Los atentados del 11-S marcaron un antes y un después en la historia de Estados Unidos, que entró en una espiral de persecuciones, guerras, seguridad y cambios que todavía se mantienen. Han pasado veinte años desde los ataques, pero las marcas siguen ahí y muchas de las heridas todavía no han curado. El mundo cambió. Perdieron casi 3.000 personas, incluyendo a los terroristas que guiaron los aviones hacia las Torres Gemelas.

Las mil y una teorías de la conspiración de los atentados del 11-S

Los ataques empujaron a Washington a la caza de Osama Bin Laden, y se propuso, casi sobre todas las cosas, acabar con Al Qaeda. El autor intelectual tardó diez años en caer: lo hizo en 2011, ya con Obama, que tras este hito, dio por concluida una guerra a la que le quedaban muchas incógnitas por resolver.

Las administraciones estadounidenses centraron sus políticas en Afganistán durante estas dos décadas más en el aspecto militar que en reconstruir un Estado destrozado por el conflicto. Muchos de los señores de la guerra que habían luchado contra los soviéticos primero y contra los talibanes después se convirtieron con los estadounidenses en líderes políticos; donde la corrupción y el clientelismo campó a sus anchas ante la mirada impasible de Estados Unidos y la OTAN.

Todo empezó en 2001, aunque venía cociéndose desde los años ochenta, y en 2021 parece que nada ha cambiado: la vuelta de los talibanes al poder en Afganistán en solo dos semanas enseñaron las costuras de la estrategia de Estados Unidos, que durante diez años pactó con el Estado afgano y los talibanes el futuro del país.

El 11-S marcó el inicio de todo, pero 20 años después de los ataques parece que el mundo, al menos desde el punto de vista de amenazas de terrorismo internacional, y Afganistán, desde el punto de vista de los derechos humanos, ha vuelto a la casilla de salida.