Mavi Doñate, corresponsal de RTVE en China: "Me decían que salir en la tele con mascarilla era alarmismo y hacer circo"

La periodista de RTVE Mavi Doñate, en Madrid.
La periodista de RTVE Mavi Doñate, en Madrid.
Jorge París
La periodista de RTVE Mavi Doñate, en Madrid.
La periodista de RTVE Mavi Doñate, en Madrid.
JORGE PARÍS / BIEITO ÁLVAREZ

Sumergirse en la cultura, la sociedad y la política local sin que llegue a cubrirte. Ese es el difícil equilibrio que un corresponsal extranjero debe mantener para informar con conocimiento e independencia. Buen ejemplo de ello es la periodista Mavi Doñate (Zaragoza, 1971), que ha estado seis años como corresponsal de RTVE en China, incluidos los dos peores años de la pandemia. Bajo la mirada del dragón despierto (Plaza y Janés, 2022. 272 páginas. 18,90 euros) es el libro en el que recoge todas sus vivencias en ese periodo.

¿Cómo acabó en China? Desde que entré en Televisión Española, a finales de los 90, cuando se abrió el canal 24 horas, siempre había querido ser corresponsal y así lo había manifestado en la casa. Y estaba en las listas, pero no acabada de salir y había estado haciendo otras labores en otras áreas. Ya había desistido de ser corresponsal y cuando me lo propusieron fue un gran asombro, porque no me lo esperaba para nada y me costó decidirme. Venía de cubrir el terremoto de Nepal como enviada especial y había estado 15 días allí y estaba pasando ese estrés postraumático que te queda siempre cuando vienes de una cobertura en la que ves fallecidos y cómo la naturaleza golpea una zona.

Decisión difícil, ¿no? De repente me estaba saliendo lo de China y me preguntaba qué hacer. Era irse a China, muy lejos. Llegué a tal punto de agobio que una amiga mía me dijo: "Te vas a China, no te mueres". Era un cambio de vida radical.

Pero se fue... Terminé con el vértigo en el estómago y como cuento en el libro, cogiendo ese avión para un vuelo de doce horas durante el que aún me planteaba si había escogido la opción correcta.

¿Qué le dijo su familia al decirles que se iba y al ver que pasaban los años y no volvía? Tengo la suerte de que mis padres entienden lo que es este oficio aunque lo pasen mal, porque estamos lejos, muchas veces tocando ciertos peligros… Pero fueron los primeros que me animaron, y que me recordaron que siempre había querido ser corresponsal de guerra, me dijeron que fuera, que probara. Y con ese apoyo familiar me lancé y pasaron uno, dos años... al quinto llegó la pandemia y esos dos últimos años fueron los que peor llevaron, porque no se podía salir de China, pero volver a entrar era un esfuerzo personal y económico que no me compensaba ni a mí ni a la tele. Mi familia estaba bien y decidí quedarme. Esos dos años sin verles y ocasiones especiales como las navidades es lo que han llevado un poco peor, pero desde la comprensión de que estamos un poco locos y es lo que nos hace felices.

Dice que este libro no es una venganza por lo que no pudo contar cuando estaba en China, ¿qué no pudo contar, había muchas dificultades por informar desde un país con un régimen tan cerrado? Me refiero a que las cosas que cuento no cabían en la crónica de un telediario, que dura uno o dos minutos. Pero las dificultades están todas contadas. Ya publiqué tuits quejándome cuando había impedimentos. Cuento qué es lo que había detrás de todas esas crónicas y coberturas, cómo es el trabajo diario de un corresponsal…

¿Qué se le quedó en el tintero? Me habría gustado hacer más temas. Esas cosas en las que les decías a las autoridades, por ejemplo, que te dejaran ver cómo detectaban el coronavirus en los paquetes de comida congelada que venían de fuera y no te dejaban alegando que era peligroso. Me habría gustado hacer más reportajes, pero los que se han hecho los hemos contado de forma completa.

¿Cuál es la clave para ser un buen corresponsal? ¿Qué tiene que tener? Lo primero es tener muchísima curiosidad y gran capacidad de adaptación. El trabajo de un corresponsal no deja de ser el trabajo de un periodista de estar en la calle, acudir a los sitios y contar lo que ve. Informar en un país en el que no es el tuyo tiene la dificultad añadida de aprenderte el país. Vivir allí te ayuda a comprender el entorno y te aporta claves y temas para hacer.

Luego está el idioma. Mínimamente saber inglés o francés te facilita el trabajo, porque puedes hacer entrevistas.

También hay que tener capacidad de sacrificio, porque estás las 24 horas, no hay horarios, la noticia salta y hay que atenderla, sobre todo en una corresponsalía como Asia-Pacífico, que es tan extensa y tienes que estar en alerta constante, lo que implica abnegación y entrega.

La periodista Mavi Doñate.
La periodista Mavi Doñate.
JORGE PARÍS

¿Cuál es el choque cultural más grande que sintió? Nosotros somos más expresivos a la hora de demostrar afecto. Las creencias que tienen y sus supersticiones. Me llamaba la atención, por ejemplo, que en los ascensores no exista el piso cuarto ni octavo, porque se pronuncian parecido a la palabra muerte. Las tradiciones de las mujeres cuando dan a luz, que tienen que guardar un mes durante el que no se bañan… son tantas cosas en la vida diaria que daría para otro libro.

¿Cómo miran ellos a los occidentales, qué percepción tienen de nosotros? Nos miran con curiosidad, a Europa la miran con cierta fascinación por nuestra cultura y nuestra comida. En el campus de Huawei, de investigación y desarrollo, los edificios son recreaciones de edificios europeos. Pero la gran mayoría de la población está convencida de que lo que tienen ellos es lo bueno y que lo de fuera es muy mejorable.

¿Ha adoptado alguna costumbre china? Sí, intento no cenar más allá de las siete o las ocho de la tarde y soy muy hierbas (risas), ahora soy muy de remedios caseros o de tomar agua caliente para digerir mejor el picante… cosas así. Sobre todo a la hora de cuidarme sí que he adoptado cosas chinas y me encanta la comida de ellos y si veo un mercado chino y puedo comprar verduras de allí, hago platos chinos.

Unos platos que no son los que comemos en España, ¿no? No tiene nada que ver. Aquí hemos adoptado una versión de la comida cantonesa, que es la de la zona de Hong Kong y la hemos occidentalizado mucho y mezclado, como con los rollitos de primavera, que en China no se comen, porque son más vietnamitas. Es como el chino que hace una paella allí, que los hay, y es una paella muy sui géneris. Es una comida muy rica y muy sana y hay platos muy parecidos a los nuestros, como el estofado de carne con salsa jardinera. Tampoco he comido sopa de murciélago, que no quiero decir que no las haya, pero no las he probado.

Hablemos de la pandemia, que vivió usted allí desde el inicio, ¿qué conclusión saca de cómo se inició? Lo que me queda claro es que no lo vamos a saber nunca. Ese interrogante estará ahí y es lo que en parte determina las relaciones de China con el resto del mundo. Hubo una politización de esa cuestión, que radicalizó las posturas de EE UU y China e incluso hubo una misión de la OMS que no logró averiguar nada y ahora quieren volver a Wuhan y China está cerrada en banda. No lo vamos a saber. China tiene su versión, que es la que quiere imponer, que es que se originó por la transmisión de animal a humano y niega que saliese accidentalmente de un laboratorio y que fuera un arma biológica ya ni se contempla.

¿Cuándo se asustó de verdad al inicio de la pandemia? Porque allí nunca se consideró como una gripe, como en occidente... Pues el 23 de enero de 2020, cuando el gobierno central dio un golpe en la mesa y empezó a hacer cosas, con una provincia de la misma extensión que España, la séptima que más aporta riqueza al país, que se cerró a cal y canto. Pero un encierro de once millones de habitantes, sin sacar al perro, ni comprar el pan, ni cosas similares, durante 76 días al final. Los militares empezaron a ir para allá, levantaron dos hospitales de campaña, mandaron para allá a los sanitarios y médicos… algo estaba pasando. Y cuando empezaron a hacer eso nos dimos cuenta de que algo pasaba. Y cuando en febrero el presidente Xi Jinping admitió que se estaba ante la peor emergencia sanitaria desde 1949, cuando se fundó la República Popular China, se corroboró lo que ya habíamos visto.

Aquí se criticó a muchos periodistas por decir que era una gripe, que era menos de lo que parecía… usted sí se pronunció en Twitter, por ejemplo, diciendo que era algo grave. ¿Por qué caló el mensaje de la gripe y no el los que estaban allí? Si esta epidemia hubiera empezado en EE UU todas las televisiones se habrían ido allí a hacer las informaciones. Pero China está lejos y tendemos a pensar que ya sabemos cómo son los chinos, que a saber qué cosas comen, qué sanidad tienen… y no es un país transparente, es opaco, no deja fluir la información, no explica las cosas y los periodistas a veces no podemos contar de forma completa y el mensaje puede perderse. Además, la OMS hasta marzo no dijo que se estaba ante una pandemia. Estas tres circunstancias se unieron y los periodistas no dejaban de reproducir lo que decían sus fuentes y las autoridades sanitarias en Italia dijeron que era una gripe. Si el 23 de enero se hubiera puesto el foco en lo que se estaba haciendo en China quizá no nos hubiera pillado tan desprevenidos. Es verdad que China reaccionó tarde, pero aún así habría dado tiempo a reaccionar y habríamos estado más prevenidos si hubiéramos mirado hacia allí. Y no quiero juzgar, no he querido hacerlo ni aquí, ni allí.

¿Pagó usted un precio en forma de odio en redes sociales por tratar de advertir de lo que venía? Sí, me acuerdo de ciertas publicaciones que no vi en su momento, pero sí después, que me decían que salir en las informaciones con la mascarilla puesta era alarmismo y hacer circo. Y les intentaba explicar que en China era obligatorio, que te podían poner una multa.

Las redes sociales cumplen una función buenísima y te dan un feedback. Yo estoy encantada de contestar a las personas que van con educación, a los haters, trols o bots no entro, porque no se debe entrar a eso. Hay campañas de desacreditación y tienes que saber a quién contestas.

¿Se atiende poco a la información internacional? ¿Debían los gobiernos, que tienen más recursos, haber estado más informados? Es el cúmulo de circunstancias del que hemos hablado. Si la propia OMS daba mensajes de que había contagios pero que estaban controlados… tuvimos que irnos a marzo para reconocer que podía ser una pandemia. Y nos pilló con el pie cambiado.

La información internacional muchas veces es la que menos se lee o la que menos se ve, pero creo que si está bien contada, interesa. La información internacional de un país también depende de cuánto pinta en el panorama internacional ese país, cuando más potente es más interesa su información.

La periodista y corresponsal de RTVE Mavi Doñate.
La periodista y corresponsal de RTVE Mavi Doñate.
JORGE PARÍS

Cuenta en el libro el momento en el que comenzó a advertir que era más grave de lo que parecía, ¿dudó en hacerlo por poder parecer alarmista? ¿Sintió frustración de que no le hicieran caso? Es que allí todos nos sentíamos arropados porque no hacía falta ser alarmista ni visionaria. Cualquier español que vivía en China estaba con el estómago encogido y con las manos en la cabeza pensando "madre mía lo que llega".

Esa frustración la tuvimos todos, te encontrabas con que tenías que mediar entre no ser alarmista y crear pánico que paralizara y por otro lado avisar de lo que llegaba en realidad, diciendo que no era una gripe, que la gente estaba muriendo y que se había paralizado un país.

Todo lo que pasaba en China se fue repitiendo en Europa y pensábamos ¡poneros las pilas!. Y al final, como cuento en el libro, acabamos por centrarnos en hablar con los padres y las personas cercanas que nos escuchaban, diciéndoles que se pusieran la mascarilla cuando aquí no era obligatoria, que evitasen hacer vida social muy amplia… cosas que se fueron imponiendo después.

¿Informamos demasiado deprisa? Sí, hacemos una información de fast-food, de comida rápida y hacemos información internacional cuando nos afecta, no tanto por abrir ventanas al conocimiento de lo de fuera. Se hace una información internacional ajustada a nuestros intereses y nuestra forma de ver la vida, no abriendo conocimientos. Hay poca inversión y eso que afortunadamente RTVE aún mantiene 15 corresponsalías en el extranjero y hay una apuesta en los informativos por esta información.

La sociedad, los medios, demandaban información que quizá ni se supiera en ese momento… En eso está el hacer del periodista. Te pueden encargar una cosa, pero está en tu papel de periodista de calle decir "esto no es así" o "esto lo puedo preparar para más adelante" o dejar claro que hay cosas en las que no podemos aventurarnos. Todos nos dimos cuenta de que en las informaciones, cuando tocan a la salud, debes ser el doble de riguroso.

¿Cómo fue su proceso para escribir el libro, tenía un diario? Sí, tengo los diarios guardados. Comencé a escribir en 2020 porque me encontraba unas realidades tan distópicas, tan raras, tan tremendas, que necesitaba escribirlo, sin ninguna pretensión. De repente veías que una ciudad de 22 millones de habitantes se quedaba desierta y desaparecían incluso los olores por la calle. Fueron unos amigos los que en Pekín me animaron a moverlo, a escribirlo, así que me puse a ello. Y escribir se me ha llevado vacaciones de verano, navidades, madrugones, faltar a cenas con amigos…

Quería terminarlo coincidiendo con mi salida de China. El final del libro coincide con el final de la estancia. Fue llegar a casa en España y con las maletas aún hechas me hice un café, abrí el ordenador y mandé a la editorial el manuscrito. Quería cerrar con eso mi etapa en China.

También ha cubierto informaciones fuera de China, como la de los escolares que quedaron atrapados en una cueva de Tailandia, ¿cuáles fueron las más impactantes? Esa fue una de ellas, porque fue una noticia en positivo y solemos contar noticias que son un desastre. Nos imaginábamos que iba a pasar lo peor, con 13 chavales encerrados en una cueva, sin saber bucear, ni nada de nada y con un rescate muy sorprendente y que acabó bien, por lo que fue una cobertura bonita.

También fueron especiales mis dos viajes a Corea del Norte, por lo tremendo que es aquello. Lejos de que me impresionaran los desfiles militares, que nunca sabías si lo que te enseñaban era de cartón piedra o de verdad, me impresionaba ver a toda la población desfilar ante Kim Jong-un con unas caras que no sabías si era de felicidad o de estar aterrados. Era estar en un país en el que en todo momento te vigilaban, con una persona del Gobierno al lado que no te deja dar ni un paso por libre. Es un país raro. 

También hubo momentos históricos, como Obama en Hiroshima, la abdicación del emperador de Japón… ha sido un gran regalo haber podido vivir esas historias.

¿Qué cualidades personales hay que tener para trabajar y mediar en un régimen donde pueden regañarte por publicar cosas que no les gustan? Tienes que saber dónde estás. Lo que se te haría raro es que eso te pasar en un país de Europa, democrático, aunque aquí también tenemos asignaturas pendientes, pero no pasan estas cosas tan extremas. Si te molesta estar en un país como China y no tienes mano izquierda es mejor irse. No hay que plegar la rodilla, ni tener síndrome de Estocolmo, pero tampoco enfrentarse a algo que a ti no te corresponde cambiar. En todo momento en China he intentado contar la realidad quitándome los parámetros occidentales, sin juzgar, o dando las dos versiones.

¿Puede contarnos algún caso concreto? Tuve que enviar una carta a la organización del Open de Pekín de Tenis pidiendo perdón porque el año anterior me había saltado a la persona de Prensa, aunque sin pretenderlo. Habíamos pedido entrevistar a Rafa Nadal y nos dijeron que no se podía, pero él pasó y vio que éramos de TVE y vino a hablar con nosotros y esa persona se lo tomó como una ofensa a su autoridad y su cargo. Y tuvimos que pedir perdón para poder cubrir el Open porque no nos lo habían perdonado.

Tampoco ha maquillado la realidad… Nunca vamos a decir que no exista la vulneración de derechos humanos, ocurre, o que hay libertad de prensa, porque no es así. Ellos saben que vamos a contar eso y que es nuestra labor. Nada es negro ni blanco y ellos saben que no somos medios chinos y que vamos a ir más allá de lo que ellos permiten a los medios locales.

¿Qué le diría a aquella niña de Zaragoza que usted fue y que jugaba a ser corresponsal con teléfonos de juguete? Que todo sueño es posible. Que si tienes un sueño y crees que estás hecho para ello hay que pelearlo y lucharlo. No hay nada fácil en la vida, pero siempre he dicho que soy muy trabajadora y que me empeño, soy muy aragonesa en ese sentido. Con el paso de los años he aprendido a no sentirme mal cuando las cosas no salen, pero a poner todo el empeño para que salgan.

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