Tocando al sol de medianoche

La experimentación y la música de vanguardia se han convertido en un signo astrológico de Noruega. Fusionan estilos, gustan de electrónica rara y abren fronteras al jazz. Sus artistas brillan con la extrañeza de un sol de medianoche.
Janny Havl, de Rockettothesky
Janny Havl, de Rockettothesky
Daniel Alea
Janny Havl, de Rockettothesky

Gafas de sol para recorrer Oslo de madrugada. Éste será un recorrido extraño. Como el sol que brilla en la medianoche noruega. Es una estrella rara, surrealista, disidente. Se niega a hundirse, declarándose en el Ártico, y sólo en verano, rebelde. Estimados magos, hoy toca hablar de música y arte, pero también de luz y oscuridad. Miren a las estrellas subterráneas, constelaciones de miembros y cabezas. Es en el otro universo, el humano. Allí brilla un sol nocturno, anaranjado como un demonio antiguo. El arte como cartografía del alma y el alma como soporte de todo Big Bang. Astros en una bocacalle gris e industrial, o en el metro, orbitados por una pinta de cerveza que cuesta la friolera de 8 euros. Son soles que sufren y sienten. Y no esperamos eclipses.

Tradicionalmente, Noruega fue relevante por su noche eterna, cuando en el invierno ártico el sol olvida salir, está de juerga. Las hordas del black metal arrasaron escenarios creando un estilo embriagado por la locura satánica en los ochenta. Grupos como Satyricon o Dimmu Borgir aún sellan pactos contra Fausto. Han superado la aberración de la secta del Inner Circle, cuando años atrás, el satanismo, las drogas y el integrismo pagano llevó a bandas (Mayhem, Burzum) por los fiordos del crimen (quema de iglesias, asesinato).  Pero la naturaleza-dios nunca se detiene. Hoy entramos en otra era astrológico-sonora: la del sol de medianoche. Las musas celebran que termina el ciclo de la oscuridad. E invocan las voces de los muertos del futuro.

Este sol extraño, casi poético, representa el nacimiento de una escena rica en la experimentación. Es la fusión sin norma y esqueleto. Y quizá ustedes, mis magos-astrólogos, puedan predecir el advenimiento de una nueva ola noruega. El nu jazz, la jazztrónica o el free jazz son soles extraños. El noise, la música performance y experimental, la lírica jam recuerdan a una estrella sobrenatural. La rocktrónica, el space disco o el pop conceptual y épico son el círculo abierto. Noruega vibra bajo un nuevo cielo, sólo necesitamos un oído fino y no temer al día perpetuo. Este tour no es apto para fotofóbicos y maestres oscuros. Les recuerdo: gafas de sol.

Intercambio de fuerzas: jazz, punk, noise, minimal...

Amanece en la noche del jazz, las trompetas son pájaros de fuego, y la energía quiebra el hielo. Paal Nilssen Love , con 34 años, está considerado uno de los mejores baterías de jazz del mundo. Edita o participa en la friolera de más de una veintena de discos al año. Toca todos los palos. Mezcla noise con jazz, reinventa future jazz o clásicos. «Todo tiene que ser muy energético. Mi jazz coge muchos elementos del punk y el rock. Aunque para improvisar prefiero a los humanos que a las máquinas», explica.

A Paal le encanta experimentar. Sus padres tenían un club de jazz y siempre estuvieron muy interesados en la free music. «Lo interesante de lo que está pasando ahora mismo en Noruega es que todo se está mezclando. Desde la minimal music a la improvisación o el noise. La gente es realmente libre a la hora de mezclar estilos. Es fascinante este intercambio de fuerzas», dice. Este intercambio tiene su claro sol nocturno en lo que está ahora influenciando a Paal: la percusión de Mali y la etíope. «Suena poderosa», dice.

Paal nos sirve de puerta de entrada para una Noruega de jóvenes artistas que apuestan por romper los límites, por experimentar, por mezclar a ver qué pasa, hundirse en los lodos de la creatividad para buscar el diamante sintético. Un país de apenas 5 millones de habitantes que, gracias a un envidiable sistema de subvención cultural, permite espacios para otros horizontes, promueve sus soles en la oscuridad. Los artistas, los locales de música en directo y los sellos reciben ayudas estatales. Incluso hay organismos que se dedican a promocionar la música alternativa como el Music Export Norway. Y además la prensa apoya a la música alternativa, un apoyo semanal en cuanto a novedades y entrevistas.

Esta situación ha permitido a los músicos moverse por otros derroteros. Librarse de la ecuación ‘masivo = supervivencia’. Como los vikingos de antaño, buscan nuevas tierras a través de un océano de brumas. Pero también hay otra razón cósmica para estos eclipses. Por ejemplo, la influencia del jazz, según Lars Horntveth, miembro de Jaga Jazzist. Muchos músicos se instalaron en Noruega y Dinamarca en los setenta, lo que provocó un flujo entre París, Berlín, Londres y Oslo.

Además, el conservatorio de la Universidad de Trondheim, con su prestigioso departamento de jazz, ha logrado crear una influyente cantera de músicos. Es la nieve que se posó sobre la tierra para reflejar la luz. Prueba de ello es que el jazz experimental o el future jazz goza de salud vikinga. Imagino al dios Thor blandiendo su saxo sobre el bosque de cuerpos. Del jazz experimental, como Kjetil Moster, a la locura electrónica de los Xploding Plastix. Del jazz extraño y atmosférico de Supersilent a la jazztrónica de Arve Henriksen, que actúo recientemente en La Casa Encendida de Madrid, o los Wibutee , pasando por la fusión totalizante de Jaga Jazzist.

«Como si fuera éxtasis, por supuesto»

«La suerte que hemos tenido en Noruega es que nunca hemos producido superéxitos», explica Lars. Su banda, de nueve miembros, nació a mediados de los noventa con un propósito extraño: crear una banda de hip hop y jazz experimental. Pero ahora Lars intenta deshacerse de la etiqueta y ampliarla aún más: «No hacemos jazztrónica. Lo utilizamos todo. Rock, electrónica, música progresiva, dub, lo que sea —dice—. Tenemos influencias desde Aphex Twin a Motorpsico o Tortoise. Lo que nos interesa es crear música extática». ¿Éxtasis? «Cómo si fuera éxtasis, por supuesto», responde con pícara sonrisa. Imagino al dios Loki cubierto de ácido. El grupo, que ya ha participado en el festival de música electrónica Sónar de Barcelona, actuará en España en noviembre para presentar su nuevo disco, grabado en unos estudios de Chicago.

«Yo definiría la escena musical en Oslo como saludable. Hay conciertos cada semana y muchos estilos musicales sonando al mismo tiempo, y gran cantidad de discos interesantes publicados», explica Lasse Marhaug, gurú del noise nórdico. Su música la define como new folk music, es decir, una alquimia de «ruido», experimentación y free music. «Creo que el secreto se debe a un grupo de actores muy entusiastas que han permitido el crecimiento del resto, lo que ha provocado un efecto de bola de nieve», explica. Sitios de música en vivo como Blä o sellos como Rune Grammaphon, Smalltown Supertown, Sofa, Racing Junior y Metronomic han logrado este efecto de la mariposa nival.

Y ahora, con Thor y Loki, de juerga creativa, en el éxtasis de los borrachos ermitaños en claustros de hielo, nos toca invocar las voces de los muertos, ¡¡¡shhhhhh!!!, del futuro. El nombre de Rockettothesky   nació por un perro muerto al que su dueña quería enviar al espacio. Pero finalmente parece que acabó ella surcando los cielos. Jenny Hval, el espíritu de este proyecto, usa su voz como invocación y entiende el susurro como metáfora. «Me gusta hacer sonar las voces del pasado, buscar un lugar en el que no sea identificable qué es sueño y qué es vigilia», dice.

La intimidad del frío

Su pop extraño, conceptual y surrealista recrea mitologías sonoras, caminos por territorios helados. En mitad de un parque, acaricia la nieve con la cara y parece que ésta le susurre algo. «Imagino que el clima influirá en nuestra forma de ser. Piensa en la oscuridad: aquí el movimiento gótico es muy fuerte. Piensa en las gentes juntándose en sus casas por el frío, en la intimidad», dice. Su estilo se encuentra dentro una manada de valkirias íntimas y sensuales que, como ella, buscan abrir las puertas del Valhalla emocional. Artistas como Susanna, Hanne Hukkelberg   o Anita Kaasbol marcan este género.

Una tendencia más entre las muchas que respiran por las calles de Oslo, o por las estampas clásicas de Bergen. Esta ciudad, con artistas de la electrónica como Röyksopp, o el divertimento del rock de Casiokids o Datarock, se han convertido en una falla más. Y hacen que se hable de una creciente escena de Bergen. Aunque en Oslo siguen afirmando que la suya es más potente. «En Oslo manda el rock. Creo que el Gobierno ha ayudado a que esto ocurra. Gracias a las ayudas me compré la primera guitarra. Es fácil que surjan bandas. La gente joven está buscando nuevas vías para superar lo antiguo», explica Erlend Ringseth, del grupo de rocktrónica Harrys Gim .

Su música se encuentra dentro de la nueva hornada de rock de vanguardia que sacude la ciudad con gente como, entre otros, Blanded, 120 Days , I Was a King   y Lukestar.

Dicen en Noruega que es imposible separar al hombre del clima, la psique del poder natural. La surreal atmósfera, el solsticio imposible es cosa de cábalas sonoras y misterios creativos. Del space disco (reputados artistas del deep house sideral como los universalmente aplaudidos Lindstrøm, Diskjokke o Todd Terje) a la música de improvisación y experimental (Svarte Greiner o Havard Volden). Del folk loco (Yoyoyo Acapulco) a la música ambient con sonidos atmosféricos del Ártico (Biosphere, Jana Winderen). O, simplemente, experimentación, sin más norma o esqueleto que la locura siempre nueva de la libertad creativa (Alog, Alexander Rishaug, Minn Minn Lights).

Pónganles, magos, un nombre a cada uno de estos soles nocturnos. Como en tiempos antiguos, invoquen la crítica, juzguen ustedes mismos. ¿Predecirán que, como en una supernova explotando en el vasto cielo, dinamitando confines de oscuridad, esto será fugaz, luminoso y efímero? Soles de medianoche, fin de la noche polar.

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