El primero de los grandes tenores que hizo uso de la nueva tecnología que supuso la aparición del fonógrafo, fue Enrico Caruso. Murió joven, en 1.921, de modo trágico y repentino a causa de una peritonitis, lo que contribuyó aún mas al mito creado en torno a su figura.
Bajo y gordito, nacido en los bajos fondos napolitanos, tenía todos los ingredientes para convertirse en un referente, en un icono para los norteamericanos ¿Qué más necesitaba para ser uno de los más grandes? Sin duda un cóctel. Un cóctel verde y cristalino, con sabor a menta que aclarara su garganta y potenciara su capacidad vocal y su indudable carisma como intérprete dramático.
Caruso, no era un gran bebedor, a veces un poco de vino, y algún cóctel que otro, sobre todo el alexander (nata, coñac y crema de cacao), que era su favorito. Un caruso se prepara en coctelera, con abundante hielo: vertemos 1/3 de ginebra Bombay Sapphire, 1/3 de Martini seco y 1/3 de crema de menta verde. Batimos bien y servimos en copa de cóctel, esperando que se aclare y quede cristalino, como la voz del gran Caruso.
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