El ciclo fallero de la Covid se cierra al arder los más de 700 monumentos

  • València deja atrás las Fallas más atípicas con el horizonte de la edición de marzo de 2022 para la vuelta de la normalidad.
  • La fiesta retoma el pulso en las calles y se convierte en un impulso económico y emocional para la ciudad y sus habitantes.
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Cremà de la falla municipal infantil, con un 'ninot' de Luis García Berlanga en primer plano.
Cremà de la falla municipal infantil, con un 'ninot' de Berlanga en primer plano.
K. F. / EFE
Cremà de la falla municipal infantil, con un 'ninot' de Luis García Berlanga en primer plano.

Las Fallas de 2021 ya son historia. O, mejor dicho, las de 2020, ya que los más de 700 monumentos grandes e infantiles que han ardido la noche de este domingo llevaban un año y medio guardados en Feria València, desde la sacudida mundial que supuso la primera ola de la pandemia de Covid-19. Han sido unas fiestas atípicas se mire por donde se mire: se han celebrado en septiembre, a las puertas de la vuelta al cole, con mascarilla, distancia, restricciones, actos descentralizados y toque de queda. Incluso han tenido un nombre diferente, ya que el propio Ayuntamiento las rebautizó como "actos falleros" para diferenciarlas de una edición normal.

Con muchas dudas hasta el final sobre la conveniencia de su celebración desde que a principios de julio se disparó la incidencia del coronavirus (de hecho, numerosas localidades valencianas suspendieron sus fiestas por precaución), estas Fallas tan diferentes han supuesto, ante todo, el cierre de un ciclo, no solo desde el punto de vista festivo, sino también económico e incluso emocional.

En primer lugar, el fuego ha puesto punto final a unas Fallas que habían quedado en el limbo, las de 2020, ya que el destino de cualquier monumento de cartón piedra es convertirse en cenizas para que los artistas falleros se pongan de inmediato a trabajar en sus nuevas creaciones. De esta lógica se deriva la recuperación económica de una fiesta que da empleo no solo a artistas y pirotecnia, sino a sectores asociados como los de la indumentaria, flores, bandas de música, peluquería, joyería y un largo etcétera, sin olvidar la hostelería y el turismo, motores económicos de València. 

Y, más allá de lo tangible, el colectivo fallero se ha quitado estos días la espina de un año y medio sin la falla y el casal, que son mucho más que un espacio festivo y que tiene que ver con la socialización y la vida de barrio de una ciudad mediterránea, muy ligada a la calle como espacio de expresión y de convivencia. Precisamente, todo lo que la pandemia y las restricciones para combatirla han dejado en suspenso durante meses por todo el mundo.

De hecho, estas Fallas veraniegas han supuesto una especie de experimento de cara a la recuperación de la normalidad en las fiestas populares en España y para la celebración de la edición de 2022. Eso sí, sin verbenas y sin los grandes actos con presencia de público para evitar las aglomeraciones. En este sentido, las comisiones se han adaptado a la normativa sanitaria dictada por la Conselleria, con un coordinador Covid por falla, pero la celebración va mucho más allá de los casales y resulta difícil controlar la afluencia de personas en determinados puntos. 

Para comprobar si estos días de fiesta tendrán incidencia en la situación epidemiológica de la ciudad de València habrá que esperar dos semanas, aunque el alcalde, Joan Ribó, se muestra seguro de que las Fallas terminarán "bien" y "no tendrán un reflejo significativo en el número de personas afectadas por la pandemia". "Somos un ejemplo", recalca.

La cremà de esta noche ha sido tan poco común como las fiestas en su conjunto. Las fallas infantiles han ardido a las 20.00 horas, todavía de día, lo que ha permitido comprobar más que nunca el humo negro que despidió la ciudad desde todos sus barrios hacia el cielo. 

Una hora más tarde, las lágrimas de la fallera mayor infantil, Carla García, y de sus compañeras de la corte de honor, ejemplificó toda la tensión y los nervios acumulados desde hace más de un año y medio, la misma sensación que sintieron la fallera mayor, Consuelo Llobell y su corte cuando la cabeza de la meditadora de la falla municipal, convertida ya en un símbolo de las Fallas de la Covid, ardió finalmente sin su cuerpo, quemado 'clandestinamente' poco después del estallido de la pandemia en marzo de 2020.

Las fallas grandes se han quemado a las 22.00 horas, y a las 23.00 horas lo ha hecho la del Ayuntamiento, para cumplir con el toque de queda de la 1.00. El mundo fallero fija ahora su mirada y sus esperanzas en el próximo mes de marzo como horizonte para la recuperación de la normalidad en la fiesta.

La descentralización de actos, un debate abierto

El formato de las Fallas de 2021, más corto y descentralizado para evitar las aglomeraciones de mascletaes y castillos, ha abierto el debate sobre algunos cambios para el futuro de la fiesta. Ribó dice que es partidario de llevar actos pirotécnicos a los barrios porque "acerca las Fallas a los distritos". Según adelanta el alcalde, la Junta Central Fallera estudiará "con calma" esta propuesta.

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