En un comunicado, la entidad señala que por aquella época, ante una pérdida prematura de un hijo o familiar, era costumbre para asimilar la situación conservar objetos personales del difunto.
Entre las posibilidades, lo más significativo era guardar el cabello de la fallecida como una forma de atestiguar la existencia de esta persona y conservar la esencia, puesto que además no se degrada con facilidad.
En este caso, se trata del cabello de una niña de falleció de forma súbita a los 7 años, en Silleda, en el año 1970, y conservada por su madre en recuerdo de la peña junto con un escapulario.
Según relata la entidad, esta trenza sirvió como elemento integrador familiar especialmente para la descendencia del matrimonio que no llegó a conocer a su hermana.
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