El alemán Karl Merk, que hace un año se convirtió en la primera persona del mundo a quien se le trasplantaron los dos brazos, sueña con volver a conducir una moto después de haber "ensayado" ya con la bicicleta.
Tan sólo un año después de someterse al trasplante, Merk ya mueve con la fuerza de sus músculos ambos brazos, percibe
sensaciones en la mano izquierda y hasta la puede mover "un poco", un progreso que los médicos calificaron de sensación en una rueda de prensa.
En una intervención de 15 horas, desarrollada entre el 25 y el 26 de junio del año pasado en Múnich, un equipo de
40 especialistas logró trasplantar los dos brazos de un donante a este agricultor de 55 años que había perdido estas extremidades durante un
accidente laboral ocurrido seis años atrás.
Durante el último año, el paciente tuvo tres episodios de rechazo, todos ellos superables sin problemas con la medicación.
Merk es el paciente ideal
El director del equipo de médicos que efectuó el trasplante, Christioph Höhnke, recordó que uno de los principales retos de un trasplante es el peligro de rechazo inmunológico, además de los problemas psíquicos.
"Merk es el paciente ideal", reconocieron Höhnke y el director emérito de la clínica universitaria de Múnich Edgar Beimar, quienes destacaron la relevancia de la fortaleza psíquica de un paciente a la hora de hacer este tipo de intervenciones.
Después de vivir
seis años sin brazos, Merk dice que el momento más feliz de la operación fue al despertar y ver que volvía a tener extremidades.
De ahí que su primera reacción fuera decir
"son mis brazos, no se los doy a nadie, es mi sangre la que corre por ellos", como recordó hoy Höhnke al hablar de quien definió como su "hijo" adoptivo, por las horas de trabajo en común que les han mantenido unidos y el buen clima de la relación médico-paciente.
La tozudez que, según Höhnke, ha demostrado el paciente en actividades "totalmente prohibidas por mí" como
usar a escondidas la bicicleta son al mismo tiempo el garante de su éxito, no sólo por los progresos realizados, sino porque la operación únicamente se hizo gracias a su "testaruda" insistencia.
Un año después de la operación la
vida cotidiana del campesino sigue enteramente copada por la rehabilitación.
Seis veces a la semana "me levanto muy pronto, me visto, desayuno y me voy a la clínica, de donde no vuelvo hasta las tres de la tarde", explicó Merk, cuya felicidad por poder hacer cosas aparentemente tan nimias como
"poder volver a apoyar los brazos" se le ve escrita en la cara.
Todavía no puede tomarse una
cerveza "más que con una pajita", pero está convencido de que pronto tendrá la fuerza suficiente en las manos para coger una jarra, objetivo imprescindible para quien, como él, vive en el sur de Alemania.
Según los médicos, el proceso de recuperación alcanzará previsiblemente su momento "óptimo" transcurridos de
dos a dos años y medio de la operación.
A partir de entonces, ya no hay posibilidades de que las extremidades trasplantadas mejoren, pero siempre existe la posibilidad de encontrar movimientos con los que suplir las posibles carencias.
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