"Me encantaba sentir su excitación hasta que nos fundíamos en un doble éxtasis"

Vino a España aquel verano para hacer un curso intensivo de español y al sur a buscar las huellas de sus antepasados. Nos conocimos en una añeja taberna, donde yo trabajaba entonces. Conectamos enseguida. El idioma no fue un impedimento, hablamos en uno que ambos aprendimos en la infancia: el alemán. Conversamos sobre lo divino y lo humano, largas charlas y profundo entendimiento. Almas gemelas que coinciden para completarse. Recorrimos Córdoba y Granada; estuvimos en los jardines de la Alhambra bajo una luna redonda y dorada como una moneda. Incluso creímos sentir la presencia de Boabdil.

Recorrimos la Alhambra bajo una luna redonda y dorada como una moneda

La atracción titilaba como una llama hipnotizante entre nosotros. El deseo nos llevó a recorrer laberínticos secretos, cada poro de nuestra piel, sin urgencias, pero con un anhelo difícil de refrenar. Él acariciaba mi cuerpo con la misma delicadeza experta con la que hacía surgir bellas notas de su laúd. Yo me superaba en cada encuentro, me encantaba sentir su excitación hasta que nos fundíamos por completo en un doble éxtasis. Las almas gemelas se miran la una a la otra como en un espejo, se ven en los ojos del otro como un reflejo, se reconocen y brillan, pero ellas no están hechas para encadenarse, son libres.

Después de tres intensas y apasionantes semanas, todo volvió a su cauce normal. Esta bella aventura fulgurará en nuestro recuerdo como una estrella de primera magnitud.

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