Con alquileres que difícilmente bajan de 500 euros al mes y con pocas plazas de guardería públicas, la vida de Susanna, una madre de Barcelona de 29 años, se convirtió en un cúmulo de problemas al fallecer su marido en 2007.
"Con mi sueldo de 840 euros no me llega", sentencia esta administrativa de un club de natación. No cobra pensión de viudedad porque su pareja, dominicana, no llegó a cotizar los cinco años necesarios. A la niña (tres años) tampoco le corresponde pensión de orfandad.
Susanna está en tierra de nadie: "Gano un poco, pero no lo suficiente para pagarme un piso. Sin trabajar sí que tendría más puntos para una plaza en la guardería, por ejemplo. Tengo la mala suerte de haber estudiado y trabajar ahora", ironiza.
Era imposible mantener el nivel de vida anterior. Consecuencia: abandono de la vivienda de alquiler familiar y regreso al pisito de los padres y a compartir cama con su hermana... y la niña.
"Hay ayudas para familias desestructuradas o madres solteras, pero para mí no hay nada. Las asistentes sociales me dicen que hay gente peor. Debería haber ayudas para acceder a un piso social o un parvulario", reclama.
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