El ocio nocturno vuelve sin pistas de baile en casi toda España: "La gente no va a misa a una discoteca, quiere bailar"

Un camarero sirve una bebida en el interior de una discoteca este lunes en Madrid.
Un camarero sirve una bebida en el interior de una discoteca en Madrid.
EFE
Un camarero sirve una bebida en el interior de una discoteca este lunes en Madrid.
Un camarero sirve una bebida en el interior de una discoteca en Madrid.
EFE / ATLAS

En una improvisada pista de baile delimitada por postes y cintas en la discoteca Florida Park de Madrid, Vicente Pizcueta, portavoz de la patronal España de Noche, trata de explicar cómo se podría bailar en un un local de ocio nocturno en tiempos de Covid.

Una asistente le ayuda paseando por el recinto mientras Pizcueta trata de explicar cómo los clientes entrarían en la pista, bailarían un par de canciones y se marcharían, todo ello protegidos con mascarillas y manteniendo distancia de seguridad.

"La pista de baile es el sancta sanctorum de un local de ocio, de una discoteca o un club. Demostrar que se puede mantener la distancia física no es imposible", defiende Pizcueta, que justifica lo que sería una escena un tanto inverosímil en una discoteca con las ganas de recuperar viejas “sensaciones” por parte de los clientes: "La gente no va a misa de 12 a una discoteca, lo que quiere es bailar y escuchar música".

La de la pista delimitada es una más de las medidas presentadas este martes en Madrid en un plan de desescalada conjunta elaborado por varias patronales de un sector que ha sufrido una caída en la facturación del 84%, lo que ha supuesto pérdidas de 21.600 millones de euros y la destrucción de 90.000 empleos desde el inicio de la pandemia.

Bailar o no bailar, esa es la cuestión

La libertad para bailar es una de las reivindicaciones fundamentales de un sector, el del ocio nocturno, que esta semana extiende a más territorios -algunos, como Galicia o Navarra, aún tendrán que esperar- una apertura muy desigual, con distintas normas dependiendo de la comunidad autónoma en la que se encuentre el local.

Mientras que en algunas como Castilla y León o Cantabria, los locales ya han recuperado el horario habitual, la mayoría tendrán que echar el cierre a las 2 o a las 3 de la mañana y si en Cataluña los clientes podrán bailar en la pista, aunque sin consumir bebidas allí, en el resto del país deberán conformarse con estar sentados en mesas.

"Es ridículo obligar a la gente a estar sentada cuando hay un metro y medio de separación entre las mesas", considera Juan Rambla, propietario de varios negocios de ocio nocturno en Málaga, como la Sala Gold o el Theatro Club. "No es fácil que con estas condiciones la gente venga, teniendo otras alternativas".

Andalucía es una de las comunidades en las que el baile está prohibido, incluso en las mesas de seis personas en las que se han dividido los locales. La misma restricción rige en Baleares, mientras que, en Madrid, al menos sí se podrá bailar al aire libre en los locales que tengan terraza.

"Tener una droguería y que te dejen abrir una pescadería"

"Uno solo va a poder estar en su espacio y no va a poder relacionarse con nadie de los espacios contiguos, pero es cierto que el poder abrir las barras es un elemento que da un poquito de normalidad", declara Álex Zamarro, propietario del club Velvet, en Madrid.

En la Comunidad de Madrid el ocio nocturno va a reabrir por primera vez este fin de semana desde el breve paréntesis del verano pasado. El servicio en barra sí estará permitido, pero los clientes deberán volver a su asiento para consumir.

Peor panorama tiene el sector en otras regiones, como la Comunidad Valenciana, que a pesar de contar con los mejores datos epidemiológicos del país desde hace meses tiene una de las normativas más estrictas con el ocio nocturno.

"El ocio nocturno no ha abierto, vamos a partir de esa premisa. Es como si tu tienes una droguería y te dejan abrir una pescadería", declara Lalo Díez, propietario de varios negocios, entre ellos un pub con un aforo de 270 personas en Valencia. "Lo que estamos haciendo ahora no tiene nada que ver con nuestro negocio".

La alternativa al "ocio descontrolado en las calles"

La divergencia de normas a lo largo del país ha hecho que los empresarios de la noche tengan opiniones muy diversas de cómo han gestionado su situación durante la pandemia los gobiernos autonómicos.

Mientras que Díez considera que el Consell valenciano les ha "señalado, juzgado y condenado", Ramón Mas, propietario de la discoteca Wolf de Barcelona, considera que la Generalitat "se ha portado", dadas las cuantiosas ayudas directas recibidas por el sector.

Allí, además, el ocio nocturno disfruta de las medidas menos estrictas del país. Las pistas de baile están abiertas y la única restricción es que no se pueda beber en ellas, además, por supuesto, de la obligatoriedad del uso de mascarillas como en el resto del país.

"Creo que las autoridades se han dado cuenta de que somos la alternativa más segura frente al ocio absolutamente descontrolado de la calle", declara Mas, en referencia a los macrobotellones que se han visto los últimos fines de semana en Barcelona.

El punto más complejo es el de mantener las distancias de seguridad entre los clientes. "Lo que vamos a hacer es controlar, hay ciertas cosas que van a ser complicadas de cumplir, pero evidentemente entre que nosotros cumplamos lo máximo que podamos y el desfase absoluto en las calles, no hay color", considera Mas.

Una experiencia piloto

En Galicia, el ocio nocturno sigue cerrado, sin embargo, el pasado 12 de junio se pudo asistir en la discoteca Pelícano de A Coruña a lo que ha sido, hasta ahora, la noche de fiesta más parecida a las que se vivían antes de aquel fatídico marzo de 2020.

Una prueba piloto reunió a casi 1.000 personas en el club después de haberse sometido a una PCR en los días anteriores. La única medida era el uso obligatorio de mascarilla y la prohibición de consumir en la pista de baile. Las entradas se agotaron en menos de 50 minutos.

"Los jóvenes dieron un ejemplo y un golpe encima de la mesa, nos sorprendieron a todos, no hubo que llamar la atención a casi nadie", declara Luis Diz, copropietario y CEO del Pelícano. "Hay que valorar que muchos de esos chavales tenían 18 años y no habían podido disfrutar nunca de una noche de fiesta, había gente llorando de la emoción. Fue una fiesta inolvidable". 

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