La madre de Alba Carrillo, la mano que mece la cuna

  • Su paso por la casa de los secretos de Telecinco ha dejado al descubierto un carácter forjado con nula empatía.
Lucia Pariente, madre de Alba Carrillo.
Lucia Pariente, madre de Alba Carrillo.
Jesus Briones / GTRES
Lucia Pariente, madre de Alba Carrillo.

Lucía Pariente, la madre madrísima de la modelo Alba Carrillo, se ha desmarcado como uno de los personajes más antipáticos de la pequeña pantalla. Su paso por la casa de los secretos de Telecinco ha dejado al descubierto un carácter ciertamente hitleriano forjado con golpes bajos y nula empatía. Nada nuevo.

Hace años, tras la difícil separación del tenista Feliciano López, muchos supimos quién era la mujer que se escondía tras un papel escrupuloso de madre abnegada. El entorno de Alba palidecía cada vez que recibía un mensaje o una llamada. Su fragilidad era tan evidente que sus amigos paraban el mundo para atenderla, en ocasiones presa de los nervios, y ayudarla a encontrar la salida.

Carrillo explicaba entonces que la relación con su madre era infernal, que se encontraba presa en su propia casa, que buscaba pero no hallaba las herramientas necesarias para recuperarse de ese tsunami que la dejó devastada, desnortada y hundida. Aquellas semanas fueron definitivas.

Alba no estaba sola. Angelical, servicial, muy generosa, tierna e incluso inocentona cuando está lejos de su madre, su séquito de fieles la arropó para que tomara la firme decisión de echar a su progenitora de casa. Le costó, pero terminó claudicando. Se enfrentó a la que, quizás, fue la experiencia más traumática de su vida, pero que urgía para tomar impulso e intentar renacer.

Lucía puso mil impedimentos, pero acabó poniendo pies en polvorosa y buscando refugio en el pueblo de Ávila del que es oriunda. Cumplió a regañadientes con la exigencia de su hija, pero como cantaba Nino Bravo en uno de sus hits más míticos, juró que regresaría. Y volvió.

Y lo que durante su ausencia fue paz y armonía se tornó oscuridad, excitación y cierta agresividad. Lucía empezó una campaña de desprestigio que continúa hoy vigente contra todos aquellos afectos –algunos de ellos muy mediáticos– que, creyendo las confesiones incómodas de su hija, callaron, respetaron y no hicieron públicas las escenas que, plasmadas en una novela, tendrían tintes muy dramáticos. Mi memoria sigue intacta.

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