La insólita historia detrás de Ganda, el rinoceronte que sedujo a Alberto Durero

  • El periodista Jesús Marchamalo y el ilustrador Antonio Santos vuelven a sumar fuerzas en 'El rinoceronte del rey'.
  • En su nuevo libro, editado por Nórdica, Marchamalo relata lo que supuso la llegada de este animal a la Lisboa del siglo XVI. 
Ilustración de Antonio Santos en el libro 'El rinoceronte del rey'.
Ilustración de Antonio Santos en el libro 'El rinoceronte del rey'.
NÓRDICA
Ilustración de Antonio Santos en el libro 'El rinoceronte del rey'.

"Las historias reales pueden llegar a ser tan apasionantes y llenas de sorpresas, o más, que las mejores aventuras de ficción", declara el periodista y escritor Jesús Marchamalo en su nuevo libro, El rinoceronte del rey (Nórdica), donde vuelve a sumar fuerzas con su ya inseparable compañero, el ilustrador Antonio Santos, para contar la historia de Ganda, el rinoceronte que conquistó al artista Alberto Durero en el siglo XVI, y con el que comenzó una auténtica "rinomanía" que se extendió durante siglos por toda Europa.

El 20 de mayo de 1515 una multitud se reunió en el puerto de Lisboa para recibir con expectación el obsequio que el sultán Ahmdabad Muzaffar Shah le hizo al rey de Portugal, que por aquel entonces era Manuel I el Venturoso. Se trataba de Ganda, un animal de una tonelada y media de peso procedente de la India. "Era la primera vez que se veía un rinoceronte en Europa en dieciséis siglos, por eso causaba tanta sorpresa y curiosidad", avanza Marchamalo a 20minutos. 

Aquel fue el comienzo de una historia extraordinaria en la que, aparte de los mencionados mandatarios, participaron otros personajes históricos, como el Papa León X, que se enfrentó a la construcción de la Basílica de San Pedro y a la tesis de Lutero. Y es que, desde su llegada a Portugal, el animal vivió una serie de peripecias que le hicieron llegar a los ojos -y, sobre todo, a los oídos- de diplomáticos, espías y artistas cuyos testimonios le sirvieron de inspiración al alemán Alberto Durero, que después elaboró el famoso grabado de Ganda. Eso sí, cabe resaltar que, pese a retratarlo con asombrosa fidelidad, este nunca llegó a ver al rinoceronte. El porqué se halla en las páginas de El rinoceronte del rey.

La influencia histórica del rinoceronte

Marchamalo considera que de El rinoceronte del rey se pueden obtener varias reflexiones. La primera, que nuestra sociedad comparte con la del siglo XVI el gusto por conocer cosas nuevas más allá de nuestras fronteras, algo a lo que también ayuda la creación y el consumo de imágenes. "La historia de Ganda está llena de metáforas iluminadoras. Una de las cosas que más me sorprendió es la enorme curiosidad, pasión e ingenuidad que despertó su llegada en Europa, que estaba muy cerrada en sus fronteras", explica.

"Parece que en esta sociedad tan tecnificada es muy difícil sorprendernos con nada porque creemos que tenemos el mundo conquistado. Miramos con mucha soberbia a esta sociedad del siglo XVI, pero seguimos viviendo de la misma ficción. Apreciamos el mundo también a través de postales y de reportajes de televisión, y muchas veces confundimos lo que vemos en los ordenadores con imágenes reales. Al final, mientras ellos tenían a Durero, nosotros tenemos la National Geographic", añade el autor. 

Al escritor le sorprende el poder influenciador de las iconografías en la construcción de lo que percibimos socialmente como lo real. Y, para muestra, un botón: la obra de Durero ha servido a artistas e historiadores durante décadas. "A partir de testimonios, el artista hizo un dibujo. Y de ahí surge su grabado, uno de los imprescindibles en la Historia del Arte. Llama la atención cómo esa imagen ficticia del animal, que no es real, sino un retrato de oídas, es la imagen icónica del rinoceronte que se impone durante siglos hasta prácticamente la primera guerra mundial".

En parte, Marchamalo cree que el aspecto del rinoceronte -que ha cautivado a virtuosos como Dalí- es lo que "ejerce fascinación entre los artistas". "En una presentación, Estrella de Diego [profesora universitaria de Arte, comisaria e investigadora] se preguntaba por qué la figura del rinoceronte tiene tanta potencia. Yo creo que este animal tiene un aspecto absolutamente formidable: es extraño y está lleno de placas y cuernos. Recuerda al mundo antiguo, como si fuera un animal procedente de otro tiempo".

Hacia "la rinomanía"

Asimismo, Ganda no fue el único rinoceronte que cautivó a los europeos. "Unos años más tarde llegó un nuevo rinoceronte a Madrid", cuenta el escritor, que se refiere al que pisó la capital en 1579 traído por unos titiriteros portugueses, y que dio nombre al lugar donde estuvo unos días pastando, la actual calle de la Abada (término en desuso para referirse al rinoceronte). Se dice, además, que la abada fue un obsequio del gobernador de Java a Felipe II, aunque no hay pruebas que lo demuestren.

De lo que sí se tiene más información es de la llegada de la joven Clara al continente. "Era un cachorro de rinoceronte. Llegó a Holanda y recorrió toda Europa de feria en feria porque, claro, seguía siendo un animal que aún no se había visto. Viajó arrastrada por un conjunto de caballos hasta ponerse de moda. Así surgió la 'rinomanía': se hacían telas con imágenes de rinocerontes, broches, postizos que fingen ser de rinoceronte entre la aristocracia... Hay algo misterioso en el animal que siempre ha resultado muy seductor".

Jesús Marchamalo, autor de 'El rinoceronte del rey'.
Jesús Marchamalo, autor de 'El rinoceronte del rey'.
ASÍS G. AYERBE

Marchamalo agradece haber podido plasmar el resultado de sus inquietudes e investigaciones en El rinoceronte del rey. "Trabajar con Antonio Santos siempre me resulta muy gratificante, al igual que con Nórdica. Con ellos siento que trabajo en equipo", reconoce, pues desde hace años elaboran juntos una serie de publicaciones anuales, "pequeños libros" dedicados a grandes autoras y autores. Entre ellos están Virgina Woolf, las olas; Kafta con sombrero o Delibes en bicicleta. 

"Creo que este nuevo libro ofrece una lectura agradable, abre muchas puertas y nos enseña a mirar a la historia con menos soberbia a la que estamos acostumbrados", admite. Unas palabras que suscribe el escritor Luis Landero, autor del prólogo: "Estos marchamalines, como a mí me gusta llamarlos, son una invención impagable, joyitas que uno atesora en su estantería y en su corazón".

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