'Vidas baratas', o las cosas cutres como forma de vida

Una imagen del escritor Alberto Olmos.
Una imagen del escritor Alberto Olmos.
Enrique Lavigne
Una imagen del escritor Alberto Olmos.

Los de postureo más elevado quizá arruguen la nariz ante la palabra: cutre. Pero lo cierto es que lo cutre es también parte de nosotros, o al menos eso es lo que intenta hacer ver el escritor Alberto Olmos con su último libro, Vidas Baratas. Elogio de lo cutre (Ed. Harper Collins, 2021. 208 páginas. 17 euros).

Se trata de un volumen en el que se analiza de forma exhaustiva el concepto de 'cutre' con todas sus aristas, desde la melancolía y los recuerdos que despierta en nosotros hasta su concepción como una forma de vida y rebeldía, además de su subjetividad.

"Me di cuenta de que en España hay muchas cosas que giran en torno a lo cutre y a mí eso me producía simpatía. Todo lo que tiene que ver con la nostalgia, con conservar costumbres cotidianas, con no gastar dinero… me parecía una actitud ante la vida muy poderosa", explica el autor sobre su decisión de hablar sobre este tema, en el que desgrana cómo lo cutre se hace presente en ámbitos como la moda, el cine, las canciones, los anuncios, en la política, la gastronomía, la televisión, en las formas de vida, los barrios y el ocio.

Olmos, que ha indagado y hecho labor de campo sobre el asunto y lo ha plasmado con humor y de forma ágil, asegura que lo cutre es en el fondo algo subjetivo. "Un ejemplo es este móvil desde el que te hablo yo -dice durante la entrevista- que es un móvil de 38 euros, de esos viejos que se abren. Es un objeto que cuando lo saco en el metro o en un espacio humano de gente normal todo el mundo lo mira con extrañeza. Pero cuando lo he empleado delante de un entorno cultureta de escritores ha habido gente que me ha venido a decir 'me encanta tu móvil'". Y es que ser cutre no es siempre sinónimo de pobreza, puede ser una opción de vida.

Y es que hay "una línea a partir de la cual lo cutre y lo guay se confunden". "Hay un punto o un lugar en el que ese no estar a la moda, no tener lo último, es guay. Es algo que analizo en el libro, en cómo los millonarios y algunos famosos, normalmente de izquierdas, van por la vida con camiseta y vaqueros", expone el escritor.

Lo cutre tiene también una dimensión revolucionaria, anticapitalista. "Lo cutre es la nostalgia, conectar con tu infancia llena de objetos peculiares, pero también lo cutre es empatizar con cosas como cuando Pablo Iglesias dice que se viste en el Alcampo". Olmos no acaba de decidirse sobre si es algo "revolucionario", pero lo cutre sí que resulta ecológico, "porque consiste en no tirar las cosas a la primera, porque ya no estén de moda".

Reutilizar, nada más pegado a lo sostenible: "Te hacen un regalo que no te gusta y teniendo un cumpleaños al que vas como invitado y coges ese regalo y se lo das al otro. Es cutrísimo, pero es una cosa cutre sana, no haces daño a nadie, consigues que el objeto encuentre a la persona adecuada, ahorras, no tiras cosas… son pequeñas ventajas que me hacen mucha gracia", dice el autor.

Lo cutre tiene una vertiente muy pegada al pasado, a las cosas que nos vieron crecer. Los nuevos tiempos podrían hacer que esa dimensión de lo cutre no se dé en el pasado. "Si antes llegabas a una casa y todos los platos eran de Duralex ahora casi todos son de IKEA, que no resisten tanto como los de Duralex. Y por eso los de Duralex los has visto durante 40 años, porque no se rompían fácilmente. Como los de ahora se rompen no sé si serán capaces de generar esa nostalgia".

Y por más que uno quiera, nadie se libra de ser considerado cutre. "Escribiendo el libro descubrí que si tiras del hilo todo puede ser cutre, igual que todo el mundo es cutre para alguien, incluso en las más altas esferas en las que en un momento dado vestir de Gucci es cutre", pone de manifiesto Olmos.

"Hablando de Pablo Iglesias, sin querer centrarlo en él, hablando un día con alguien del sector inmobiliario me dijo 'es que no hay nada más cutre que comprarse un chalet en Galapagar'. Fíjate, un chalet es un chalet, estará mejor o peor, pero si lo comparas con La Navata u otras zonas, pues es cutre. Siempre hay alguien que considerará que eso que tú compras ya no se lleva o no es suficiente", ejemplifica el escritor.

En el siglo XXI hay una escalada de lo cutre, en su acepción de sencillo, que sobresale y que Alberto Olmos ejemplifica con Ibai Llanos, "un tipo con camiseta que se pone delante de una cámara con su ordenador y compite con canales de televisión que son el reino de los medios, de la iluminación y el maquillaje. El mundo de los influencers, de Youtube, de TikTok de Internet… es otro ejemplo del triunfo de lo cutre".

Lo cutre también es cíclico. El gotelé que recubre muchas de nuestras paredes es un gran ejemplo de ello. "Ya en los 90 la gente estaba odiando el gotelé", dice Olmos, que hace ver que ahora hay interioristas que lo usan en zonas y paredes para dar texturas, por su "potencia estética".

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