En un comunicado, la discográfica indica que la primera colección de canciones que conforman el álbum homónimo de este dúo "es uno de esos tesoros sonoros que se arman como si estuvieran moldeados por placas tectónicas".
Por ello, el nombre elegido para este proyecto -veta- no es casual y tiene lugar en pleno colapso de civilización y en la era geológica del antropoceno. "Una mezcla de lo impulsivo, sencillo y primitivo, con lo reposado y lo sofisticado. Investigación y control".
En este trabajo, los sintetizadores, loops, cajas de ritmos, órganos Farfisa -pero también pianos, cuerdas, saxos y guitarras- conforman una música electrónica tan repetitiva y obsesiva como adictiva, que se sitúa entre la retromanía kraut y minimalista y la trituradora del presente.
"Se trata de la vuelta al género distópico de un Evgeni Zamiatin; no para el paradójico goce de la desesperanza del 'no hay alternativa', tampoco para cantar a una esperanza ingenua o al voluntarismo mágico. El humilde canto de un nosotros que busca compartir la asfixia del dialelo individualista, escapar de la administración automatizada de las conductas y del rumbo, la complicidad para tirar del freno, a la desesperada", subrayan desde Batir Records.
La edición de este disco se presenta con el art-work de Clara Iris, "un potente y acertado envoltorio que da las primeras pistas de lo que contiene el interior". Así, las ilustraciones, como las canciones, se presentan con apariencia de ingenuidad, como de juguete, pero escondiendo y revelando algo siniestro.
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