Viajar intercambiando tu propia casa: "Hay gente que deja incluso al perro para que lo cuiden"

Elisabeth, Pedro y su hija, en una de las viviendas que han intercambiado en sus viajes.
Elisabeth, Pedro y su hija, en una de las viviendas que han intercambiado en sus viajes.
CEDIDA
Elisabeth, Pedro y su hija, en una de las viviendas que han intercambiado en sus viajes.

Hace 20 años, el conserje del edificio llamó a la casa de Rafael Esteban y su mujer, Deborah, en Madrid. Había unos estadounidenses residiendo temporalmente en el piso de abajo y el bedel pidió a Deborah, también norteamericana, si podía echarles una mano con un problema doméstico.

"Mi mujer les preguntó qué hacían por allí y le explicaron que habían intercambiado su vivienda con nuestro vecino", recuerda Esteban, un ingeniero jubilado de 69 años. "Lo estudiamos y empezamos a hacerlo nosotros también, aunque al principio te da un poco de repelús".

Desde entonces, esta pareja ha viajado con sus dos hijos en decenas de ocasiones siguiendo esta fórmula. Intercambian su vivienda con otras familias y se ahorran de esta forma el alojamiento, uno de los principales gastos de cualquier viaje. También viven una experiencia vacacional distinta.

"Económicamente, yendo con una familia, es mucho más accesible que estar en un hotel", declara Esteban. "Pero también haces una vida como mucho más normal. Haces turismo y, cuando vuelves a la noche a cenar, tiene cada uno su sitio, como cuando estás en tu casa, te pones la tele, llegas y tienes unas cervezas en el frigorífico... No estás tan de paso como cuando estás en un hotel, que es muy impersonal".

Rafael Esteban, con su mujer y sus dos hijos en un viaje a Lisboa hace 10 años.
Rafael Esteban, con su mujer y sus dos hijos en un viaje a Lisboa hace 10 años.
CEDIDA
"Te pones la tele, llegas y tienes unas cervezas en el frigorífico... No estás tan de paso como cuando estás en un hotel, que es muy impersonal"

Cuando Esteban hizo su primer viaje, a Denver, Estados Unidos, internet tenía aún un uso muy limitado, especialmente en España. La plataforma mediante la que realizaron el intercambio, Intervac, enviaba un folleto a sus socios con un pequeño perfil de las casas de los demás usuarios. Se comunicaban entre ellos por carta o teléfono y concretaban las fechas que convenían a ambos.

Han pasado dos décadas y las plataformas de intercambio de vivienda online se han generalizado. Internet acoge ahora una amplia oferta de un estilo de viaje que ha salido de lo anecdótico y está repuntando con fuerza tras la pandemia.

"Los socios pagan una cuota de 130 euros anuales y crean su anuncio con las fotos de la casa", explica Anna Grossi, agente de Intervac en España, que tiene unos 1.000 usuarios en este país. "Siempre decimos que, cuanta más información pongan mejor, porque es lo que da confianza a la gente a la hora de elegir una casa. Ellos mismos se ponen en contacto con los socios que han encontrado y empiezan a hablar a ver si los otros también están buscando un intercambio en España y, una vez que se ponen de acuerdo con las fechas, se realiza el intercambio".

¿Es un sistema accesible solo para personas con viviendas de lujo? Según Grossi, en absoluto: "Con los años hemos visto que hay gente con casas mucho más grandes y fuera de la ciudad que lo que busca es un piso pequeño en las vacaciones en medio de la ciudad, muchas veces buscan lo opuesto. Todo se basa en la comunicación, es como una gran familia, hay gente que deja incluso al perro para que lo cuiden".

El sistema por puntos

A medida que el mercado ha ido creciendo, han aparecido nuevas formas de realizar estos intercambios. Páginas como HomeExchange, la que más usuarios tiene en España, ofrecen la posibilidad de realizar intercambios no recíprocos, mediante un sistema de puntos que los usuarios van acumulando y que les permite poder viajar a viviendas mucho más valiosas que las suyas.

"La gente se pregunta cómo una persona con un piso de 60 metros cuadrados ha estado en casas de hasta 2 millones de euros", reconoce Elisabeth Serelden, de 43 años, que junto a su marido, Pedro López, de 53, y su hija adolescente, son los usuarios que más intercambios han realizado con este portal en España hasta la fecha: 193.

"La gente se pregunta cómo una persona con un piso de 60 metros cuadrados ha estado en casas de hasta 2 millones de euros"

Esta pareja de Torredembarra, Tarragona, es usuaria asidua del mencionado sistema de puntos y relata sus viajes en su blog. "Ahora tenemos una segunda vivienda, pero cuando intercambiamos nuestra primera vivienda, lo que hacíamos era ir a un camping mientras venía la gente a casa e íbamos haciendo puntos y, después, con esos puntos, nos íbamos de vacaciones", declara esta profesora que se casó en uno de estos viajes con Pedro en Las Vegas.

Pedro y Elisabeth también admiten que, al principio, "estábamos llenos de miedo porque era una cosa totalmente nueva", pero, tras 11 años de intercambios, aseguran que la peor experiencia que han podido vivir ha sido que "alguna casa no está tan limpia como tu piensas".

"Tenemos demasiada desconfianza", asegura Eslisabeth. "Hay más gente buena en el mundo que mala y la gente que intercambia su casa ya es gente de otra pasta, eso dice que lo material no es tan importante para ellos".

Un sector el alza

El sector del intercambio de casas venía experimentando un firme crecimiento en los años anteriores a la pandemia y 2019 fue su punto álgido. Al igual que todo el sector turístico, los portales de intercambio están recuperando el ritmo poco a poco, aunque aún no han alcanzado las cifras pre-pandemia.

"Somos muy optimistas porque las búsquedas a estas alturas del año se han triplicado para Navidad respecto al año pasado, cuando estábamos muy sujetos al último minuto", declara Pilar Manrique, portavoz de HomeExchange en España. "Esa tendencia todavía no ha desaparecido del todo, pero estamos pensando a más largo plazo poco a poco y nos vamos sintiendo más seguros".

Esa seguridad también la aporta la garantía de que, si algo falla con el intercambio, el portal cubrirá los gastos para que el usuario pueda seguir disfrutando de sus vacaciones. "En parte de la suscripción están incluidas una serie de garantías porque, a pesar de que el intercambio de casas se basa en la confianza, siempre puede surgir un imprevisto", explica Manrique.

Casi todas las plataformas aportan seguros similares de cancelación, previsto para dar una solución en caso de que la otra familia cancele el intercambio, y de no conformidad, si la vivienda intercambiada no cumple con las condiciones que se habían acordado entre los usuarios.

"En ambos casos, el equipo intenta buscar un intercambio alternativo y, si no, se desvía al usuario a otro tipo de alojamiento cubriendo los gastos", explica Manrique. "La idea es que se realice el intercambio de la manera más tranquila posible, que los usuarios puedan estar tranquilos en caso de que se produzca un imprevisto".

Familias que intercambian su primera vivienda

A pesar de lo que se podría pensar, el intercambio de segundas viviendas no es el método más habitual entre los usuarios de estas plataformas. Aunque España es uno de los países en los que es más habitual intercambiar la segunda vivienda en Europa, una mayoría de usuarios -51%- opta por alojar a otros usuarios en su primera vivienda, según los datos de HomeExchange.

El perfil más habitual de usuario es una familia con hijos y las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla o Valencia es donde se concentran la mayoría de viviendas ofertadas para intercambios.

A ese perfil responde exactamente José Luis Gómez, un profesor de secundaria de Madrid de 58 años que lleva dos décadas intercambiando su única vivienda, ubicada cerca del centro de la capital, a través de la web HomeLink.

En 2001, Gómez descubrió esta plataforma en un artículo de periódico y decidió probar. "Fue un poco por la necesidad de viajar, en ese momento teníamos dos hijos pequeños, era caro y no siempre fácil encontrar alojamientos", declara Gómez.

Su primer viaje fue a Bretaña, Francia, y desde entonces han realizado decenas de intercambios por todo el mundo a casas muy distintas a la suya. "Al principio, cuando los niños eran pequeños, preferíamos ir a casas con jardín y, luego, nos decidimos por ir a capitales para compaginar el tema cultural con el ocio para los chavales y, también, los pisos que encontrábamos eran más grandes que el nuestro".

"La gente tiene un recelo a abrir su casa y a dejar sus cosas, hay un apego a la intimidad que yo nunca lo he sentido"

Cuando él y su familia empezaron a realizar los intercambios, admite que era una opción "rarísima", pero a medida que iba comentando su experiencia a sus compañeros de trabajo, muchos más se animaron a adoptar este sistema, que ha crecido de forma estable gracias al boca a boca.

"La gente tiene un recelo a abrir su casa y a dejar sus cosas, hay un apego a la intimidad que yo nunca lo he sentido", declara Gómez, que admite que él mismo también tuvo ciertas suspicacias en la primera ocasión. "La primera vez que hice el intercambio, hubo cosas que guardé, como las escrituras de la casa, pero la segunda, como ya había ido a una casa y estaba todo a disposición, la deje como si me fuera un fin de semana, no ocultaba nada".

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