"Nuestros cuerpos latieron al unísono y nos amamos con una desconocida locura"

Aquel año la primavera anunciaba su final como mi relación con Ismael, tan sumida en la monotonía y el desgaste de los años. Con la excusa de aliviar mi estrés por el trabajo, les pedí a mis padres las llaves del apartamento de la playa.

Mi cuerpo se estremeció de placer al sentir sus labios fundiéndose en mi vientre

Llegué de noche, dormí un poco y me levanté decidida a ver amanecer en la playa. El día se abrió por completo con un precioso sol que animaba a cualquier alma dolida como la mía. Pero no fue sólo el calor del sol lo que me estremeció, sino la imagen del cuerpo de un hombre que veía acercarse desde lejos. Todo en él era perfecto: cada músculo marcado y definido, el brillo de su piel, su tez morena, esa forma pausada y segura de caminar por la arena. Al acercarse más, mi espejismo se terminó de convertir en uno de los hombres más atractivos que había visto nunca. Su pelo castaño y brillante, sus ojos azules y esos rasgos tan perfectos que parecían haber sido esculpidos por un artista.

Era el socorrista, Álex, un estudiante de Ciencias del Mar, alegre, divertido y encantador. Hablamos y conectamos con tanta naturalidad que parecía que nos conocíamos de años. Tenía miedo que al acabar su turno nos tuviéramos que despedir para siempre, pero me propuso tomar algo en el kiosko de la playa.

La gente se fue marchando y nosotros fuimos a pasear por la orilla. De repente me cogió la mano y continuamos el paseo hasta una cala protegida por rocas y con la arena tan fina como el resto de la playa, donde nos sentamos a ver el atardecer. Cada vez más fui sintiendo el calor de su cuerpo al rodear el mío. Me giré con los ojos cerrados y los labios entreabiertos buscando su lengua, que poco a poco fue recorriendo todos los rincones de mi cuerpo. Noté cómo sus dientes desataban los nudos de mi bikini y mi cuerpo se estremeció de placer al sentir sus labios fundiéndose en mi vientre. Nuestros cuerpos latieron al unísono y nos amamos con una desconocida locura. El destino me había preparado una noche mágica, única e inolvidable.

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