Una estudiante le salvó la vida en un tren tras sufrir un infarto; la buscó... y la encontró

  • Jaime Ginestá ha podido contactar con su salvadora gracias a un llamamiento desde '20 minutos'.
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Alba Mena se enfrentó por primera vez a una situación de emergencia médica real el pasado 25 de mayo. Fue en la estación de tren de Barcelona-Sants, en el andén número 8. Esta estudiante de tercer curso de la carrera de Fisioterapia, de 23 años y de Badalona, hizo posible que un pasajero que sufría un infarto severo fuera reanimado y trasladado a un hospital. Alba aplicó los masajes cardiacos que había aprendido en un curso de primeros auxilios una semana antes.

Gracias a su gesta y a la de otra pasajera -una pediatra- que se turnó en los masajes, Jaime Ginestá, de 45 años, sigue vivo.

Se lo dijeron textualmente a la madre de Jaime, Carmen, los doctores del Hospital Clínic de Barcelona, donde su hijo ha estado un mes ingresado.

Tras salir del centro sanitario, a finales de junio, Carmen y Jaime han querido agradecer personalmente a la pasajera su vital actuación. Alba era anónima para madre e hijo hasta este lunes, cuando esta estudiante llamó a 20 minutos. La avisó su pareja, que leyó el artículo del diario publicado en Barcelona a raíz de una carta enviada por Carmen. El chico la llamó al móvil a San Sebastián, donde la joven disputa un torneo de fútbol con su equipo, el Sant Gabriel de Sant Adrià.

Un acto impactante

La futura fisioterapeuta relataba este lunes que vio aquel día a un hombre desvanecerse en el andén y, al apreciar que dejaba de respirar, procedió a efectuar el masaje cardiaco.

"Fue un momento muy impactante para mí", recuerda nerviosa Alba al teléfono. Ella también intentó calmar a la mujer de Jaime, presa de la ansiedad, durante parte de los 20 minutos que tardó en llegar la ambulancia a la estación.

Una vez que los sanitarios se llevaron a Jaime, la joven sólo pensó "que había hecho lo que debía". Eso mismo le diría por teléfono ayer al hombre al que salvó el 25 de mayo.

"Sólo hice lo que debía"

Alba comentaba a este diario que no intentó conocer la identidad o el estado de salud del pasajero al que atendió, pero que se sintió "orgullosa" de su reacción una vez socorrió a este usuario de Renfe.

También se sintió "muy nerviosa" y cuando se lo llevó la ambulancia tuvo que salir de la estación para fumarse un cigarro. Al explicar su experiencia, insiste: "No se trata de valorarme yo, sólo hice lo que debía, pero entiendo que me lo quieran agradecer, si yo fuera él, la madre o la mujer, también lo haría, por supuesto".

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