Rodrigo García: se autodestruirá

Veintitrés años de carne cruda en ‘Cenizas escogidas’
Rodrigo García
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Kritipop
Rodrigo García

Advertencia: ningún animal ha sido dañado o maltratado en la edición de este libro.

Diez. Manipula con precaución. Chaleco antibalas, máscara de soldador. Por ejemplo: La iniciática notas de cocinas (1994) nos salta a la cara, la más reciente Aproximación a la idea de la desconfianza (2006) nos desfigura.

Nueve. Quizá el verbo manipular no se adecue al contexto, aunque también puede que a Rodrigo García le satisfaga que el espectador/lector intervenga y reinterprete aquel mensaje que primero llama nuestra atención, y después nos remueve la conciencia y el estómago.

Ocho. Rodrigo García nace en Buenos Aires en 1964, se traslada a Madrid, más tarde a Asturias, ahora se debate entre el norte de España y Salvador de Bahía; sus palabras salen a escena con La Carnicería. Sin embargo, su concepto de un teatro que desciende de la vanguardia, y aprovecha la coyuntura política y social de su generación, triunfa más lejos de nuestras fronteras: no se te ocurriría elegir cenizas escogidas como regalo para el día de la madre, pero... ¿y si fueses un simpático y cultivado hijo francés?

Siete. «Me como el lenguaje / con cuchillo, cuchara, tenedor, / y voy / haciendo agujeros / con las manos / en el mantel de papel» (Lo bueno de los animales es que te quieren sin preguntar nada, 2000). Bajo una primera capa/impresión trufada de marcas comerciales y mascotas que deambulan por la escena, el fondo del teatro de Rodrigo García disecciona las imposturas de nuestra época, planta cara a las convenciones impuestas, nos despierta con un «beso-sopapo» (Todos vosotros sois unos hijos de puta, 1999).

Seis. Y es que: «Hábitos. / Yo defiendo que son hábitos / no me gusta que les llamen patologías» (Cruda, vuelta y vuelta, al punto, chamuscada, 2007).

Cinco. Rodrigo García no está solo: a la vez, en otro espacio, desarrollaba —y desarrolla— su trabajo Angélica Liddell; comparte formas e ideario con el dramaturgo y narrador Peio H. Riaño; le salen hijos como Celso Giménez y Pablo Fidalgo, de La tristura.

Cuatro. Regresemos, sin embargo, a Cenizas escogidas: todo el teatro de Rodrigo García en un solo volumen, de 1986 a 2009, incluyendo una pieza aún no representada, subrayando una evolución desde los primeros montajes con el arty por el arty por bandera, a los más comprometidos de su última etapa, siempre provocador.

Tres. «¿Te acuerdas del performance art? /¿te acuerdas del fluxus, del happening? /¿te acuerdas de la tortura en argentina? / ¿te acuerdas de alguna paliza de tus padres?» (La historia de Ronald, el payaso de McDonald’s, 2002).

Dos. Cenizas escogidas en la mesilla de noche: una pieza antes de dormir para no atragantarnos, una píldora para soñar mal.

Uno. Rodrigo García escribe nervioso. golpea la mesa a cada sílaba, marca el ritmo en el cristal. Lo imaginamos autodestruido a cada punto final. en la palma de nuestras manos, al olvidar la página, un puñadito de cenizas: cero.

Cenizas escogidas. Obras 1986-2009. La uña rota / 512 páginas / 24 euros

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