga que ir a ducharse a duchas públicas porque no tiene donde hacerlo o a comer en un comedor social porque no puede o porque directamente donde vive no hay cocina". 

Otra de las situaciones que viven algunas mujeres sin hogar es la ocupación. De hecho, Lucía Delgado, portavoz de la PAH, señala que los informes y las encuestas elaboradas a personas reales que van a las asambleas "muestran que el perfil de persona que ocupa es, sobre todo, de mujeres con hijos a cargo, madres monomarentales que, en muchos casos, trabajan". Y añade que el último informe de 2020 "muestra que más del 80% de los casos de ocupación eran familias y el 64% eran madres con hijos a cargo, lo que desmonta el mito".

"Estamos visibilizando más esta realidad, pero es necesario poner el foco en los factores que la producen"

Además, Sala señala que los problemas estructurales que llevan a estas situaciones, como la precariedad laboral y el difícil acceso al mercado de la vivienda, han hecho que se produzca una "democratización de la precariedad en la que las personas sin hogar ya no son los otros, sino que podemos serlo todos, porque cuando eres joven porque eres joven y cuando eres mayor porque eres mayor, ¿al final quién se salva? Estamos en un contexto en el que estamos muy expuestas a caer en una situación de vulnerabilidad si alguna de las patas en las que nos apoyamos falla".

Más atención al 'sinhogarismo' femenino

Respecto a los servicios que ofrece la administración, Sala apunta que la mirada hacia las particularidades del 'sinhogarismo' femenino "empieza a incorporarse". De hecho, comenta que le ha impactado el hecho de que, en la encuesta de perfil de este año, "el porcentaje de mujeres que han vivido en la calle en los últimos seis meses no llega al 5%, cuando el año anterior estaba por encima del 40%, y aquí veo una relación directa con los dispositivos de atención al 'sinhogarismo' femenino abiertos en Barcelona desde octubre de 2020".

De hecho, señala que si cada vez ven más estos perfiles no es únicamente porque la situación se haya agravado en aspectos como la vivienda, sino también porque "cada vez lo miramos más y, si facilitas espacios donde estas mujeres puedan ser reconocidas y acompañadas, vienen. Yo estoy convencida de que estas mujeres existían hace tres años, pero no las veíamos". 

Sin embargo, también remarca que las entidades como Assís "estamos pensadas para gestionar el 'sinhogarismo', no para erradicarlo", por lo que pide medidas que aborden los problemas estructurales. "La primera causa del 'sinhogarismo' es la vulneración del derecho a la vivienda y, en las mujeres, el patriarcado, algo que como entidad social no podemos cambiar. Estamos visibilizando más esta realidad, pero es necesario poner el foco en los factores que la producen: la precariedad laboral, las desigualdades de género, las políticas migratorias, el mercado de vivienda...".

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