Jessica Lange: "En México, la luz aparece de noche"

Fue la amada de King Kong (en el remake de 1976) y del Dustin Hoffman travestido de Tootsie. Se revolcó junto a Jack Nicholson en la mesa de una cocina, para El cartero siempre llama dos veces. Ha ganado dos Oscar. Y, para colmo, Jessica Lange es una fotógrafa de gran talento cuya obra puede verse desde hoy en el Centro Niemeyer de Avilés (Asturias) dentro de la exposición Unseen. Recogiendo imágenes captadas por su cámara a lo largo de los últimos 20 años, Lange ha estructurado la muestra en dos recorridos: The Things I See ("Las cosas que veo") y On Scene - Unseen Mexican Suites, centrada en sus viajes por el país azteca. CINEMANÍA ha podido hablar con ella sobre esta faceta de su carrera.

Para empezar, quede claro que la vocación fotográfica de Jessica Lange fue más bien tardía, aunque la primera vez que empuñó una cámara fue a finales de los 60 durante una estancia en España. "Tengo muy pocas imágenes de esta época, para no decir ninguna", nos explica. Y prosigue: "Era [el fotógrafo español, y por entonces su pareja] Paco Grande el que las hacía entonces". La cosa cambió a principios de los 90, cuando su actual pareja Sam Shepard le regaló una cámara Leica. "Fue determinante. Hasta entonces, no puedo decir que tuviese una problemática, ni un tema favorito. Tampoco lo tengo ahora ahora, pero creo que se ha definido demasiado mi lenguaje visual".

Así mismo, Lange ha declarado que su labor fotográfica le ha permitido captar mejor el valor de un instante. ¿Alguna influencia de su trabajo de actriz, en el que lo fugaz tiene tanta importancia? Según ella, ni por asomo: lo que ha cimentado esta conciencia de lo fugaz es, nos dice, "la vida misma". "Lo que fotografío son sensaciones, emociones, furtivas, fugaces. Las imágenes dicen lo que he podido sentir en esta situación", insiste, pero después puntualiza: "Es evidente que mi experiencia desde hace 35 años en el cine tiene su influencia en ciertos aspectos, como puede ser la luz. Es algo que me interesa mucho, por su aspecto dramático en algunas circunstancias, por lo que pueda transmitir, por como pueda acompañar una escena". Otro aspecto aprendido a los platós, añade, es "la relación con el espacio": "Fotografio en espacios reducidos, pequeños, donde se pueda efectuar una interacción con las personas que puedo fotografiar. Ellos y yo estamos en el mismo escenario y es por la distancia, relativamente corta, que algo puede ocurrir".

Además de a la espontaneidad de la fotografía al aire libre, Lange se ha mostrado fiel como fotógrafa a una estética sobria, siempre en riguroso blanco y negro. ¿Por qué? "Para mi, el blanco y negro, añade a la imagen. Añade misterio, imaginación, da relieve a la luz; son como volúmenes. El color, en mi opinión, sustrae todas estas dimensiones a la imagen". Algo aprendido, confiesa, de la obra de maestros como Álvarez Bravo, Joseph Koudelka, Walker Evans o Graciela Iturbide. Aunque, añade la artista, "no sé en qué medida puedo decir que me han influído". Eso sí: Jessica Lange nunca ha tomado la cámara para hacer fotos de rodaje, ni piensa hacerlo. Su mayor interés actualmente es seguir trabajando en México, un país cuyas imágenes se llevan una parte muy importante de su exposición ("Tengo cierta predilección por él, o en otras palabras, lo adoro") y en el que ha tomado fotografías que, nos explica, se parecen a "una narración, o incluso una película". "En México la luz aparece de noche, es cuando las cosas tienen más volumen", remacha.

Lo cual nos lleva a la última pregunta: dado que la fotografía y el cine son trabajos basados en la luz, ¿no ha pensado en pasarse a la imagen en movimiento y dirigir una película? Y, al respondernos, nos sorprende: "Es algo que me interesa mucho; pero no en términos cinematográficos, ni de ficción, sino que como una prolongación de mi lenguaje fotográfico. Es algo en lo que pienso, sí". Y nosotros estamos impacientes por verla.