Existe en Brasil una popular lotería ilegal que atrae mucho dinero en apuestas y contra la que la policía de aquel país latinoamericano lucha sin descanso. Se trata del Jogo do Bicho (el 'Juego del Bicho').

Tal y como recoge la BBC en un reportaje, el origen de este juego está en 1892, cuando el barón João Batista Drummond quiso atraer visitantes a su zoológico de Vila Isabel, en el área norte de Río de Janeiro.

Cada mañana, el barón elegía un animal de una lista de 25 de los que había en el zoo y colocaba su imagen en una caja de madera a la entrada. Los visitantes compraban un boleto con la estampa de uno de esos 25 animales.

Al final del día, el barón desvelaba la caja y aquel que tuviera el boleto correspondiente se llevaba un premio 20 veces el valor de la entrada, una fortuna en aquella época.

El juego tuvo mucho éxito y traspasó los límites del zoo, extendiéndose por toda la ciudad de Río. Pero se descontroló y a finales de aquella década, el juego se declaró ilegal.

"Las ciudades comenzaron a crecer, y el fin de la esclavitud y la entrada de inmigrantes en el país aumentaron el contingente de pobres en las urbes. El mercado ilegal era la única opción de ingresos para muchas personas", dijo a la BBC el politólogo Danilo Freire, que ha estudiado el fenómeno.

"De igual manera, aunque el juego era ilegal, la ley nunca se aplicó de forma muy estricta. Hasta hoy, la ludopatía se considera solo un delito menor (prevé de cuatro meses a un año de prisión). Así, el castigo no era lo suficientemente fuerte como para asustar a los bicheiros (los corredores de apuestas): los beneficios compensaban el riesgo de ser detenidos", añade.

Así es el juego

En el juego, cada uno de los 25 animales corresponde a cuatro números: desde el avestruz (01 a 04) hasta la vaca (97 a 00). Hay diversas formas de apostar, pero normalmente, si las dos últimas cifras del número ganador de la lotería nacional de Brasil coincide con del animal cuyo boleto tengas, ganas.

Hay otros formatos más ambiciosos, como elegir cuatro números y esperar que los cuatro salgan en el primer sorteo. En esas jugadas se puede cobrar hasta 700 euros por cada real apostado.

"Los bicheiros intentan ampliar su negocio y ofrecer algo que atraiga a los jugadores. Cuando una apuesta funciona en un lugar, probablemente será copiada por los vecinos y probada en otros mercados", dice Freire.

Un estudio reciente estima que este tipo de lotería clandestina recaudó entre 218 y 466 millones de euros en Brasil en 2014, una cifra que algunos consideran que está subestimado. Se calcula que en los 90 el sector llegó a emplear a 50.000 personas solo en la ciudad de Río de Janeiro.

Las supersticiones

Además, el juego se caracteriza por estar sujeto a la superstición. "Poder escoger el animal fue una gran idea, ya que hizo el juego mucho más interesante. Y, con el tiempo, esto llevó a la gente a interpretar los sueños, las matrículas y los números también de forma muy curiosa", dice Freire.

Pese a que está gestionado por delincuentes, la gente se fía cuando apuesta. Todos los apostantes saben de antemano cuánto pueden ganar. "Es más fácil de entender para la gente y todo el mundo sabe cuánto tiene que pagar también", dice Freire.

Además, este negocio financia iniciativas culturales o populares, como el carnaval. "Proporcionan trabajo a los residentes, generan beneficios para las comunidades, aumentan el turismo en Río y, por supuesto, acaban convirtiéndose en un símbolo nacional", dice el politólogo.

"Las escuelas de samba empezaron a recibir ayudas estatales a mediados de los años 30. Pero el gobierno intervino en sambas y desfiles. El jogo do bicho dio cierta libertad a las escuelas, y permitió desfiles más elaborados y que las escuelas se profesionalizaran", añade.

También está abierto el debate acerca de la relación del narcotráfico con el jogo do bicho: "Los bicheiros son muy anteriores al crecimiento del narcotráfico. ¿Cómo comparten ambos espacios? ¿Hay más cooperación o conflicto? Es posible que solo compartan áreas de influencia y apenas se comuniquen, pero quizá hagan negocios, intercambien información y se ayuden mutuamente cuando sea necesario. Pero sigue siendo una cuestión abierta", concluye Freire.