ENTREVISTA | Cuarteto Quiroga: "No darle a la música la importancia que merece empobrece el país"

  • "Los músicos de cámara somos los 'indies' de la música clásica", declaran.
  • "A nivel cultural, ahora mismo solo se está dando a los jóvenes espaguetis. Aunque sean muy buenos, hay muchos otros alimentos", aseguran.
El Cuarteto Quiroga (de izq. a der: Josep, Helena, Aitor y Cibrán), en el Museo Cerralbo.
El Cuarteto Quiroga (Josep, Helena, Aitor y Cibrán), en el Museo Cerralbo.
Jorge Paris
El Cuarteto Quiroga (de izq. a der: Josep, Helena, Aitor y Cibrán), en el Museo Cerralbo.

Cuentan una anécdota en un pueblo canario, no hace tanto, cuando un marinero les dijo "muy emocionado" que, aunque jamás hubiese estado en un concierto, lo que había escuchado lo tenía embelesado. El hombre, en su silla, había estado oyendo composiciones de Béla Bartók, Alberto Ginastera y otras vanguardias del siglo XX. El Cuarteto Quiroga, protagonista de esta historia, narra el pequeño suceso como un ejemplo nuevo de por qué seguir apostando por la música de cámara: nació para ello, para democratizar el acceso a la cultura.

De hecho, esa es una de las razones por las que, en 2018, el jurado falló en favor de Helena Poggio (violonchelo), Josep Puchades (viola), Aitor Hevia y Cibrán Sierra (violines) como merecedores del Premio Nacional de Música en la categoría de Interpretación. Sin embargo, no lo han podido recoger hasta este año, el mismo en el que han lanzado un nuevo disco, Und Es Ward Licht! Haydn & Mozart: The Enlightenment Of A New Era, con la colaboración de quien para ellos es "un ídolo": Veronika Hagen. Charlamos con los cuatro entre las miradas de siglos de historia que se condensan en el Museo Cerralbo de Madrid.

¿Cuáles fueron vuestras sensaciones al recoger, al fin, el Premio Nacional? Muy emocionados y contentos después de tres años esperando, sobre todo tras una pandemia terrible. Lo hemos podido disfrutar dos veces: cuando nos lo dijeron y ahora que lo hemos recogido. Obviamente nos hace ilusión y nos da fuerzas para seguir trabajando como hasta ahora, cocinando a fuego lento nuestro repertorio.

Al concederles el premio, ustedes dijeron que, a pesar de la trascendencia histórica de la música de cámara y de su capacidad transformativa, no cuenta con mucho apoyo institucional. ¿Siguen pensándolo? La música de cámara es un género que tiene un potencial extraordinario a nivel transformador. Esa es la razón de su éxito en el momento de su nacimiento, a finales del siglo XVIII, en la revolución ilustrada, porque es un vehículo ideal para llevar la música a todas partes. Hubo una descentralización cultural y, con un cuarteto de cuerda, se podía hacer la mejor música en cualquier espacio sin demasiado dispendio. Por eso se volvió popular cuando las clases emergentes, hasta entonces vedadas del uso y el disfrute de determinadas formas de creación artística, quisieron hacer capital cultural. El cuarteto de cuerda es el buque insignia de esa nueva manera de entender la música. Creemos que programadores e instituciones, públicas y privadas, que se dedican a hacer cultura deberían utilizar más la música de cámara como lo que fue: una herramienta para hacer llegar la música a todos los rincones de la sociedad, especialmente allí donde más se necesita, que suelen ser los espacios donde normalmente no la hay. Es una reflexión pertinente en momentos de crisis: para cambiar determinados patrones de comportamiento a nivel de programación y de difusión cultural hay utilizar los pequeños formatos. El cuarteto de cuerda, en ese sentido, es la forma ideal.

"El gran caballo de batalla es la educación y donde hay que esforzarse es en facilitar el acceso y la cercanía de la música a toda la población"

¿Cuáles son esos pequeños espacios donde no llega la música? ¿Cómo se entraría en ellos? De una forma natural. No hay grandes auditorios en localidades pequeñas. O también una cárcel, donde tenemos experiencia; un hospital, porque no puedan moverse los enfermos; o los colegios o incluso algunos barrios. Cualquier sitio donde una orquesta pueda ser una complicación. Un cuarteto de cuerda cabe en cualquier habitación. Llenar de música de cámara la sociedad.

Ustedes hablan del “mensaje democrático” de la música clásica. La música de cámara nace porque todos los estamentos reclaman participar en el futuro de las sociedades en las que se imbrican. El cuarteto de cuerda es una metáfora de ese tipo de sociedad porque está concebido como una sociedad de iguales, constituido por cuatro instrumentos que en realidad son el mismo, con diferentes tesituras, pero de la misma familia. Se establece un diálogo a cuatro voces, pero voces de la misma naturaleza, con la misma importancia y que construyen un debate verdaderamente democrático. El cuarteto de cuerda basa su reflexión en la escucha y el conocimiento, elementos indispensables de una democracia. Esa metáfora es muy potente a nivel educativo y cultural. Por eso creemos que debería estar más presente, porque nos define como sociedades modernas.

¿Se enseña bien la música clásica? Es una asignatura pendiente que ha ido a peor desde que se hizo desaparecer de la enseñanza musical en primaria y secundaria. Habrá quien piense que mejor dar más matemáticas, pero hay tantísimas cosas que se aprenden y que crean una sociedad mejor a través de la música que es empobrecer el país no darle la importancia que se merece.

El Cuarteto Quiroga, en las escaleras del Museo Cerralbo.
El Cuarteto Quiroga, en las escaleras del Museo Cerralbo.
Jorge Paris

En la Ley Celaá cobrará algo más de importancia. La música es una definición protolingüística y primigenia del ser humano, y neuronalmente está demostrado que genera una enorme cantidad de conexiones. Como gimnasia cerebral para los niños y niñas es esencial que esté presente. Tiene que estarlo en todos los tramos de la educación general y tiene que estimularse ser partícipe de ella, ya sea cantando, bailando, descubriendo las tradiciones propias de cada región o tocando algún instrumento. Y también es importante cómo se imparte, que se tome en serio, que no la dé un profesor que esté libre esa hora, que hay muchísima gente que lo puede hacer con pasión. Si la música se mira como algo prescindible desde todos los ámbitos, empezando por el propio centro educativo, nunca se tomará en serio. Como defiende el filósofo Nuccio Ordine, hay que reivindicar "la utilidad de lo inútil": la música, sí, pero también las lenguas clásicas, la propia filosofía, las bellas artes… Todo eso es fundamental. Porque luego saca un libro maravilloso Irene Vallejo, El infinito en un junco, hablando sobre el nacimiento de los libros y cultura clásica y se vuelve un best-seller. Y está escribiendo de cosas que hoy en día están prácticamente fuera del sistema educativo. La gente está ávida por conocer estas cosas cuando se hacen con rigor, pasión y vocación divulgadora y enciclopedista. Esas materias deben estar presentes con la misma seriedad que disciplinas igualmente importantes como la física, la biología, etcétera.

Antes existía El conciertazo, pero ahora ¿Cómo entra la juventud en la música clásica? No se pueden crear nuevos públicos si no se ha escuchado desde pequeños música clásica. Les estamos arrebatando algo fundamental, como si no les dejáramos mirar cuadros. Sería impensable. Pero como en la sociedad actual la música clásica tampoco ha tenido nunca una buena etiqueta y se le ha tenido demasiado respeto (de una manera errónea, diciendo que es aburrida o difícil), se ha creado un caldo de cultivo que hace muy difícil que la gente joven se atreva. Al final tienen que ser unos valientes para escucharse un cuarteto de Mozart. Por enfatizar: el gran caballo de batalla es la educación y donde hay que esforzarse es en facilitar el acceso y la cercanía de la música a toda la población, no siendo ese acceso un privilegio. Es decir, que todo el mundo pudiese tener un contacto educacional con el fenómeno musical para familiarizarse con él. Qué fácil sería educar musicalmente a toda la población, comenzando por los niños, si se programaran conciertos por todas partes, desde barrios a ciudades. No podemos decirlo más veces: nadie se va a arrepentir de un concierto de música de cámara. Hemos escuchado tantas veces la frase 'yo no entiendo, tenía miedo, no sé mucho de esto y no sabía si me iba a gustar' que al final te das cuenta de que el problema estriba en que la música de cámara no está en el imaginario colectivo. Somos contracultura, aunque pueda parecer un sinsentido. Estamos fuera de la órbita de lo que escucha la gente, a quienes luego les cuesta derribar ciertas barreras culturales. Prejuicios. La prueba son los niños, seres totalmente libres de prejuicios. Hemos tocado para niños de 4 ó 5 años temas de Anton Webern y les han encantado. ¿Qué sería de ellos si lo escucharan tres, 10 veces? Son una esponja preparada para darle todo lo que quieras y no se lo damos. Si tú solo les das pasta, por buena que sea, solo querrán pasta. Y a nivel cultural, ahora mismo solo se está dando espaguetis. Y hay muchos otros alimentos. No estamos diciendo que lo que se está dando a la gente no sea bueno o que el universo cultural hegemónico sea pobre, sino monocromo, en una sola dirección.

¿Y vuestro público cómo es? ¿Por qué hay gente mayor en los conciertos? Porque entran en contacto tardíamente, dado que durante sus años de educación reglada y sus años de cultura joven esto no estaba ahí. Y si no está lo consideras algo oscuro, diferente, inaccesible, complicado. Cuando cambian tus usos y costumbres descubres que sí te gusta. Esa caída del caballo, esa revelación, podría darse, como nos ocurrió a nosotros, con 12 años, pero porque tuvimos acceso: un amigo o familiar que tocaba un instrumento, unos padres que nos matricularon en un conservatorio... Una de las actividades que precisamente hacemos el Cuarteto Quiroga aquí [en el Museo Cerralbo] es acercar la música a nuevos públicos, con cuatro conciertos didácticos al año para escolares. Esperamos que, cuando tengan 18 ó 20 años, no les dé tanto miedo acercarse a un auditorio porque sea un entorno incómodo para ellos. De todas formas, esto está cambiando: las salas de concierto cada vez tienen más público joven. También hay mucha mala prensa: hay muchísima más gente joven que va a conciertos de música clásica de la que se cuenta. Ahora bien, la gente tiene que conquistar los auditorios, los teatros y las óperas porque, aunque se diga que la música de cámara es elitista, en el Auditorio Nacional hay conciertos por menos de diez euros, en el Círculo de Bellas Artes, máximo 15 euros. Se dice que la ópera es elitista, pero los billetes para ver El rey león, que se agotan en minutos, no son más baratos. Hay musicales que tienen precios más elevados o incluso pubs que por ver un grupo en directo con consumición te cuesta bastante más que cualquier concierto de música clásica. Hay que reconfigurar el relato: esto no cuesta ochenta euros y es accesible. Hay que hacer que la gente joven abrace estos espacios.

Pero no se puede negar que da la sensación de que la música de cámara se ha convertido en algo underground. La música de cámara son los indies de la música clásica. Es decir, no estamos en el ojo del huracán ni somos los grandes teatros de ópera ni las grandes orquestas sinfónicas. Y al no estar en la superficie visible, se puede decir underground. Pero ojo, precisamente habría que potenciar la fuerza de lo pequeño, portátil y accesible para conseguir llevar la experiencia a todo el mundo.

Hablemos del nuevo álbum. Después de tanta espera, "se hace la luz". Este disco pretende celebrar ese triunfo del cuarteto de cuerda, un género del que Mozart y Haydn son artistas primordiales, porque consiguieron crear tal fascinación que siguen existiendo cuartetos hasta el día de hoy, que se dice pronto. Aquí queremos rendir homenaje al género desde esos comienzos y lo titulamos así en referencia al gran oratorio de Haydn, La Creación, que al narrar dentro del Génesis el final de la oscuridad utiliza un acorde en do mayor que es historia de la música justo cuando se hace la luz.

"Se dice que la ópera es elitista, pero los billetes para ver 'El rey león', que se agotan en minutos, no son más baratos"

Tan cerca de cumplir dos décadas, en 2023, ¿Cómo sería entonces innovar en la música clásica? ¿Cuál ese objetivo? No hay, como tal, que innovar en la música clásica, pero sí en la programación, en la descentralización y en la invitación, a través de políticas públicas, a llenar los espacios menos habituales, estimulando a perder el miedo e ir a esos espacios, demostrándoles que ni son tan caros ni selectos ni elitistas ni exclusivos, sino que son son suyos, construidos en un gran porcentaje con dinero público. No siempre, pero mira la Fundación Juan March, en Madrid, con una de las mejores programaciones musicales de toda Europa y es gratis. La innovación es cambiar el relato. Eso, la descentralización y, una vez más, que la música esté presente en la educación reglada.

Ahora colaboráis con Veronika Hagen, pero en vuestro repertorio no hay demasiadas compositoras... Precisamente estamos en mitad de un proyecto de investigación de diversas compositoras, del cual no podemos (ni queremos) desvelar demasiado. Hay muchas más compositoras de las que se conocen. Recomendamos desde aquí el fantástico trabajo que ha hecho la musicóloga Sakira Ventura: un mapa interactivo de mujeres compositoras en el mundo para poner al descubierto la cantidad tremenda que hay de mujeres de las que apenas se toca nada. Es un trabajo revelador y que nos ayuda incluso a los propios músicos, que estamos metidos en inercias y necesitamos en ocasiones pararnos y cuestionarnos. De cara a la celebración de nuestro vigésimo aniversario tenemos entre manos este proyecto, que irá en la línea del homenaje y la reflexión profunda acerca de la mujer en el mundo de la composición.

¿Con qué obra compararíais la situación actual? En enero, en la bienal de cuartetos de cuerda de Ámsterdam, uno de los festivales más importantes del mundo, vamos a tocar dos obras de un compositor inglés llamado Jonathan Dove. La primera es In Damascus, que habla de la crisis migratoria derivada del conflicto sirio, y la segunda, un estreno, es Togetherness, compuesta a raíz del confinamiento por el coronavirus y que quiere hablar del aislamiento y de la importancia del reencuentro, de ahí el título, que significa 'Unión'. Lo que hay ahora mismo es mucho ruido. Pero derivado de que no se está escuchando, no hay voluntad deliberada de encuentro con lo sonoro: hablamos para rebatir, no conversamos para escuchar y entender al de enfrente. Nosotros, en el cuarteto, sabemos que antes de hablar o tocar nuestro instrumento es indispensable escuchar al de la lado. Pero ahora hay mucha prisa: demasiado tuit y poca reflexión. El disco que acabamos de grabar, precisamente, se centra en la importancia del contrapunto, de iluminar lo oscuro, de la escucha mutua.

El Cuarteto Quiroga, tocando en el Museo Cerralbo.
El Cuarteto Quiroga, tocando en el Museo Cerralbo.
Jorge Paris
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