
Esther Doña está radiante. No puede ocultar que su relación con el juez Pedraz la ha colmado de una felicidad repentina que vende, a todo color, desde las portadas de las revistas.
La modelo anuncia sonriente que, tras la muerte de Carlos Falcó, su nuevo novio le ha devuelto una alegría que para algunos resulta impropia.
Un año y medio después del fallecimiento de su marido, coinciden en que ha tardado poco en compartir su nueva ilusión. Lejos de achantarse, insiste en que lo contará todo en ese libro autobiográfico que pinta más bien novela pastelosa e irreal. En cualquier caso, la viuda de Falcó tiene demasiados ojos encima.
Me consta que los hijos de Carlos van a leer con lupa todo lo que exponga en esas páginas. En concreto, Tamara, que, aunque en público se muestra muy retraída, en privado le parece casi una obscenidad.
La relación con Doña es inexistente y nunca fue de su agrado. Tanto es así que, a pesar de que la malagueña le pidió que la llamara "Tía Esther" como sí hizo con Miguel Boyer o Julio Iglesias, se negó en rotundo.
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