Algunos consejos

Formas. Para conseguir un equilibrio que no parezca forzado hay que buscar la combinación adecuada entre líneas horizontales y verticales. Las primeras amplían visualmente el espacio, las segundas aportan sobriedad y elegancia al conjunto.

Volúmenes. Se puede  buscar la simetría de un espacio con pequeños objetos decorativos, como cuadros, espejos o lámparas. Sólo si la estancia es amplia se puede optar por duplicar muebles de mayor tamaño.

Colores. Si se apuesta por la duplicidad de objetos, es aconsejable limitar la gama de colores. Elija tonos neutros y que combinen entre sí para evitar que la habitación se convierta en un caos visual.

Movimiento. Para eludir la rutina es posible integrar elementos que rompan el ritmo del conjunto. Un sillón con suaves formas curvas o una silla con un respaldo singular pueden servir para este propósito.

No abusar. Un exceso de elementos repetidos puede resultar monótono y poco imaginativo.

Y es que la perfección no se consigue con la repetición. Según la filosofía zen, la verdadera belleza sólo puede ser descubierta por aquel que complete mentalmente lo incompleto. Así que, aplicando esta teoría a la decoración, es norma de obligado cumplimiento dejar algo para mañana.

En el baño

Un lugar donde la duplicidad resulta muy útil es en el cuarto de baño. Un par de lavabos idénticos con sus correspondientes toalleros y espejos –pensados para ser utilizados por dos personas al mismo tiempo– pueden facilitar mucho las impacientes esperas de la mañana y conseguir un vistoso conjunto.