La segunda encuesta del bienestar de la infancia ya está en marcha en la ciudad de Barcelona. La primera se llevó a cabo hace cuatro años, en el año 2017. Este segundo sondeo municipal quiere trazar, a través de las respuestas de los 5.000 pequeños participantes, una lista de mejoras del entorno más inmediato de estos ciudadanos, como son su propio barrio y sus escuelas, sus familias o la ciudad.

El cuestionario que impulsa el consistorio junto al Institut Infància i Adolescència consta de medio centenar de preguntas confidenciales que los 5.000 niños participantes de 8 a 12 años de edad y estudiantes de 58 colegios de la capital catalana de los 10 distritos que han sido escogidos al azar, irán respondiendo hasta el próximo mes de diciembre. 

Se les pide cómo valoran su bienestar, si se sienten escuchados, si en su colegio se producen peleas, si tienen segunda residencia, si hacen vacaciones o si cuentan con dispositivos tecnológicos en casa. También hay un apartado específico en el que se les pregunta sobre cómo han vivido la pandemia y si esta ha tenido consecuencias en su aprendizaje.

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Los resultados volverán a los centros de los que proceden en unos meses para que estos trabajen en clase a través con ellas respetando el anonimato de los autores. También servirán para que el Ayuntamiento haga una radiografía socioeconómica del alumnado barcelonés. Más adelante, los menores harán una presentación pública en el consistorio de los temas que les preocupan. Los primeros resultados globales del cuestionario se presentarán en verano de 2022.

En la primera edición del sondeo, la de 2017, el 69 % de los menores participantes se mostraron muy satisfechos con su vida. En el lado opuesto, un 27% manifestaron que no estaban a gusto con su cuerpo. Gracias a los resultados de la segunda edición, podrán compararse con los de hace cuatro años. 

Laia Pineda, directora del Institut Infància i Adolescència, afirma que con este estudio que finalmente trasladará las demandas de este colectivo a colegios y administraciones, se quiere demostrar que, “como sociedad, escuchamos activamente a los niños para ver cómo nos responden”.